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Stanley Kubrick en la Puerta de Madrid / por Vicente Alberto Serrano

Stanley Kubrick en la Puerta de Madrid / por Vicente Alberto Serrano

Desde La Oveja Negra

Tras el impacto y la conmoción que supuso la proyección de Senderos de gloria entre el público privilegiado que alcanzó a ver tan descarnado alegato antibelicista en aquellos años: 1957 (a nuestras pantallas no llegó hasta 1986 por evidentes razones.) Stanley Kubrick se asoció de nuevo –tres años después– con Kirk Douglas para poder dirigir otro ambicioso y arriesgado proyecto: recrear en imágenes la aventura libertaria del esclavo tracio que se rebeló contra la República Romana en el siglo I a. de C., en la conocida como ‘Guerra de los gladiadores’. Inspirada en la novela Espartaco (Ed. Edhasa) de Howard Fast, escritor norteamericano, afilado al Partido Comunista desde 1944; por supuesto requerido por el Comité de Actividades Anti-Americanas y presionado por el senador McCarthy para denunciar a sus compañeros en el Comité de Ayuda a los Refugiados Antifascistas que trataban de socorrer en aquel tiempo, entre otros, a los republicanos de la Guerra Civil española, exiliados en el sur de Francia. Ante su negativa de dar nombres, fue encarcelado por ‘desacato’ al Congreso. Kirk Douglas no solo logró convencer a la productora Universal Pictures para rodar el film –que terminaría siendo un éxito de crítica y público– sino que consiguió finalmente que el nombre de Dalton Trumbo, escritor ‘maldito’ incluido también en la lista negra de La caza de brujas, apareciese como autor del guión en los títulos de crédito.

Mansion Hearst 1

La piscina ‘romana’ de la mansión Hearst.

En la mansión de Hearst

Afirmaba Juan Antonio Ramírez en La arquitectura en el cine (Ed. Hermann Blume) que «Roma impuso su leyenda en películas que tendían a mostrar palacios lujosos pertenecientes a los emperadores o ricos patricios, arcos triunfales…» Siguiendo la tradición de Hollywood, Stanley Kubrick no dudó en situar una de las escenas más escabrosas de su película en la mansión de Hearst. Todo un guiño a Orson Welles que ya trató en su día de destripar las entrañas de personaje tan peculiar en Ciudadano Kane. Pero también un homenaje a la falsa arquitectura del cine, al llevarse las cámaras hasta San Simeón, en la costa californiana, donde el verdadero William Randolph Hearst se hizo construir, al pie de las montañas de Santa Lucía, en una colina dominando el Pacífico, un abigarrado complejo de jardines, terrazas, piscinas y casas palaciegas, que Julia Morgan, distinguida arquitecta de Berkeley, tuvo la ocasión y el privilegio de poder proyectar y representar casi toda la historia del arte en un conjunto de edificios y estancias presididos por ‘La Casa Grande´ magnífica mansión kistch de aroma hispano-morisco. Quienes hemos visitado aquella amalgama historicista, aún recordamos la inmensa piscina presidida por un templo ¿auténtico? de Neptuno y alicatada en su fondo cristalino por piezas de cristal de Murano. En la película el gran actor inglés Laurence Olivier (en el papel de Marco Antonio Licinio Craso) pasa junto a ella antes de encontrarse con Tony Curtis (en el papel del esclavo Antonino) al que poco después tratará de tirarle los tejos en esas escenas escabrosas que nos cercenaron del metraje del film durante muchos años.

kirk douglas y Kubrick

Kirk Douglas y Stanley Kubrick.

Espartaco en la Puerta de Madrid

La entrada triunfal de Espartaco en Metapontum, una ciudad situada al sur de Italia, en el golfo de Tarentum, que perteneció a la Magna Grecia y en la actualidad aún conserva parte de su magnífico Templo de Hera, fue sustituida en imágenes –seguramente por imperativos económicos de producción– por la Puerta de Madrid en Alcalá. Cuentan que para abaratar costes recurrieron como figuración a la tropa de los abundantes cuarteles locales y a parte del paisanaje que disfrutaron con el rodaje, sin dudar en encaramarse algunos a la Puerta de Madrid, de hechura neoclásica y construida en tiempos de Carlos III, pero que gracias a la magia del cine y a cierta heterodoxia historicista, trato de pasar por una entrada triunfal en una ciudad romana, allá por el siglo I a. C. En el montaje añadieron las imágenes de Kirk Douglas y Toni Curtis a caballo celebrando la victoria y rodadas en algún otro lugar, ya que ninguno de ellos llegó a visitar la ciudad. En las imágenes siguientes se muestra otra buena parte de la población celebrando la victoria en la trasera de la Puerta de Madrid, donde supieron sustituir la torre de la Magistral por una transparencia que simula lo que debió ser la ciudad de Metapontum en aquellos tiempos, presidida por la silueta de un templo griego. Esa controvertida magia del cine que días después no dudó en rodar la escena de la ejecución de los esclavos crucificados en la Plaza Mayor de Iriépal, un pueblo cercano a Guadalajara.

Espartaco Puerta

La calle Andrés Saborit, peatonal en el siglo I a. C., según Stanley Kubrick.

Si Andrés Saborit y Espartaco levantaran la cabeza

Hoy el camino adoquinado que circunda la Puerta de Madrid lleva el nombre de un prócer socialista que nació en esta ciudad en 1889. Hace unos años la entonces lideresa del PP madrileño –al igual que Stanley Kubrick– visitó la Puerta de Madrid. Pero por supuesto no para rodar otro alegato libertario, sino para inaugurar la remodelación de aquella que fue escenografía cinematográfica de otro tiempo; con un resultado final tan de tramoya como la arquitectura de Hollywood en su edad de oro. El historicismo llevado a sus más negativas consecuencias. Un espacio al que denominaron semipeatonal, pero por el que en la actualidad pasan coches a razón de 48 unidades por minuto a velocidades de vértigo en horas puntas sobre un adoquinado infernal que produce una insoportable contaminación acústica. Ninguna limitación de velocidad ni badenes disuasorios por una zona que cada mañana atraviesan una ingente cantidad de niños camino de sus colegios. Unas plazas de aparcamiento cercadas por bolardos y bancos de piedra que cada día cicatrizan gran número de carrocerías. Cipreses y árboles cercenados. Farolas ciegas y un atajo en la calle Arratia, tan solo permitido para el garaje de residentes, pero que utiliza hasta la Policía Municipal para dar ejemplo. Ésta es la entrada al Patrimonio de la Humanidad de la que tanto se vanaglorian las autoridades locales; aunque me temo que siempre en clave turística. Ésta es la entrada triunfal que utilizó Kubrick para gloria de su personaje Espartaco (Kirk Douglas). Hoy, como única evocación a la antigua Roma, y para alimentar más el parque temático en el que se está convirtiendo la ciudad, los fines de semana aparece un trenecito, como el de la bruja de nuestra infancia; pero que en lugar de girar sobre su propio eje, trata de llevar a los pocos forasteros que lo abordan hasta las ruinas de Complutum. Mientras tanto parece que, por fin, se está configurando una Plataforma de Damnificados para denunciar la contaminación acústica de la zona. Ojalá que alcancen a presentar su protesta antes del anuncio de las elecciones municipales.