Dónde está el alma de América / Por Cristina Crespo

En las elecciones presidenciales de 2020 los candidatos apelaban a que estaba en juego el alma de Estados Unidos (the soul of America). Ambos se esforzaron –y con éxito ambos– en movilizar a su electorado alcanzando las cifras históricas de participación de cerca de 77 millones de votos para el candidato demócrata y en torno a 72 millones para el republicano. Tras más de una semana de la elección aún se siguen contabilizando votos en algunos estados y otros incluso se recuentan. No obstante, se sabe con toda seguridad quién será el 46º presidente de los EE. UU. porque, aunque alguna de las denuncias de fraude electoral por parte de Trump y sus abogados se confirmara a su favor, sería complicado que revertiera el resultado. En este momento falta por confirmar el resultado final de Georgia, Carolina del Norte y Pensilvania; en los que solo Carolina del Norte aventaja Trump y que darían los compromisarios finales de 306 para Biden y 232 para Trump.

Nos encontramos en una situación sin precedentes en la que el candidato perdedor rehúsa aceptar el resultado y facilitar la transición entre la administración de salida y la entrante que deberá tomar posesión el próximo 20 de enero. Es más, la mayoría de sus votantes –8 de cada 10– opina que Biden no ganó legítimamente las elecciones.

Esto hace ahondar en la grieta de una sociedad estadounidense, aún si cabe, más polarizada y desconcertada con el escenario político, ¿dónde está el alma de América?

Foto. Josh-johnson-ALGRkWz3-yc-unsplash.

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De los resultados electorales podemos extraer distintas lecturas que trascienden de los números que todos hemos seguido, ya sea por contabilidad del voto, por número de compromisarios obtenidos en el colegio electoral o por la cantidad asignada a cada estado. El mundo entero ha seguido de cerca unas elecciones “históricas” –como todas acaban denominándose por algún u otro motivo–, que podían significar el continuismo o no de la administración Trump. Porque esta era la clave: Trump sí o Trump no. Los estadounidenses, cansados de la política y la retórica, se pronunciaron en las urnas y acudieron por muy diversos motivos. ¿Por qué ha aumentado el número de votantes de Trump? Y sobre todo, ¿por qué no lo vieron en las encuestas?

La muestra de los estudios –es decir, el grupo de personas a las que se les realizó la encuesta en cada estado–, así como el voto oculto, o el llamado “voto tímido de Trump”, e incluso el votante avergonzado parecen los motivos que amplían el margen de error en el número de votos al candidato republicano. Todos esto, unido al aumento de voto por correo sin precedentes y el contexto de la pandemia, comprende los factores que amplifican el margen de error de las encuestas. Entendido esto, en este lado del Atlántico, muchos siguen preguntándose: ¿por qué Trump? Para entender esto, hay que ver la parte roja del mapa. Observamos que hay dos países: lo rural frente a lo urbano. El votante republicano se concentra, sobre todo, en los afluentes del Misisipi. Es la América (EE. UU.) conservadora, religiosa, que vela por la economía y por el sueño americano. Es la América que ha votado a Trump porque ha conseguido que la Corte Suprema cuente con tres nuevos jueces conservadores, ha conseguido mejorar la economía a pesar de la pandemia y ha conseguido que se les atienda más allá de los inmigrantes y de los distintos grupos en los que centra el partido demócrata. No es un voto homogéneo tampoco, pero sí un voto pragmático que apela a la practicidad del presidente Trump –“Él es el hombre que hace el trabajo” (Trump gets the job done)–. Además, el partido demócrata lleva años sufriendo una transformación e inclinándose más a la izquierda política. De esto también huye el conservadurismo republicano.

Por otro lado, el heterogéneo electorado demócrata buscaba el cambio de presidente, más allá de cuestiones ideológicas. Joe Biden no era un buen candidato por cuestiones de edad, de ilusión en el votante y sobre todo, por la “mochila” de llevar más de 40 años en la política. Pero era “el candidato”, el único que posibilitaba el cambio. Porque en EE. UU. se elige entre demócratas y republicanos, ya que los terceros partidos (el libertario y los verdes) cuentan con tan pocas opciones que ni se les menciona. Y de candidato a presidente, llega a una sociedad totalmente dividida a la que pretende “sanar” en un contexto marcado por la pandemia que condicionará cualquier iniciativa que pretenda desarrollar con un Senado probablemente en manos republicanas, a falta de confirmar los escaños de Georgia. Factor fundamental para la aprobación de las leyes que deberán ser aprobadas por ambas cámaras y donde entran en juego iniciativas importantes como la subida de impuestos o las acciones para combatir el cambio climático.

“Uncle Joe” tiene grandes desafíos domésticos y altas expectativas en lo internacional. El más importante de todos: sanar a su pueblo y encontrar el alma perdida.

 

Cristina Crespo es coordinadora general y directora de Relaciones Externas del Instituto Franklin de la Universidad de Alcalá, y doctora en Estudios Norteamericanos por la Universidad de Alcalá.