Curiosidades de Alcalá de Henares / ¿Sabías qué…? Por María Jesús Vázquez Madruga

Esta semana recuperamos las historias y curiosidades de María Jesús Vázquez Madruga, quien nos desvela muchos secretos relacionados con Alcalá de Henares

¿SABÍAS QUE?

.- En la Edad Media, las sábanas se medían por piernas. Podían ser de una, dos o más piernas. Los documentos hablan de sábanas de dos, tres…piernas y de camas de dos o más piernas también.

Y una pierna equivalía a 1,96ms de largo por unos 30 cms de ancho.

Las camas de los más pudientes tenían dosel y colgaduras que se cerraban por la noche y así se mantenían más calentitos. Además, algunas tenían randas, o sea, encajes, generalmente de bolillos. Porque había colgaduras o doseles de invierno y de verano.

.- Antiguamente los paños se vendían por varas y secenas. Una vara equivalía a 82cms y una secena a 16,5 varas.

.- Las tenerías eran lugares donde se trabajaban las pieles, siempre extramuros. Alcalá tuvo tenerías hasta el siglo XIX, justo en la calle de San Julián detrás del colegio de Málaga.

No confundir con los tintoreros, que teñían las telas de colores. Durante mucho tiempo los gremios ejercieron un fuerte control sobre ellos, de tal manera, que el que teñía de rojo no podía teñir de otro color y viceversa, porque debían tener la licencia que el gremio daba para cada color.

Siempre se ha dicho que la corte de Felipe II era de lo más triste, todos de negro. Error: el negro era el color más caro del mundo mundial, porque se conseguía con el palo de campeche, o sea, de América. Por eso, Felipe y su gente podían lucir como nadie el color más caro.

.- Los romanos utilizaban lejía o “agua lixivia”, o agua colada, porque el proceso de separar la ceniza se llamaba lixiviar. Se quemaba madera dura, como la de encina, para hacer ceniza blanca que se mezclaba con agua de lluvia durante uno o dos días y luego se colaba.

Las lavanderías romanas utilizaban orina, que tras varios días se descompone y produce amoniaco. Así que recogían la orina de las cubetas que colocaban por determinados sitios de las ciudades. El negocio era tan bueno, que finalmente los emperadores pusieron un impuesto sobre la orina, así que, como pasa siempre con los impuestos, subió el precio de las lavanderías que, naturalmente pagaban los ciudadanos.