Luces y sombras
En 1977 –dos años más tarde de la muerte de Aquel– la editorial Grijalbo pudo publicar por fin en nuestro país Mi misión en España, de Claude G. Bowers. Editado en Nueva York en 1954. La férrea censura de la que “gozábamos” los españoles, no nos permitió, hasta más de veinte años después, conocer las impresiones del que fuera Embajador de Estados Unidos en España, desde 1933 a 1939. Personal y clarificador punto de vista de un demócrata sobre ese periodo tan conflictivo, tan desconocido y de tan oscuros augurios para los que, amordazados después, sufrieron durante cuatro décadas las trágicas consecuencias de la derrota. En 2019 la editorial Arzalia reeditó este volumen de tan peculiares memorias, enriquecidas ahora con un magnífico e imprescindible prólogo de Ángel Viñas, que no solo nos perfila al autor, sino que marca las claves para adentrarnos en un texto, lógicamente vetado durante mucho tiempo por los golpistas vencedores. Lectura recomendable en su totalidad, para tratar de comprender mejor que ciertos capítulos de nuestra historia reciente no deberían repetirse; sobre todo en estos momentos raros, de peligrosa e inquietante derechización.
Manual de un viajero por España
El libro además se presta, desde el primer momento, a una doble lectura. Bien como documento para llegar a conocer en profundidad las luces y las sombras de tan infausta década, con las posturas enfrentadas de sus protagonistas (Lerroux, Gil Robles, Calvo Sotelo, Azaña…) o simplemente como manual de un viajero por España. Casi un siglo antes el escritor inglés Richard Ford ya había publicado un Manual para viajeros por España y lectores en casa (Ed. Turner). Autor también extranjero, como Bowers y al igual que otros muchos, por ejemplo don Jorgito el inglés y La Biblia en España (Alianza Ed.), todos ellos consiguieron colocar un espejo a lo largo de nuestros caminos y ciudades donde nos hemos visto reflejados con mayor o menor fortuna.
La más dulce y encantadora ciudad de la vieja Castilla
Al final del séptimo capítulo, titulado con cierta sorna “El regreso de los moros”, escribe Bowers: «Mientras se esperaba la apertura de las Cortes, hice otra de las muchas excursiones sentimentales a Alcalá de Henares, la más dulce y encantadora ciudad de la vieja Castilla» y a continuación relata como gusta deambular por sus calles bordeadas por los edificios de la antigua universidad, muchos de ellos conservados gracias al haber sido convertidos en cuarteles. Para terminar desembocando –como siempre– en el Mesón del Estudiante (sic). Y escribe: «Cruzamos el patio, empedrado con guijarros, pasando junto a un antiguo pozo, cuyo brocal de piedra está profundamente cortado por el uso de las cuerdas durante muchas generaciones…» Afirma Bowers más adelante el placer que le supone reencontrarse con aquella enorme chimenea de piedra en el comedor, sentarse en un taburete cubierto con piel de cabra «…frente a las juguetonas llamas y ante una comida de platos diversos…» Después, al contemplar y admirar una vez más la belleza serena del Paraninfo, el embajador deja escrito: «Tras los tumultos y los gritos de los políticos y militares conspiradores de Madrid, unos pocos minutos en este salón eran como un baño espiritual, una depuración para el alma.» Un recorrido sentimental por la ciudad le lleva más tarde hasta el viejo Palacio Arzobispal, recuperado para conservar: «…amarillentos documentos en los que se guardan los secretos de la historia» calcinados en el verano del 39 –añadimos nosotros– tras un lamentable y pavoroso incendio. Desde una de aquellas ventanas Bowers dirige su mirada hacia el edificio de enfrente. “Es una cárcel” –le dice el guía que añade sonriendo con satisfacción– “Allí está Juan March”. Información poco veraz ya que don Juan March, antes de sobornar al carcelero y fugarse a Gibraltar, nunca estuvo preso allí, sino precisamente frente a la Hostería del Estudiante, un penal hoy convertido en Parador de Turismo.
Tras las huellas de Washington Irving
En el mes de enero de 1826 el escritor norteamericano Washington Irving recibió una carta de su amigo Alexander Hill Everest invitándole a reunirse con él en Madrid, donde por entonces Everest ejercía de embajador de su país. A mediados de febrero Irving llega a España y pronto, como agregado cultural de la Embajada de Estados Unidos, comienza a traducir al inglés toda una serie de documentos y cartas sobre Cristobal Colón, material que le servirá de base para un posterior estudio biográfico sobre Colón que se editará en Londres a mediados de 1828, año en el que decide instalarse en Sevilla, desde donde visitará los lugares colombinos y buena parte del sur de nuestro país. Sabemos que Irving regresó a Nueva York en mayo de 1832. Por culpa de sus largas estancias en el Reino Unido y España, era considerado entonces por la crítica estadounidense como un escritor europeo. Sin embargo A tour on the Prairies, publicado por la editorial Errata Naturae con el título de La frontera Salvaje, al igual que Las aventuras de Bonneville (Ed. Interfolio) pronto alcanzaron el éxito en su país natal. Todo ello nos lo detalla su traductor Manuel Peinado en las extensas y clarificadoras notas que acompañan la edición española de estos dos volúmenes. En 1842 el presidente John Tyler designa a Irving embajador de Estados Unidos en España. A primeros de agosto presenta sus credenciales en Madrid ante la reina Isabel II que entonces solo tenía doce años de edad. Es la época de la regencia de Espartero, que posteriormente, acusado de dictador, será derrocado por el general Narváez, más conocido con El espadón de Loja.
Los cuentos de la Alhambra
Fueron aquellos unos tiempos convulsos de proclamas y pronunciamientos que sin lugar a dudas le resultarían familiares a Bowers, cuando un siglo después –como Irving– ejercía de embajador en nuestro país. Por eso en Mi misión en España también nos detalla sus continuos viajes, sobre todo hacia el sur, con acogedoras etapas intermedias en los Paradores de Manzanares y Bailén para desembocar en el hotel Alhambra Palace de Granada y desde allí evocar y conseguir datos de aquel escritor neoyorkino que supo trasladar a sus Cuentos de la Alhambra (Alianza Ed.), todo un misterioso y mágico conjunto de relatos alrededor de los moros que la habitaron y de sus nuevos inquilinos. Irving tuvo el privilegio de vivir en el palacio nazarí y consiguió recoger buena parte de las leyendas que sus vecinos le contaban, documentadas tras investigar en los archivos de la Biblioteca universitaria granadina. En 1945, la editorial chilena Zig-Zag publicaba la edición castellana de Las aventuras españolas de Washington Irving, un riguroso trabajo de investigación en el que Claude G. Bowers analiza en profundidad la trayectoria de Irving en suelo hispano; primero como incansable viajero por el sur y más tarde sobre su misión de embajador en la complejísima e intrigante corte de la reina Isabel II, cuando apenas era una niña y pululaban a su alrededor todo tipo de ambiciones y conjuras.