Muchas marcas los buscan, los usuarios los persiguen, todos los quieren y para algunos adolescentes se pueden convertir en una obsesión o en un riesgo: son los “me gusta” en Instagram, o los seguidores, suscriptores y amigos en YouTube y TikTok. Esto es, aprobaciones y comentarios que ayudan a los adolescentes de la generación “Alpha” (entre 12 y 17 años) a sentirse valorados y aceptados. Es probable que muchos de estos reconocimientos virtuales sean más numerosos que los abrazos que se dan en la vida “no digital”.
Hoy en día, un “me gusta” se puede convertir en un reflejo del nivel de integración, una forma de aprobación social que puede determinar el nivel de popularidad (si uno es o no uno de los “popus”, en la jerga adolescente), que se ha convertido en un valor en alza. Además, el me gusta se transforma en una especie de moneda de cambio (#followxfollow): “Si me sigues, yo te sigo; tú me das like, yo te doy like”.
Me gustas… o te odio
El uso de las redes también está generando agresiones como el ciberacoso, que engloba tanto los ataques verbales a través de las redes como la difusión de material digital con información privada, para avergonzar. Lo peor es que, en ocasiones, lo realizan personas a quienes las víctimas consideraban sus amigos. La facilidad y la impunidad con la que se pueden tener estos comportamientos en internet deja a la víctima triste, decepcionada, sin confianza en los otros y en uno mismo y con una sensación de fragilidad en las relaciones entre iguales.
Las amistades están cada vez más mediatizadas por las redes: aunque los amigos se hacen en clase, en el parque o en un grupo extraescolar, la amistad se alimenta y se mantienen casi siempre a través de redes sociales (mensajes por WhatsApp, seguimiento mutuo en Instagram, Tik Tok, BeReal…) Pero ¿cómo afecta a estas relaciones ese componente virtual? ¿Las redes sociales son cauce y medio de amistad verdadera, o es la amistad que desarrollamos en las redes sólo un sucedáneo?
Todos necesitamos ser vistos
En realidad, el deseo de visibilidad digital enmascara una necesidad vital del ser humano: deseamos y necesitamos tener amistades. Esto es así desde que el origen de la humanidad, porque nadie se construye de manera aislada. Como afirma Aristóteles, el ser humano es social, y por naturaleza conviviente.
Las nuevas tecnologías nos han abierto un nuevo y desconocido frente de batalla, pero el afán de protagonismo en la adolescencia y la necesidad de reconocimiento y aceptación de los pares no es novedoso, ni tampoco algo que no suceda fuera del entorno digital en el que nos movemos.
Para el psicólogo estadounidense Erik Erikson, experto en la psicología del desarrollo, el mayor reto al que se enfrenta un adolescente es el establecimiento de su identidad. Los adolescentes experimentan un deseo de autonomía y de poner distancia con las figuras paternas. La amistad cobra particular valor en la forja de la propia identidad personal y se convierte en uno de los intereses básicos. Se consolida el sentido de la identidad personal y social, que fundamentarán su autoestima, autonomía y responsabilidad.
Relaciones sanas en las redes
Estas características hacen necesario educar a los jóvenes para que mantengan una relación sana con el móvil y las redes sociales. Save de Children señala que, a la hora de establecer normas de uso en casa para limitar o controlar las actividades de jóvenes en internet, solo 3 de cada 10 tienen limitadas las horas de conexión, mientras que un 38 % afirma que conocen los riesgos a los que se enfrentan en la red, pero un 37 % de adolescentes aseguran saber cómo saltarse las medidas de control.
Urge marcar unos límites y reglas de uso de las redes sociales, una “dieta digital”; establecer acuerdos para evitar que abran cuentas ocultas; activar los controles parentales; crear espacios libres de tecnología en el hogar o alejar los dispositivos de la habitación durante la noche y durante las comidas, etc.
Pero esto no es suficiente. Aunque el uso de los dispositivos y las redes sea sano o limitado, una gran parte de las relaciones de amistad seguirán desarrollándose a través de ellas: habrá discusiones en grupos de WhatsApp o decepciones al ver a un grupo de amigos en Instagram en un plan en el que no nos han incluido. ¿Cómo podemos distinguir y forjar relaciones significativas y verdaderas en este contexto?
Personalidades e identidades sólidas
Es inevitable que el adolescente, en su desarrollo, se preocupe de la imagen que proyecta, le inquiete quedar en ridículo y necesite sentir la afirmación de sus iguales. Esto es un reto mayor cuando hablamos de las relaciones en redes sociales, a menudo en público.
Para construir una identidad sólida y tener herramientas para evitar una identidad global o prefabricada, el adolescente necesita saber quién es. Es importante que aprenda a valorar más el ser que el parecer y que desarrolle el sentido crítico para entender lo que es, lo que le diferencia de los demás y discernir lo que les llega desde fuera.
Nos conocemos a través de los otros, pero no a través de los comentarios en las redes. Debemos transmitir a los adolescentes que su dignidad es intocable y que su vida tiene un gran valor. Una foto, una trend en TikTok y ser viral nunca valen más que ser persona.
Arantxa Azqueta Díaz de Alda es profesora de la facultad de Educación por la UNIR – Universidad Internacional de La Rioja.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.