50 años sin Franco / Por Vicente Alberto Serrano

50 años sin Franco  /  Por Vicente Alberto Serrano

Iluminaciones en la sombra

De las brumosas tardes de noviembre de hace cincuenta años, todavía recuerdo tararear aquella letra del extinto Nino Bravo que intuíamos tan esperanzadora: «Libre / como el ave que escapó de su prisión / y puede, al fin, volar. / Libre / como el viento que recoge / mi lamento y mi pesar / camino sin cesar / detrás de la verdad / y sabré lo que es al fin, la libertad.» Mientras que permanecíamos pegados a los transistores, a la espera –entre copla y copla– que se emitiera un último y definitivo parte médico. El dictador se estaba muriendo, mientras nosotros cantábamos canciones con subliminal mensaje, aunque nunca habíamos llegado a conocer una revolución pendiente hacia la libertad tan prometida, incluido el derrocamiento de aquel nefasto personaje que estaba agonizando en la cama. Lo único verdaderamente auténtico se produjo en la madrugada del 20 de noviembre de 1975, cuando el equipo médico habitual amplió nuestros escasos conocimientos de enfermedades al radiar un último y definitivo parte cargado de futuro: «Parkinson. Cardiopatía isquémica con infarto agudo de miocardio anterosepial y de cara diafragmática. Úlceras intestinales agudas reincidentes con hemorragias masivas reiteradas. Peritonitis bacteriana. Fracaso renal agudo. Tromboflebitis ileo-femoral izquierda. Bronconeumonía bilateral aspiratoria. Choque endotóxico. En suma: parada cardíaca.» A la mañana siguiente un jefe de gobierno haciendo pucheros nos dió la definitiva noticia del fin de los primeros veinticinco años de mi existencia en los que tuve que soportar y convivir con la omnipresencia del Caudillo de España por la gracia de Dios. La dictadura se había podrido en sí misma. Por eso creo que era el momento de evocar de nuevo a Nino Bravo porque: «…sabré lo que es al fin, la libertad».

Raymond Carr

Hace más de cincuenta años, en mis tiempos de estudiante en Granada, me consideraba un rebelde con causa. Manoseábamos, nos prestábamos y comentábamos en la Facultad la obra España 1808-1939 (Ed. Ariel) de Raymond Carr; en sus páginas creíamos descubrir una de las visiones más lúcidas en la consecución por alcanzar a comprender la controvertida –y por supuesto manipulada– historia contemporánea de nuestro país. Más tarde me enteré que Julián Casanova, catedrático de Historia contemporánea en la Universidad de Zaragoza, siempre consideró a Carr como maestro de historiadores, que lo tuvo presente y le sirvió como aliento inspirador en todo momento. Raymond Carr, aquel mítico erudito inglés alguna vez llegó a declarar que se convirtió en hispanista por accidente, por culpa de Gerald Brenan, que tras El laberinto español (Ed. Ruedo ibérico) renunció al proyecto de elaborar el libro esencial sobre nuestra historia reciente y fue entonces cuando decidió escribirlo él.

Una obra colectiva

Las ventajas de cualquier obra colectiva sobre un personaje –lo sabemos bien– se fundamentan en que a lo largo de sus páginas se intenta conformar un mosaico en el que todas y cada una de las piezas tratan de encajar. 40 años con Franco (Ed. Crítica), obra coordinada por Julián Casanova, se publicó hace una década. En estas fechas de números redondos tratamos de conmemorar que hace medio siglo –por fin– se fue el caimán. Tal vez por eso puede resultar conveniente la lectura de este libro entre esas jóvenes generaciones que no conocieron y, por lo tanto, no tuvieron que soportar al protagonista de los «No-Dos». Hacer pedagogía comentando los textos de sus diez colaboradores que intentaron perfilar –y lo consiguieron– las pocas luces y muchísimas sombras de una dictadura que para una mayoría de españoles –según palabras del propio Casanova en el prólogo– «…significó cuatro décadas de miedo, subordinación, ignorancia y olvido de su propio pasado y del mundo exterior.» El citado Raymond Carr escribía: «Franco ha sido durante cerca de cuarenta años Caudillo de España, encarnando así el gobierno unipersonal de más larga duración de la historia moderna de Europa».

Cubiertas de dos testimonios esenciales para nuevas generaciones.

Historia de cuatro décadas

Este libro que arroja luz y entendimiento sobre aquellas cuatro décadas, lo inicia Paul Preston con un capítulo sobre los mitos, mentiras y manipulaciones de Franco; lúcida síntesis de sus magníficos trabajos anteriores. Ángel Viñas, con ese estilo documentado pero conciso y clarificador al que nos tiene acostumbrados, traza la compleja trayectoria que recorre el «centinela de Occidente», desde sus amistades peligrosas con Hitler y el Duce –a los que sobrevive– hasta el abrazo con Eisenhower. Precisamente Borja de Riquer desgrana la podredumbre de aquella crisis epigonal en los últimos años de la dictadura, con Carrero Blanco por los aires, y luego la mano temblona firmando las últimas cinco sentencias de muerte, como epílogo la escena esperpéntica de un cuasi infinito agonizante bajo el manto de la Virgen del Pilar y junto al brazo incorrupto de Santa Teresa. La colaboración de Carlos Gil Andrés consiste en retratar a diez de los actores del numeroso elenco que compuso tan sombría tragicomedia, desde el lloroso Arias Navarro: «Españoles…, Franco ha muerto», hasta el muñidor Fraga Iribarne, que a pesar de tener al difunto ya enterrado, seguía amenazando con «¡La calle es mía!», dejando en Vitoria el 3 de marzo de 1976 cinco trabajadores muertos y varias docenas de heridos. El capítulo que aporta Mary Nash, se titula: «Vencidas, represaliadas y resistentes: las mujeres bajo el orden patriarcal franquista», aparte de las escalofriantes descripciones sobre las represiones sexuadas y represalias a las rojas, su texto podría compendiarse en la frase que recoge de Pilar Primo de Rivera: «En modo alguno queremos hacer del hombre y la mujer dos seres iguales; ni por naturaleza ni por fines a cumplir en la vida podrán nunca igualarse».

Aquel fue el fin de los primeros veinticinco años de mi existencia en los que tuve que soportar y convivir con la omnipresencia del Caudillo de España por la gracia de Dios. (Ilustración de El Cubri para “Historia del franquismo”, Ed. Sedmay).

La cultura bajo (y contra) la represión

José Carlos Mainer elabora su trabajo sobre el abrupto panorama de las letras y las ideas bajo el signo de la victoria. Consigue esbozar una línea discontinua de autores y títulos que arranca en 1939 con Checas de Madrid (Ed. Bullón) del falangista Tomás Borrás, para acabar reseñando la novela que Juan Marsé había publicado en México (1973) a modo de venganza personal contra Franco, titulándola con un verso del himno de Falange: Si te dicen que caí (Ed. Seix Barral). Agustín Sánchez Vidal lleva a cabo una operación parecida a la de Mainer al comentar el cine español durante el franquismo. Comienza con Frente de Madrid (1939) del camaleónico Edgar Neville, para citar inmediatamente Raza (1941) dirigida por José Luis Saenz de Heredia basada en un argumento de Jaime de Andrade, seudónimo del mismísimo Caudillo que se consideraba asimismo un empedernido cinéfilo. Su texto acaba con el comentario a la coincidencia de Furtivos y Cría cuervos en la cartelera de 1975, significativo modo de marcar la linea divisoria del cine español con la muerte del Generalísimo. Enrique Moradiellos aporta un exhaustivo listado del franquismo en tinta sobre papel. Como es lógico lo inicia con el apartado de biografías apologéticas que inaugura Joaquín Arrarás en 1937; relato que, junto al de Millán Astray de 1939, serviría de inspiración y timón de toda la propaganda posterior, entre laudatorios perfiles que llegarían hasta 1972 con la semblanza escrita por Ricardo de la Cierva. Al margen de las ediciones clandestinas de Ruedo ibérico, fue a partir de su muerte en 1975 (Se cumplen 50 años), cuando comienzan a publicarse en su propio país narrativas críticas hostiles sobre el Caudillo y su régimen: Umbral, Vázquez Montalbán, Vilallonga, Cebrián… Incluso Mis conversaciones privadas con Franco (Ed. Planeta) de su ayudante y primo carnal, sirvieron para desvelar el anodino ‘talante’ intelectual del dictador. En suma, Moradiellos nos ofrece un listado completísimo para ampliar conocimientos sobre un personaje que a pesar de su mediocridad, todavía hoy en 2025, se nos sigue escapando de una posible comprensión: Payne, Fusi, Tusell, Borja de Riquer, Reig Tapia… y un largo etcétera.

Un Borbón sonriente junto a un dictador caduco.

40 años con Franco

Aquel libro colectivo, se publicó pocos meses antes de que se cumplieran cuarenta años sin Franco. Enriquecido con un último apartado, a modo de epílogo, del escritor Ignacio Martínez de Pisón que el 20 de noviembre de 1975 tenía 15 años. Describe la escena con la fuerza de una imagen emblemática, significativa, pero sobre todo literaria. Su madre, irredimible monárquica, creyó que la ocasión justificaba el desembolso de adquirir un televisor en color. «Así pues, un día vimos en blanco y negro a un contrito Arias Navarro anunciando entre pucheros la muerte de Franco, y dos días después vimos en color la solemne proclamación de Juan Carlos de Borbón como rey de España. Éramos conscientes de que aquellas fechas condensaban una extraordinaria trascendencia histórica, y con ese salto del blanco y negro al color tratábamos de ponernos a la altura de los acontecimientos». Comenta después el escritor zaragozano que se trataba de un iniciático camino hacia la democracia: «Los dos acontecimientos de la historia colectiva que de verdad influyeron en nuestras historias individuales fueron la muerte de Franco en 1975 y el frustrado golpe de estado de febrero de 1981».

50 años después

A estas alturas, pasado el tiempo y agostadas muchas ilusiones, ya no sé distinguir que época de mi vida he vivido en color y cuáles fueron los años soportados en blanco y negro. Solo sé que entonces (el 20 de noviembre de 1975) acabó una terrible pesadilla. Pero todavía hoy no estoy muy seguro de haber despertado del todo, ante la actualidad política de acoso y derribo que me rodea. Tal vez la síntesis de este tiempo raro se resumiría en que sigo sin alcanzar a comprender cómo aquel mediocre personaje pudo gobernar, exterminar al supuesto enemigo marxista-judeo-masónico y reprimir al resto de toda una nación autárquica, ofreciendo además una controvertida herencia que todavía alimenta la obtusa mente de algunos, como si desearan que regresara.