Límites y afecto: la mejor combinación en la crianza / Por Martha Rocío González Bernal

Límites y afecto: la mejor combinación en la crianza  /  Por Martha Rocío González Bernal

Aurora creció en un hogar de reglas estrictas y afecto ausente. Su padre, don Augusto, hablaba poco, pero imponía su autoridad con firmeza. En la mesa, nadie hablaba sin su permiso, nadie salía sin su autorización y él decidía los castigos.

Si Aurora derramaba un vaso de jugo, bastaba la mirada severa de su padre para congelarla en su silla. “Eres un desastre, una inútil”, sentenciaba con voz dura, sin explicarle cómo evitar esos errores.

Cada tarde, se refugiaba en su cuarto sola y en silencio esperando no ser notada. Cuando sacaba una mala nota, su padre no preguntaba qué había pasado. Solo ordenaba: “Más horas de estudio, menos tonterías o habrá cascarita de ganado”, señalando su cinturón. En su hogar, no había abrazos ni palabras de aliento, solo normas, castigos y exigencias.

Cuando Aurora tuvo hijos, quiso ser una madre afectuosa y permisiva. Por eso, a menudo le cuesta decirles que no. Piensa que para no resultar autoritaria y demasiado exigente, lo mejor es permitir que los niños descubran solos hasta dónde pueden llegar y qué es lo que no les conviene hacer.

Y, sin embargo, evidencias científicas recientes apoyan la importancia de que los padres impongan límites, expresen expectativas y creen pautas para guiar el comportamiento de los niños y adolescentes, ya que ayudan a estructurar su entorno y les proporcionan seguridad sobre lo que es aceptable o no en su conducta.

Autoridad o firmeza

Llamamos “estilo de autoridad” a la manera en que cada padre, madre o cuidador establece límites. Los estudios ha demostrado que estos estilos se materializan en la comunicación y la afectividad. Somos “autoritarios” cuando nuestros mensajes son agresivos y descalificadores: no es lo mismo decir “tu cuaderno está sucio” que “eres un cochino”. Este tipo de mensajes, como en la historia de Aurora, pueden tener un impacto profundo en el desarrollo infantil.

Somos “firmes” cuando en nuestra comunicación existe respeto y explicamos las razones detrás de las reglas y las conductas inadecuadas, fomentando la interiorización de valores y el pensamiento crítico. Por ejemplo, si un niño golpea a un compañero, un padre democrático puede preguntarle: “¿Por qué lo hiciste?”, “¿Cómo crees que se sintió?”, “¿Qué pasaría si le hubieran pegado a tu hermana?”. En lugar de reprenderlo, busca que reflexione sobre su acción y desarrolle empatía.

Los límites deben dirigirse a cambiar el comportamiento con reflexión y firmeza, y no a afectar a la persona en sí.

Jota Buyinch Photo/Shutterstock.

Cariño y límites

Al contrario de lo que pueda creer Aurora, la protagonista de nuestra historia, lo cierto es que no sólo es posible mostrar cariño a los niños estableciendo límites, sino que el hecho de establecerlos es una manera de quererlos. Además de ser firmes, podemos ser cariñosos y hacerles sentir queridos, algo fundamental para su desarrollo emocional.

Establecer normas de manera firme y conseguir que se respeten es compatible con el contacto físico, un tono de voz amable, la validación emocional y el interés genuino por el bienestar del niño. La investigación vincula esta calidez con un mejor ajuste socioemocional, mayor autoestima y habilidades de regulación emocional en la infancia y adolescencia.

Por ejemplo, si un niño quiere seguir jugando con su tablet más allá del tiempo permitido, un padre que combina calidez con límites podría decir:

“Sé que te estás divirtiendo mucho con tu juego, pero ya hemos acordado que después de 30 minutos se apaga la tablet para hacer otra actividad. Si quieres, podemos leer un cuento juntos o jugar un rato con tus bloques antes de dormir. Es importante cuidar tu descanso y respetar los acuerdos.”

Este enfoque equilibra el amor y la estructura, permitiendo que el niño entienda los límites sin sentirse rechazado o castigado. El padre hizo lo siguiente:

  1. Reconoció los sentimientos del niño.
  2. Reafirmó el límite con firmeza y calma.
  3. Ofreció una alternativa y acompañó.
  4. Demostró cariño y seguridad.

Es un error pensar que la frialdad y poca expresión afectiva nos ayuda a afianzar nuestra autoridad. La calidez paterna y materna favorece mayor disposición a la escucha, el autocontrol y el cumplimiento de normas sin castigos físicos. Como también puede ser un error considerar que si marcamos límites y establecemos normas seremos padres autoritarios.

La historia de Aurora refleja la realidad de muchos niños criados bajo un estilo parental autoritario, donde la disciplina estricta deja poco espacio para la comprensión y el afecto. Sin un equilibrio entre normas y conexión emocional, los niños pueden crecer con inseguridad y dificultades para confiar en sí mismos y en los demás.The Conversation

Martha Rocío González Bernal es decana de la facultad de Psicología y Ciencias del Comportamiento por la Universidad de La Sabana.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.