El mes de octubre, en el modo fútbol en Alcalá, es el mes canario. De Las Palmas, en su versión B, hasta el Tenerife también en su cara B, como los discos de éxito de los sesenta, aquellos históricos de microsurco, para terminar a mitad de semana con el formato de mayor cuantía del equipo chicharrero, el que hizo historia de la mano de Jorge Valdano, en 1992 y 1993, con Quique Estabaranz, Fernando Redondo, Agustín como portero después de haber defendido al Real Madrid….y Pier, quien pasados quince años terminaría su biografía deportiva en el Alcalá.
El “tenerifito” o “minitenerife”, con establecimiento de cariño, llegó al Municipal del Val a bordo del autobús de la flota Chapín, cuyo conductor paseaba arriba y abajo de la avenida complutense ajeno a cuanto sucedía en el terreno de juego, quizá en espera de terminar su servicio el próximo martes. El equipo de la afición come chicharros, pescado barato pero jugoso, se presentó con la camiseta blanquiazul elegante, con mucha historia a sus espaldas, con una excelente configuración, con Ulloa, Trilla, Omar Sánchez y Juan Ybarra, como principales exponentes de una formación joven, equilibrada y con el orden por norma de la casa. La misma casa liderada técnicamente por el entrenador Leandro Cabrera, Mazinho para los amigos, seguro que en memoria del estupendo centrocampista brasileño del Deportivo de La Coruña, solo que el Cabrera isleño exhibía una tez tostada de envidia pero empañada por un chándal de color de una voluntad gris, así como afanado en lides metalúrgicas.
Dicho todo ello para meritar los valores del Alcalá, que ganó muy esforzadamente al líder de la categoría, amén de la neutralización de un penalty por parte del portero Pantoja, amén de tres expulsiones más la del entrenador Vivar Dorado, amén de una prolongación con mezcla de ansiedad, angustia, asfixia, sinsabor, aflicción, congoja, a partes iguales. El Mazinho canario, ciertamente parecía de aspecto bonachón con inclinación a la evitación de la bronca, pero no fue apreciado por la grada, que hacía esfuerzos por añadir literatura y le decían que “este está para coger plátanos”, hasta “podemita” le imputaba un señor, en medio de la aceptación del técnico de una profesión hasta arriba de incomprensión. Algo, y luego algo más, aportó el árbitro Héctor Rodríguez Carpallo, natural de Salamanca, quien se aproximó a la veintena de tarjetas entre las de color amarillo y las de estampa roja. Javi Hernández fue uno de los agraciados con el color rojo de la amonestación, no sin antes seguir con la seducción del gol, en el minuto 40 del primer tiempo, en una acción amaestrada con la preparación y la ejecución, ambas de enorme calidad. Su ausencia tras pasar por el comité de competición habrá de ser llorada amargamente.
El espacio habitualmente ocupado por las Brigadas Alcalaínas estaba despejado con lucimiento de blanco nuclear en los asientos. Pancarta en su lugar con leyenda “en las buenas somos todos, en las malas estamos solos”, lo que hace presagiar una actuación del club por mala conducta sobre todo en el exterior, que al parecer se nota más. Al término del partido, las dotaciones de policía se acercaban raudas con acompañamiento acústico quizá en ayuda del colegiado salmantino, el mismo que se quedó sin banda magnética en las tarjetas únicamente por uso y abuso de las mismas.
El martes llega el Tenerife de los mayores, aquel de Chano, Diego Latorre y aquellos memorables jugadores.
Antonio Campuzano.































