¡Por fin! Por fin después de cuarenta años he podido celebrar un San Valentín como dios manda. Llevaba toda la vida queriendo festejar el 14 de febrero y no había manera oiga. Qué forma de resistirse el puñetero Cupido. El 80% de los años no tengo pareja y para dos que creí que tenía a quien demostrarle mi amor, el primero directamente me ignoró y el segundo me regaló unos cuernos (hay que ser generoso y detallista… no digáis que no).
Dicho esto, lejos de reinar en mí el despecho y el odio profundo a esta fecha patrocinada por El Corte Inglés (hace años), y ahora por Amazon, Ebay y Aliexpress, yo nunca he perdido la esperanza de poder hacer algo especial el 14 de febrero.
Este año, para no perder las buenas costumbres, ni me planteaba la posibilidad de celebrarlo, pero cayó en mis manos un «meme» que me hizo mucha gracia. Rezaba algo así como: «Les informo que se acerca el 14 de febrero. Así que, si alguien me ama en secreto, me avisa». Así que allá que fue la graciosilla de turno a compartir el chiste por sus 200 redes sociales… con guasa y quién sabe si con la esperanza inconsciente de que un admirador secreto decidiera salir del anonimato.
Y así pasó… cuál fue mi sorpresa cuando a los pocos minutos de compartirlo recibo toda una declaración de amor por Whatsapp, con propuesta Sanvalentinera incluida.
Cualquiera le decía que no a una invitación a cena para dos el 14 de febrero. Me faltó tiempo para aceptar gustosa porque tenía claro que era imposible que surgiera un plan mejor.
Es más, cuando sugerí cenar en su casa se negó rotundamente y me mandó una docena de restaurantes cuquis, románticos y de moda para que eligiera el que más me apeteciera conocer.
Llegó el día, estrené vestido y taconazo y cuando llegué al restaurante allí estaba ella… mi amiga Marisa, mi Romeo este San Valentín, la persona que con un «amiga yo te amo» dejó a su novio solo en casa para cenar conmigo y regalarme una velada perfecta.
Fue divertido que los camareros nos acomodaran en un lugar íntimo y acogedor «donde no nos molestara nadie», dando por hecho que éramos pareja, y más chistoso aún fue compartir espacio con una pareja de chicos guapísimos que hacían manitas por debajo de la mesa y se comían los morros entre plato y plato.
«Lo prometido es deuda» me dijo… cena romántica, luz tenue y vino. ¿Hay mejor forma de celebrar una amistad de casi veinte años?
A mí no se me ocurre… me fui a casa con una sonrisa de oreja a oreja y le di las gracias a Marisa por haberme hecho disfrutar del San Valentín más bonito hasta la fecha.
Y es que lo digo siempre… mis amigos dejan el listón tan alto que el día que llegue un novio lo va a tener crudo para estar a la altura.
Cupido, te perdono la falta de puntería con las parejas porque con mis amigos siempre has dado en la diana.
¡Gracias!