El ministro de Justicia Rafael Catalá, frente a todo pronóstico, está manteniendo el pulso de la calle como representante del poder ejecutivo. Y lo está haciendo en momentos adversos para el partido en el gobierno, adversidad advertida con contundencia en las encuestas públicas y privadas, que hablan de la punición que los votantes tienen preparada al Partido Popular nada más puedan ejercer ese derecho de penalización electoral.
Ante la aparente monstruosidad moral que entraña el fallo judicial contra el grupo La Manada por su participación criminal en Pamplona, existen dos corrientes que opinan sobre el comportamiento del titular de Justicia del Gobierno: o el silencio o la elocuencia. Catalá ha sido elocuente, pero elocuentemente inclinado hacia la opinión dominante en barrios y manzanas. Aun así la corriente de rebaño lanar habla simultáneamente contra los jueces de Pamplona y contra el ministro.
Nada parece a favor de cuánto provenga de PP, de gobierno de PP, de ministros de PP. «Hay días que parecen una celebración de la crueldad», dice con aporte de luz Adam Zagajewsi, en «Asimetría» (Acantilado, 2017). El PP parece contar con periodos de más crueldad asociados a la crueldad del autor polaco.
Ello habla de la banalidad que acompaña muchas veces a las modas. Lo que escandaliza a muchos ciudadanos no puede servir con idéntico resorte emocional a los ministros. Ya le dijo De Gaulle a un ministro francés de la época que un «representante del gobierno de Francia no podía tener estado de ánimo». La conexión de miembro del ejecutivo con la coincidencia general puede terminar con el ministro en la consternación por haber manifestado algo que tiene residencia en la conversación consuetudinaria. Si un ministro se alía con el mutismo resulta estar alejado del pálpito humano, pero si hinca su disposición en la mantequilla del mundo está entrando en terrenos que no le corresponden al margen completamente de la ventilación civil que no puede violentar con opiniones personales.
Catalá «ya tiene suficiente -como decía H.M. Enzensberger, siempre genial, en Reflexiones del señor Z- de verse condenado a la contemporaneidad». Cotos vedados en manifestaciones y contenidos se ubican frente a frente incluso de los ministros de Justicia.