No es difícil suponer por qué una calle recibe el nombre de un gremio. Sí es curioso que la casa de todos los alcalaínos, la casa que tiene abiertas sus puertas para todos sus vecinos, haga esquina con la calle Cerrajeros… Pero claro, la calle estaba antes que el ayuntamiento y antes que el consistorio el conocido como Convento de Agonizantes. El colegio-convento de Clérigos Ministros de los Enfermos de San Carlos Borromeo y de San Camilo de Lelis era conocido así porque sus religiosos contaban entre sus obligaciones con la de dar auxilio espiritual a quienes estaban a las puertas de la muerte. Sería un par de siglos después cuando el ayuntamiento se mudara a este edificio y un siglo después cuando aquí se decidiera custodiar una partida bautismal que fue cerrada a cal y canto, para su protección, a solo unos metros en la calle Cerrajeros, la de Cervantes.
Guerra Civil, la Iglesia de Santa María conserva el libro de partidas bautismales en la que está inscrito Miguel de Cervantes. Su párroco, César Manero, busca la ayuda de dos vecinos de confianza. Uno de ellos, Juan Raboso, tenía casa en la calle Cerrajeros. El otro, Francisco del Río, hojalatero, se encargó de sellar la caja de galletas en la que introdujeron el libro. Después la ocultaron en el pozo de la casa de Juan Raboso. No era un mal destino para la partida cervantina. No solo porque eso la salvaba de la destrucción, sino también porque desde la casa, desde dos ventanas se podía divisar el Corral de Comedias. Dicen incluso que su pozo y el de la casa bebían de las mismas aguas. Finalizada la contienda, sacaron la caja y la entregaron con el valioso libro en su interior al ayuntamiento.
Desde el año pasado una placa en la fachada de la misma casa reconoce su valor. Discreta, como aquel plan para salvar el libro, se puede ver en el número 8 de la calle Cerrajeros.
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