Desde la Biblioteca de Babel
Fue a comienzos de los años setenta cuando el poeta Juan de Loxa consiguió arrastrar la timidez de Carlos Cano hasta París. Allí no solo logró que cantara algunos poemas de Federico García Lorca –en un acto organizado por la Unesco en la librería “Shakespeare & Co”– sino que expresara además, en un francés algo macarrónico, lo que en aquellos años de plomo sentían los jóvenes granadinos por la obra del poeta asesinado. Interpretó ante un público entregado –entre otros temas musicados por él– la “Gacela de la raíz amarga”. Enigmático poema perteneciente al Divan del Tamarit con un final inquietante: «¡Amor, enemigo mío, / muerde tu raíz amarga!». Íntimo recital grabado en una cassette que conservé durante largo tiempo como preciada reliquia y un día presté al crítico musical Fernando G. Lucini que supongo hizo muy buen uso de ella. Hoy aquella Granada que Alberti confesaba no haber visto todavía, a mí se me ha ido quedando algo desdibujada por la distancia que inexorablemente marcan los desaparecidos: Carlos Cano, Ángel Luis Luque, Mario Maya, Claudio Sánchez Muros, Enrique Morente… y Juan de Loxa. Sin embargo todavía regreso de vez en cuando a ese Lorca tanto tiempo silenciado, pero que con valentía se reivindicó para siempre en Fuente Vaqueros una tarde de junio de 1976, con la complicidad en el recuerdo de Poesía 70, Juan de Loxa, Manifiesto Canción del Sur y Carlos Cano, porque ellos tuvieron mucho de culpa.
Los sonetos
El 17 de marzo de 1984, el diario ABC sorprendía con una foto de Lorca en su portada, anunciando toda una primicia contenida en las páginas interiores del “Sábado Cultural”, la reproducción de once sonetos inéditos del poeta, prologados con un extenso, lúcido y aclaratorio estudio de Miguel García-Posada titulado “Un monumento al amor”, quien ante tan sorprendente descubrimiento, no dudaba en afirmar que: «…ese acento quemado, trémulo y exacto a un tiempo, solo tiene parangón en lengua española con san Juan de la Cruz…». Al parecer el poeta, ilusionado y enamorado, deseaba titular tan ambicioso proyecto con el escueto título de Sonetos, en homenaje a la obra homónima de su admirado Shakespeare. En la primavera de 1935 le comentaba a su amigo Joaquín Romero Murube: «¡Cien sonetos, Joaquín, como los de Shakespeare!». Del dramaturgo inglés se conocen ciento cincuenta y cuatro, magníficamente traducidos al castellano por Agustín García Calvo (Ed. Anagrama). Los sonetos del poeta granadino ni siquiera alcanzan la docena y si llegó a existir un manuscrito más completo y definitivo, la guerra civil se lo llevó por delante, porque a quien iban dirigidos aquellos poemas de amor oscuro, de los que presumiblemente guardaría copia, murió justo un año después del asesinato del poeta: el 18 de agosto de 1937 en el frente de Bilbao y su casa madrileña quedó destruida por los bombardeos de los sublevados.
El crimen fue en Granada
Cuando en 1986 se cumplían cincuenta años de aquella vil ejecución en Víznar. Miguel Narros desde el Teatro Español y Lluís Pasqual al frente del Centro Dramático Nacional, consiguieron convertir los escenarios en un continuado acto de desagravio. Un homenaje vivo que se alargó durante meses con el montaje de La casa de Bernarda Alba dirigido por José Carlos Plaza o el espectáculo colectivo 5 Lorcas 5 con la inolvidable puesta en escena del Diálogo del amargo, interpretado por Antonio Banderas y Nacho Martínez. Los pintores José Guerrero y Frederic Amat realizaron los carteles que anunciaron exposiciones, conferencias, recitales… Como cierre, el 12 de diciembre, Lluís Pasqual presentaba en el Piccolo Teatro di Milano el estreno mundial de la obra inacabada de Federico García Lorca. Un mes más tarde El público iniciaba sus representaciones en el Teatro María Guerrero de Madrid. Su director afirmaba entonces: «Yo quería dar a conocer al que llamábamos el «otro» Lorca; el Lorca moderno y avanzado a su tiempo en la osadía de su contenido y en su revolución formal. Una obra inédita de Lorca que ha sobrevivido y que ahora se nos ofrece virgen, misteriosa, rotunda».
Los Sonetos en la voz de Amancio
Como complemento en aquel tiempo de homenajes lorquianos, durante el mes de abril del 86 se programó en el Teatro María Guerrero un recital de Amancio Prada con dirección de Lluís Pasqual, que ante el éxito de crítica y público, hubo de repetirse a lo largo de todo noviembre. Diez años antes, Amancio había acometido el Cántico espiritual de san Juan de la Cruz; ahora, enlazando con Lorca a través del sutil hilo conductor que ya apreciaba el crítico García-Posada, emprendía un camino que al parecer le sugirió María Zambrano como: «Nupcias de palabra y musicalidad». El resultado fueron los once Sonetos con la voz secreta del amor oscuro que se entrelazaban en aquellos recitales, formando un todo y mostrando al Lorca moderno y avanzado a su tiempo -como defendía Lluís Pasqual- a través de la osadía de unos versos a veces descarnados por la tortura de la ausencia: «Tengo miedo a perder la maravilla / de tus ojos de estatua y el acento / que me pone de noche en la mejilla / la solitaria rosa de tu aliento.». Sobre el escenario del Teatro María Guerrero, acompañado al piano por Agustín Serrano y al saxo por Pedro Iturralde, la voz de Amancio alcanzaba los ecos del poeta perdido, el mismo que mucho antes trataron de recuperar Carlos Cano y Juan de Loxa en París. Más de treinta años nos contemplan desde aquellos recitales memorables del María Guerrero, pero Amancio sigue regresando continuamente a Federico, lo enlaza a veces con Rosalía y incluso es capaz de reunir en torno a él, a María Zambrano, a Juan Gil Albert, a san Juan de la Cruz, a Jorge Manrique, Lope de Vega y hasta Teresa de Jesús. Interpreta sus canciones y las va mezclando con retazos de su propia trayectoria vital. Hace unos días nos los presentó a todos -una vez más- en el Corral de Comedias. El resultado final: un irrefrenable deseo de regresar siempre a la poesía y, por supuesto, también a su voz para volver a escuchar los versos de Agustín García Calvo, Chicho Sánchez Ferlosio, Alvaro Cunqueiro, Antonio Pereira, Léo Ferré, Antonio Machado, Miguel Hernández…