Con más de treinta años de responsabilidad pública municipal en el pueblo vecino de Villalbilla, el alcalde Antonio Barahona se despide de ustedes. A la manera del título autobiográfico de Jorge Semprún, quien en 1992 firmó la obra “Federico Sánchez se despide ustedes”, para contar su vida de sobresaltos y seducción política con el nombre clandestino al que unió su vida de persecución y sacrificio en España y en la Europa en guerra. A cada cual según sus necesidades, pero la dedicación y el mérito sacrificial del dimitido alcalde adquieren niveles nada despreciables.
Aparecido en la superficie de Villalbilla en los primeros años noventa, liberó sus instinto de administrador público cuando el pueblo tenía 1800 habitantes, según las series históricas de la Comunidad de Madrid, y este es el momento en que la población toca los 20000 moradores, diez veces más, para lo cual se necesita una oferta de suelo residencial y una potencia de servicios verdaderamente notables. Al asentamiento histórico de Villalbilla, con desglose de hitos suficientemente narrados en anales y estudios para la ocasión, al final del siglo XX le creció el fenómeno de las urbanizaciones, cuyo diseño no reunió precisamente los usos y costumbres de sensatez urbanística. Entre los puntos residenciales más alejados entre sí del pueblo de Villalbilla puede haber más siete kilómetros. Pues este jeroglífico adornado con misterios de convivencia, gentes tan diversas en parámetros económicos, dedicaciones laborales y profesionales, soluciones urbanísticas, tienen el mismo código postal. Este Villalbilla se ha desarrollado en pie de igualdad con el crecimiento del hombre que ahora desaparece de la escena política.
Veintidós años ha ocupado el sillón presidencial de la alcaldía, siempre bajo la bandera de conveniencia de la independencia de los partidos políticos al uso, lo que no es en justicia un plus de generosidad. Aquí no hay paraguas financiero ni campañas sobrevenidas. Solamente el arma poderosa del carisma pudo obrar el milagro de la multiplicación de los votos en favor de una candidatura independiente, para lo cual era necesario traspasar el ostracismo al Partido Popular y el PSOE, especialmente al primero, que presume de liderazgo en las citas electorales generales. Barahona, en estos treinta años de mandato municipal, ha obrado la acrobacia armónica de conformar equipos de gobierno en general homogéneos cuyos dos retos solían ser los mismos, ejecución de presupuestos con contento de la ciudadanía y prueba de contraste cada cuatro años con retrato en las urnas. Únicamente en 2007, se produjo el tambaleo de la mayoría gobernante de Antonio Barahona, con su formación independiente, para lo cual fue necesario un histrionismo inmoral de PP y PSOE, sobre el cual solo este último reaccionó a tiempo con expulsiones de tejido insano, fuera de la organización. Tras aquel experimento incompatible con la dignidad y la higiene institucionales, con grandes desperfectos en la economía municipal y alguna condena en los tribunales de alto contenido simbólico, se devolvió cuatro años después el mando a la fuerza independiente proscrita para reconstruir la superficie demolida.
El dimisionario primer edil, avanzados los setenta años, entrega la vara de madera noble de la primera autoridad porque su salud compromete la actividad. No se puede presentar, no obstante, la biología como impedimento, que Adenauer empezó la reconstrucción de Alemania 73 años después de haber nacido. De la cámara hiperbárica que bombea oxígeno a su desgastado organismo hasta el salón de sesiones donde se produce el relevo de más prosodia de la política local del corredor del Henares.
Que se sepa, Villalbilla no es conocida por el fatuo juego de hermanamientos que aparecen en las wikipedias que andan por el mundo. No hace falta irse a Aquitania para descubrir rasgos de fraternidad entre los pueblos. La formación independiente de Antonio Barahona ha llegado en varias ocasiones a ganar en votos en todos y cada uno de los distritos electorales, allí donde hay plan y concepto urbano desarrollado y sostenible, allá donde existe ADN de conservación de identidad de villorrio. Los responsables de salpimentar las áreas residenciales de Villalbilla sin ánimo concéntrico, una mancha residencial a cinco kilómetros de la otra, en tiempo anterior a la llegada del ahora dimitido, crearon una divisoria de sensibilidad del recién llegado portador de un fuerte poder de renta y el ya asentado con carga de historia, en muchas ocasiones tentado del “Hacer Villalbilla Grande Otra Vez”. Barahona encontró la fórmula de entendimiento entre ambas propuestas sin necesidad de mediador internacional. Villalbilla se posiciona año tras año entre los puestos 25 y 30 por renta en la Comunidad de Madrid. Respeto a la tradición, sí, pero donde se jugaba a la taba ahora se juega al pádel, del mismo modo que las verduras salteadas aún no han acabado con las gachas.
El equilibrio se hizo carne y habitó entre nosotros. Villalbilla y Antonio Barahona, categorías ambas unidas la una a la otra.