El catedrático, del departamento de Historia y Filosofía de la Universidad de Alcalá, confecciona un fichero sobre las margaritas para comprender cuál era su papel político y personal en este período donde participaron 23.000 mujeres en las secciones femeninas.
El carlismo fue un movimiento político nacido a raíz de la muerte de Fernando VII a principios del siglo XIX, el cual marcó la manera de entender un mundo que renacía de entre los rescoldos del Antiguo Régimen e intentaba beber de las premisas liberales de la Revolución francesa. Esta disputa entre aquellos que percibían en Isabel II, hija del monarca, una oportunidad para modernizar la institución y los que defendían a Carlos María Isidro como el legítimo heredero con el objetivo de mantener una doctrina rígida provocó las llamadas guerras carlistas. Las desavenencias y los costes económicos y sociales hicieron que el ya constituido como partido político fuera debilitándose, aunque durante la Guerra Civil y la dictadura franquista volviera a cobrar protagonismo.
No cabe duda de su influencia y prominencia en la historia contemporánea del país, razón por la que sigue suscitando numerosos estudios historiográficos, como los de Antonio Moral Roncal, catedrático del departamento de Historia y Filosofía de la Universidad de Alcalá, quien indaga en la presencia y acción de las mujeres, conocidas como margaritas. “Desde hace tiempo estamos formando este fichero, lo cual resulta difícil y lento debido a la escasez de fuentes, por lo que tenemos que bucear en documentos temáticamente laterales y en prensa escrita, como periódicos, boletines, folletos, por ejemplo. Como se sabe, la historia de la mujer tiene esa dificultad: buscar las fuentes y el rastro que ha dejado en el pasado”.
“El carlismo se formó por un aluvión de esperanzas y temores. Hubo quienes consideraron necesaria la defensa del Viejo Orden, al temer la supresión de los fueros, privilegios y leyes privativas ante la idea de ‘igualdad legislativa’ de los liberales. Pero no solo de estamentos o grupos sociales, sino de ciudades y territorios”, esta batalla campal que afectó a una sociedad involucró, también, a las mujeres. “Actuaron como transmisoras familiares de la ideología, como apoyos morales, como enfermeras, recaudadoras de dinero para la causa, escritoras y divulgadoras, organizadoras de manifestaciones religiosas de apoyo, entre otras cuestiones”.
Las margaritas, un signo de independencia en el sector conservador
Esta denominación se deriva del nombre de Margarita de Parma, esposa del pretendiente al trono Carlos VII, cuya labor sanitaria fue reconocida durante la III Guerra Carlista, impulsando los hospitales para heridos en combate no solo en el frente sino en retaguardia, tanto en España como en el sur de Francia. “Los carlistas potenciaron su imagen y recuerdo como ‘ángel de la Caridad’ y de ahí que las militantes tradicionalistas se llamaran ‘margaritas’ en su honor. Poco se sabe de ellas entre 1875 y 1931, siendo la etapa republicana la que más fuentes parece poseer para estudiarlas, como los Boletines de Orientación Tradicionalista, las menciones en la red de prensa del carlismo durante esa época –que creció a nivel nacional–, la documentación custodiada en algunas instituciones, como el Archivo General de Navarra o los archivos cedidos por particulares a la Universidad de Navarra”.
El historiador se esfuerza por relatar la memoria de las integrantes del movimiento mediante la reconstrucción documental, quienes en la dictadura de Primo de Rivera ya asumían los cargos de concejales, que no alcaldesas, en los ayuntamientos y algunas habían sido propuestas para ocupar un escaño en la Asamblea Nacional Corporativa, asevera. “En 1936, la Comunión Tradicionalista calculó más de 23.000 mujeres encuadradas en sus secciones femeninas. Ellas fueron también parte de la población española de aquellas décadas, con ideas diferentes a las feministas indudablemente, pero si queremos conocer el pasado debemos estudiar no solo a una parte de esta sino a toda la posible. Y, al aceptar la modernización organizativa que implicó su movilización masiva, tal vez sembraron la idea, en sus propias mentes, de la legitimidad del salto a la esfera pública de la mujer”, subraya el experto.
Una famosa líder del movimiento, encuadrado en los años 30, fue María Rosa Urraca Pastor, una de las tres consejeras nacionales en el Primer Consejo Nacional del Movimiento: “Existe una visión popular, pero errónea, sobre la situación de la mujer, sobre todo urbana, en las primeras décadas del siglo XX. Hubo mujeres que decidieron realizar el salto del hogar a la palestra política y social, desde la izquierda hasta la derecha. Hubo un hecho clave: la transformación de la militante social católica. Frente al modelo del siglo XIX, mujer mayor, casada y de clase alta, la Acción Católica de la Mujer impulsó el nuevo modelo de mujer joven, con estudios, soltera y de clase media”.
En el caso de Urraca Pastor, la asistencia social que había practicado en la década anterior le otorgó el prestigio y los contactos necesarios para saltar a la palestra política. “En el caso de la Comunión Tradicionalista Carlista, se impulsó su sección de margaritas, elevándose como indiscutible jefa y modelo a Urraca Pastor, que pasó de ser inspectora de trabajo y activista católica a modelo de mujer carlista. Sin embargo, los hombres tradicionalistas se dividieron todavía entre quienes la apoyaron sin fisuras y aquellos que, si bien reconocieron su trabajo, no le facilitaron el escaño en el Congreso. Aceptaron que la mujer acudiera a la política si la familia y la religión estaban en peligro, pero consideraron que, una vez pasado esa situación –a partir de 1939– debían volver al hogar. Miles de hijas y esposas de carlistas se movilizaron en los años 30 y es un tema interesante de investigar”. Este contraste dentro del movimiento dio lugar a disputas en cuestión de género.
Una España compleja y difícil
El experto, también miembro de la Real Academia de la Historia, participó en el Seminario Internacional Ignacio Larramendi y la dinamización de los estudios históricos sobre el carlismo, enmarcado en el centenario del nacimiento de uno de los empresarios españoles más importantes del siglo XX. El interés suscitado por este tema comenzó cuando acudió a una de las charlas impartidas por el profesor Alfonso Bullón durante los cursos de verano de la Universidad Complutense de 1992 que lo han llevado hasta estas pesquisas. Asimismo, en paralelo, el profesor de Historia Contemporánea está implicado actualmente en un estudio sobre el centenario del desastre de Annual (1921) durante la guerra del Rif.
La fascinación por este período le ha dado a Antonio Moral densas reflexiones acerca del significado de una época tan decisiva en la historia nacional: “El paso de una sociedad de Antiguo Régimen al Nuevo Régimen Liberal me parece fascinante, porque hubo tanta ilusión y esperanza en el camino hacia la Modernidad como temor, miedo y desencanto ante las nuevas ideologías revolucionarias. Acerca del siglo XX, tendríamos que aprender más de esto y de las difíciles transiciones políticas contemporáneas para sentirnos mucho más orgullosos de nuestra transición y constitución de 1978”.