Ciudadanos sigue siendo uno de los partidos de más difícil lectura en los trabajos de sondeos electorales y demoscópicos, de predicción de futuro comportamiento. En solo seis meses, de diciembre de 2015 a junio de 2016, últimas y penúltimas elecciones generales, el partido de Albert Rivera perdió 380.000 sufragios, cuando todo parecía indicar que las distancias entre PP y C,s iban a ser mucho más ajustadas.
En el terreno autonómico, las dos comparecencias de referencia cercana, la de Catalunya y la de Andalucía, han resultado de sustancia muy prometedora. En Catalunya ganó las elecciones, con el liderazgo acusado de Inés Arrimadas, y en Andalucía, recientemente, cosechó la tercera posición con un alza contundente de votos y de actas. Del mismo modo que no fue posible formar gobierno en Catalunya, sí lo ha sido en Andalucía, si bien la presidencia es ocupada por el PP en la persona de Moreno Bonilla, pero con reparto equitativo de carteras para Ciudadanos. Mas no cabe olvidar que la presencia de Vox para que ello fuese posible ha desencadenado verdaderos atragantones en la digestión de la realidad política del partido naranja.
La decisión del partido emergentemente ultra tuvo que decidir entre desbancar al partido socialista de la Junta de Andalucía, pero con lo que suponía de visita al dentista, es decir, estar de acuerdo con C,s, al que llama con frecuencia “veleta naranja” y el “partido del embajador Valls”.
Si bien estos epítetos quizá aporten barniz de humanidad a Ciudadanos viniendo de la obscena formación recién llegada, lo cierto es que las lecciones de historia siempre hablarán del forzado sí, pero real pacto a tres partidos entre PP, C,s y Vox para derribar la estatua socialista de Andalucía. No es lo mismo haber permitido el gobierno de Susana Díaz durante cuatro años que hacer lo contrario, pero habiendo compartido la comunión con los mismos sacerdotes que Vox.
El grado de toxicidad de Vox en la vida política nacional no ha hecho más que empezar, y si faltase alguna idea por parte del caladero nacional, ya vendrán aportaciones de los “populismos” neofascistas de Europa y Brasil. La convivencia en Andalucía de Ciudadanos con Vox en parlamento y organismos va camino de convertirse más en un trabajo que en un entusiasmo, algo así como dice Jorge Edwards en su segundo tomo de memorias, “Esclavos de la consigna”, Lumen, 2018, a propósito de su estancia diplomática en la patria de Fidel Castro: “pisaba Cuba como una extraordinaria advertencia”.
El partido negacionista de los progresos de la transición no desperdiciará oportunidad alguna de provocar disgustos a C,s y se cuentan por días las veces que C,s se arrepentirá muy probablemente de haber contribuido a un cambio con la necesidad aritmética de Vox. Pero no eso lo malo, con ser bastante, sino que hay potencial para el crecimiento del malestar en el partido naranja. Valls, de seguir, como parece, en dirección a la competencia ganadora en las elecciones municipales por Barcelona, puede convertirse en opción de liderazgo en Ciudadanos, máxime si se recurre al recuerdo cercano de las cautelas abierta y públicas que hizo con respecto a la necesidad de Vox para una solución alternativa democrática, lo que representa un ejemplar oxímoron.
Con Vox, las soluciones siempre dejarán una pátina de descrédito para cualquier tentativa en el juego democrático. Otra figura que debiera ser creciente en C,s es Inés Arrimadas, cosechadora de la mejor opción de voto en Catalunya. Ahora mismo, hoy por hoy, Ciudadanos se encuentra en la peor de las encrucijadas programáticas e ideológicas que pueden asaltar a un partido. Porque la opción permitida de pasar a la historia como miembro de “las tres derechas” vicia del tal modo su pertenencia a la neopolítica que la hace indistinguible de un Partido Popular que parece francamente feliz con el alineamiento con Vox para el derribo del socialismo ancestral andaluz.
Albert Rivera tiene una tarea pendiente de una laboriosidad colosal como es la de construir una arquitectura en la que gane más su configuración de nueva política que le hizo emerger hace unos años, lejos del lastre que opone este último tropezón estratégico para el que no se sabe si podrá entonar palinodia de retracto. Rivera tiene un serio problema de conciencia, el de pensar que quizá ha sobrepasado lo racional y también lo emocional a la hora de separarse y la elección para hacerlo del socialismo andaluz. Vox es un problema, en este mismo instante, sobre todo para Ciudadanos. Oportuna pudiera ser la cita de Richard Ford, en “Entre ellos”, sobre sus padres, en Anagrama. Dice de su padre “la conciencia y la conducta discurrían por la misma vía”.