Curiosidades de Alcalá: «Los Serenos, las farolas y el aceite» / Por Mª Jesús V. Madruga

LOS SERENOS DE ALCALÁ, LAS FAROLAS Y EL ACEITE

Hace mucho, mucho tiempo, Alcalá tuvo serenos, igual que Madrid y otras muchas ciudades. ¡Qué tiempos!

Vigilaban las calles por las noches, conocían a los vecinos, encendían y apagaban las farolas, se encargaban de que se repararan y cobraban 2 pesetas diarias en el siglo XIX. Numerados del 1 al 12, cada uno tenía asignada una zona de la ciudad y como no todas eran iguales, alguno protestaba por tener más recorrido, más farolas y por tanto más trabajo. Es el caso de Eladio Azaña, sereno en 1851, que tenía a su cargo 24 farolas, más que ningún otro sereno y pide se repartan mejor entre sus compañeros.

Por esos años, la ciudad estaba dividida en cinco distritos; el 1º, 2º y 3º, tenían 16 farolas cada uno, el 4º tenía 15 y el 5º 25, en total 88 farolas. No, que nadie compare con el alumbrado público actual, eran otros tiempos.

Además, el número de farolas aumenta con el paso de los años, igual que el de serenos, porque unos años antes de la fecha citada, había 76 farolas, repartidas entre Bonifacio González (13) Cándido Gómez (16) Gervasio Alcalde (14) Mariano Molina 9, etc. También cambian los faroles, los había de reverbero de a 5 onzas de aceite; otros 7 eran antiguos a 2 onzas y otros de mano a 3 onzas.

Que las 60 pesetas mensuales que cobraban los serenos eran insuficientes, lo demuestra el hecho de que tuvieran otros trabajos. Y también de que a veces, faltara una parte del aceite de las farolas.

En 1884 desaparecen 33 libras de aceite, así que la Corporación municipal decide investigar a los serenos y también acuerdan reducir el gasto de alumbrado público cortando las mechas de las farolas, de 10 y 12mms a 7mms: Lo llamaron pomposamente “Reforma del alumbrado público”

Además, los serenos tenían sus diferencias y no se llevaban muy bien entre ellos. Ese año, el cabo de serenos informa que los serenos números 5 y 12, Cosme González e Ignacio del Amo, no se encontraban en su trabajo la noche del día 17 de 12 a 2 de la madrugada; el primero por estar en la panadería de Tomás Fernández y el segundo por estar borrachín perdido.

Entonces, los serenos contestan a la autoridad municipal que el cabo dijo estar enfermo, pero no para repartir la leche de burra cada mañana. Donde las dan las toman…

Otro día se le dijo al alcalde que faltaban 2 serenos y no, faltaban 5, nada menos, o sea, casi la mitad.

El concejal encargado de los serenos dijo haber despertado a uno de ellos de un puntapié y que los primeros que llevaron reses de cerda al matadero fueron los serenos y se pregunta ¿Cómo pueden pagar semejante gasto con un jornal de 2pts diarias?

El tema no olía, atufaba a aceite, a leche de burra, a pan…

Así que, visto lo visto, el Ayuntamiento decide finalmente imponerles una pena de 10 días sin sueldo por la falta del aceite, además de sacar 12 plazas de serenos suplentes. Pero en el país de la picaresca…

Ese mismo año de 1884, el sereno Eduardo Fernández Álvarez denuncia al cabo de serenos, Juan Herranz Concha, por estafar aceite de petróleo de las farolas y que los serenos 1 y 6 también se llevaron aceite a la casa del cabo y los serenos 7 y 10 ayudaron al cabo a su mudanza de casa y se llevaron dos latas de aceite de las farolas.

El cabo declaró que una lata estaba vacía y que se llevó 2 cuartillos porque no tenía para comprarlo, pensando que al alcalde no le importaría esa insignificancia.

Fue multado con 2 días sin sueldo y el reintegro de lo que se había llevado; a Elías Romero, por cómplice, 1 día sin sueldo y al denunciante se le amonestó porque debió denunciar en el momento en que ocurrieron los hechos y no tras tener problemas con el cabo.

En 1887 El Ayuntamiento encarga la fabricación de 19 farolas; el maestro vidriero Juan Goyoaga se ofrece hacerlas por 37,50pts cada una, era el más barato, así que es de suponer que las hiciera él, aunque no he encontrado el documento que lo confirme. La mayoría de esas farolas eran para la plaza Mayor, hoy de Cervantes.