¿Debemos enseñar a los bebés a dormir solos toda la noche? / Por Cristina Cruz González

¿Debemos enseñar a los bebés a dormir solos toda la noche?  /  Por Cristina Cruz González

Imaginemos el escenario de una noche cualquiera. Una familia está en casa. Es la hora de dormir, y mamá y papá despiden a su retoño en su habitación leyendo un cuento antes de acostarse. Minutos después el bebé comienza a llorar. Los padres debaten diferentes alternativas: dormir de nuevo con él por solo una noche más, consolarlo y volverlo a dejar solo… Sentimientos de culpabilidad acechan mientras escuchan el llanto incesante.

Esta escena resulta tan común para tantos padres que genera un interesante debate: ¿Es necesario enseñar a los bebés a dormir solos toda la noche? Si es así: ¿cuándo es el mejor momento?

La exterogestación: recién nacidos dependientes

A diferencia de otras especies que pueden valerse por sí mismas a las pocas horas de nacer, un bebé humano es completamente dependiente. Esta “gestación fuera del útero” es conocida como exterogestación, una fase crucial en la que el bebé necesita cuidados intensivos que le aseguren una transición segura y afectiva del vientre materno al mundo exterior.

Debido a esto, durante nuestra edad más temprana, el contacto físico y la proximidad con los cuidadores son esenciales. De hecho, en muchas culturas dormir junto los padres (comúnmente llamado colecho) es una práctica habitual, ya que permite a los bebés sentirse más confortables, seguros y regulados emocionalmente. Además, investigaciones en esta línea han descubierto que, para los más pequeños, dormir separados de papá y mamá en los primeros meses de vida podría generar niveles elevados de estrés.

Javi_Indy/Shutterstock.

Crisis evolutivas y la necesidad del apego

Los despertares nocturnos en los bebés no son un simple capricho, sino una manifestación natural de su desarrollo neurológico y emocional. Durante el primer año de vida, atraviesan distintas fases de crecimiento conocidas como crisis evolutivas, en las que el apego seguro juega un papel fundamental.

En este periodo, los bebés empiezan a reconocer que ellos y su madre son seres separados, lo que puede generar incertidumbre y emociones complejas. Un ejemplo claro es la angustia por separación, que suele surgir alrededor de los 8 meses y provoca una mayor necesidad de contacto con sus cuidadores para sentirse protegidos.

Cuando un bebé se despierta llorando y es consolado por sus padres, no está siendo “malacostumbrado”. Más bien, está recibiendo la confirmación de que sus necesidades son importantes y de que puede confiar en su entorno. Estas respuestas consistentes y afectuosas contribuyen a la formación de un apego seguro, que a largo plazo favorece una mayor autoestima y mejores habilidades para afrontar el estrés.

Dormir solo: ¿una norma cultural?

La idea de que los bebés “deben” dormir solos es una creencia relativamente moderna y profundamente influida por la cultura. En muchas comunidades tradicionales, el colecho es la norma y se considera una forma natural de criar a los niños. Por ejemplo, en Japón, los niños suelen compartir la cama con sus padres hasta los 5 o 6 años, sin que esto afecte su autonomía ni su desarrollo emocional.

Por otro lado, en muchas sociedades occidentales se ha extendido la idea de que dormir en solitario fomenta la independencia infantil. Sin embargo, la investigación sugiere que la autonomía no surge de la separación temprana, sino de la seguridad emocional. Un bebé que crece sintiéndose apoyado y acompañado desarrolla una mayor confianza en sí mismo y mejores habilidades para manejar el estrés en la edad adulta.

¿Cuándo termina la exterogestación?

Investigaciones en esta línea sugieren que una vez pasada la etapa de exterogestación, alrededor del año de vida, es un buen momento para comenzar a fomentar la independencia del niño en el sueño. No es imprescindible esperar a que comprenda explicaciones verbales, ya que los hábitos y las rutinas pueden ayudarle a adaptarse de manera natural.

Para ello, se recomienda establecer una rutina nocturna tranquila, incluir un objeto de apego como un peluche y realizar la transición de forma progresiva. Se puede empezar con siestas en su cama, acompañándolo hasta que concilie el sueño, o colocar su cama cerca de la de los padres antes de moverlo a su habitación definitiva.

¿Existen métodos para enseñar a dormir?

Algunas investigaciones sugieren que técnicas como la “espera progresiva”, donde los cuidadores permiten que el bebé llore en intervalos graduales antes de ser consolado, podrían favorecer periodos de sueño más largos. No obstante, otros estudios advierten de que esta estrategia, si se aplica de manera estricta, podría elevar los niveles de estrés en el bebé y afectar su vínculo con los cuidadores.

El verdadero reto radica en encontrar un punto medio que contemple tanto las necesidades del bebé como el bienestar emocional de la familia. Establecer rutinas relajantes antes de dormir y garantizar un ambiente tranquilo puede contribuir a mejorar el sueño infantil de forma progresiva y sin recurrir a enfoques drásticos.

Más que una “técnica”, una decisión de crianza

Que un bebé duerma solo no es una necesidad biológica, sino una elección de crianza influenciada por factores culturales y familiares. Lo fundamental es comprender que el sueño infantil es un proceso evolutivo, sin una única norma universal. Cuando nace un bebé, también nacen unos padres. Esa conexión permite a muchos conocer desde su interior e intuición cuál es la manera más respetuosa de abordar este tránsito en el sueño nocturno.

La cuestión no es si “deben” dormir solos, sino cómo acompañarlos de la mejor manera posible según sus necesidades y la dinámica familiar. Lo esencial es que el bebé crezca sintiéndose seguro, protegido y amado.The Conversation

Cristina Cruz González es profesora permanente laboral en el departamento de Teoría e Historia de la Educación y MIDE de la Universidad de Málaga.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.