Majadahonda tiene 73000 habitantes y reside en el décimo puesto de riqueza entre todos los pueblos de España, según las últimas y penúltimas estadísticas. El preámbulo tiene una coartada para explicar el resultado final cosechado por la Real Sociedad Deportiva frente al líder de la categoría, que no es otro que el Rayo Majadahonda, hace tan solo seis años militante de la segunda categoría del fútbol español, ahora llamada Hypermotion, y entonces con una denominación ya perteneciente a los misterios de la memoria. Recuérdese que, entre otros, Rodri Hernández, Luis Milla Jr y Marcos Llorente ensayaron sus primeros pasos en esta formación.
Quiere ello decir que las diferencias de calidad con el basamento económico deberían ofrecer una explicación de superioridad convincente, pero no fue así hasta el minuto 37, en que Héctor Torres disputó balón con el visitante Koke para terminar el incidente en penalty. Alexandre López Vila, natural de A Coruña, de 34 años, desde ese momento no solo fue el árbitro del partido, sino el némesis corrosivo del equipo complutense y especialmente de su afición, que se consideraba agredida en su sentido de la equidad frente a un equipo “muy bien asentado en el terreno de juego”, como decían las gacetillas de antiguo. Pena máxima convertida en gol y expulsión del central del Alcalá, lo que da como resultado un partido a partir de ahí “muy condicionado”, como dejaba escapar Borja Sánchez, aguerrido centrocampista de la Real Sociedad Deportiva ausente por sanción, pero presente en la tribuna, confundido en el medio ambiente de la frustración y la protesta.
Vivar Dorado, líder del banquillo local, no podía establecer oposición contra los “elementos”, sobrevenidos en la frontera del descanso, en forma de triple desgracia penalty-gol-expulsión, y apenas podía mostrar como arma mímica su mano derecha extendida con sus enormes cinco dedos tanto para señalar cinco minutos de calentamiento en la banda de sus suplentes como para incitar la colocación de cinco centrocampistas que coartasen la genialidad de un japonés mediapunta llamado Yuya Yoshimura, quien con el número 14 a la espalda, quizá sea el mejor jugador contrario que haya visitado este temporada el municipal de El Val. El dorsal histórico de Johan Cruyff para Yuya, en contraste nominal con el entrenador Guille Fernández González, con cancelación natal fuera del territorio ibérico, de Benidorm para más señas, aunque de vocación internacional viajera pues entrenó en el banquillo del Jamshedpur, destino por un tiempo del referente local Javi Hernández, ayer sin marcar y desconocido ante la realidad del cambio sin ver moverse las redes de la portería.
El segundo tiempo resultó una colección de 45 minutos de impotencia, máxime cuando el segundo gol subió al marcador y la inferioridad fue numérica y luminosa. Vivar Dorado mostraba sus cinco dedos de autoridad y dirección táctica, pero el equipo rayado de Majadahonda con la soberanía de Antonio Amaro (de resonancia del histórico 8 del Real Madrid, Amancio Amaro) armó una estrategia de dominio únicamente contestada con el bramido de la afición rojilla. Entre los insultos de ronquera contra el trío arbitral con la excepción de la línea, Beatriz Cuesta Arribas, indultada por la animadversión complutense, sonó una recomendación llena de rendición ante la superación del equipo rico de abundancia económica y majariego de gentilicio. El lateral Edu Viaña entretenía el balón y el aficionado dijo a voz en grito: “cuelga, que algo pasará”. O sea, comprar décimos de lotería. Pasó y ganó el Rayo Majadahonda.
En primera fila de palco, Javier Ruiz Poo, mexicano y nuevo propietario del equipo de la ciudad de potencia productiva. Hace muchos años, José María Rodríguez Colorado, ya desaparecido, fue alcalde socialista de Majadahonda. Hace mucho tiempo de aquello, ahora un mexicano rige el destino de su fútbol.
Antonio Campuzano.





























