El efecto 4-M vive sus peores momentos. Aquella fecha del año pasado, el cuarto día del mes de mayo, se vivió como el paroxismo de una visión de Madrid en formato territorio y ensayo político de exportación populista en grado superlativo hacia todos los confines de España. Aquella fecha se convirtió en tendencia y el pleonasmo “presidenta, presidenta “acompañado del rostro de la titular, mitad realidad mitad ensoñación se hizo presente para habitar entre nosotros. Esta fobia de la derecha más vindicativa contra todo aquello que suponga profundización democrática y saneamiento de libertades está haciendo agua en menos de un año merced a una erosión producida, una vez más, en el manejo de los recursos públicos. En menos de un año la curva ascendente de la euforia electoral ha truncado su trayectoria por sendos casos idénticos de corrupción en ambas administraciones, autonómica y capital del Estado, sobre cuyo análisis trabaja en estos momentos la fiscalía y la judicatura.
Dice Rafael Chirbes (En la orilla, Anagrama, 2013) que “el dinero tiene, entre otras infinitas virtudes, una calidad detergente” y a este complemento de higiene grosera y excedente se han agarrado los “pillos” de que habla Núñez Feijóo para, presumiblemente, perpetrar sus audaces delitos, acompañados de la coincidencia vitamínica para ensanchar el grosor del ilícito del inicio de la pandemia más criminal en producción de muertes del último siglo. La participación del hermano de la presidenta Ayuso y del primo del alcalde Almeida en el reparto de la nada despreciable “pedrea” china y malaya no resiste prueba de esfuerzo por más que la tolerancia del PP sea muy amplia para cuando se habla de inmoralidad y haya sido inmortalizada en las sentencias condenatorias del partido de la calle Génova.
Thomas Bernhard habla de la familia como “colección de parientes consanguíneos”, al parecer sin apego químico, pero en el Partido Popular es otra cosa. Hay más artesanía y más elaboración cuando alguien de la organización tiene las palancas del gobierno y de la administración de bienes públicos. La depauperación en Madrid del capital político del PP es un futurible que antes o después saldrá a relucir en los sondeos y predicciones porque el común electoral soporta mal la corrupción, máxime cuando alcanza la proximidad familiar.
Ayuso y Almeida llegaron, en 2019, a sus destinos por vías indirectas según las leyes electorales y por carriles más laberínticos aún llegaron a ser agraciados por la designación a través del dedo autor de Pablo Casado, ignorante como es natural entonces del cainita espectáculo que habría de acabar con su efímera carrera política. Es de esperar que no decaiga el escenario tan prontamente delineado por los caladeros mediáticos al PP que pasaba por el archivo de las causas. La Fiscalía europea aporta dosis de verosimilitud al cuerpo de la investigación, que podría tener un recorrido temporal muy cercano al menos a la primavera de 2023, momento de la celebración de elecciones. La repetición del tándem Ayuso-Almeida es una posibilidad ahora entre otras muchas y numerosas. Hace un año el optimismo invadía las superficies electorales.
La corrupción y la familia, “esa cosa curiosa y complicada”, que dice Josep Pla, en El cuaderno gris, se han encargado de rebajar la confianza.