La noticia saltaba recientemente a los medios de comunicación: casi el 10% de las plazas convocadas en junio para profesor de secundaria, FP y escuela de idiomas quedaron vacantes. Las faltas de ortografía y errores gramaticales en la redacción de las pruebas colaboraron a esta situación.
El estudio promovido por la profesora de lengua española de la Universidad de Alcalá Silvia Gumiel en 2017 dejaba en evidencia que el 90% de los jóvenes entre 14 y 30 años admitían cometer faltas de ortografía cuando escribían en las redes sociales y otro 88,5% asumía que no cuidaban la elaboración de sus textos al escribir en dispositivos móviles como lo harían en otro formato. Además, en torno al 20% de los estudiantes de la ESO afirmaban escribir como hablan. La pregunta a responder es si este problema detectado en unas oposiciones es generalizado en el ámbito universitario. La cuestión es compleja para la profesora de la Universidad de Alcalá ya que, en su opinión, ‘estamos ante un problema que va más allá de las faltas de ortografía que pueda cometer un graduado universitario y se extiende a las cuatro destrezas básicas (expresión oral y escrita y comprensión oral y escrita) desde edades tempranas’.
Un conjunto de factores están afectando a la formación en estas destrezas: ‘creo, en primer lugar, que hay una falta de interés por el cuidado a la hora de escribir. Nuestro nuevo estilo de vida pone la rapidez por encima de todas las cosas y un texto bien escrito requiere un proceso que necesita tiempo: hay que pensar el texto, escribir las ideas principales, hacer un borrador, modificarlo, escribir el texto, volver a modificarlo…’.
Otro factor que apunta es ‘la falta de amor por la lectura’, ya que el buen lector amplía el vocabulario, corrige las faltas de ortografía y mejora su capacidad de escribir utilizando estructuras más atractivas. ‘En definitiva, un buen lector es un buen escritor. Es cierto que este problema no es reciente; las generaciones anteriores tampoco leían demasiado y, sin embargo, no había estos problemas tan agudizados en la escritura. El problema, y la diferencia con la generación anterior, es que hay alumnos que no saben escribir en absoluto y que, sin embargo, han llegado a la Universidad’, estima Gumiel.
El tercer factor que señala es ‘la absurda diferenciación en la que se está incurriendo entre estudiantes de Humanidades y de Ciencias. Se ha asumido erróneamente, en algún momento, que escribir es una actividad propia de los saberes humanísticos, de manera que no se ha potenciado en todos los estudios por igual. Los estudiantes han podido pasar por gran parte de su vida formativa sin tener que escribir (simplemente, contestando con oraciones simples o rellenando encuestas tipo test). En la Universidad se empieza a ver el problema, algunas veces, cuando llegan al último curso y tienen que escribir un Trabajo de Fin de Grado; en ese punto, lo más normal es que encuentren algún tipo de ayuda y puedan seguir adelante, con lo cual se están incorporando al mundo laboral individuos con conocimientos suficientes, pero con problemas muy graves en destrezas básicas como la escritura’.
¿Estamos a tiempo de subsanar la situación? La experta es optimista: siempre hay tiempo para aprender a leer y escribir pero, según estima, las soluciones tienen que producirse en la enseñanza preuniversitaria, con la elaboración de un plan consensuado para enseñar a los estudiantes a leer, escribir, escuchar y hablar. ‘Tiene que ser un plan de carácter transversal, que no recaiga solo en el profesor de lengua, y debe estar acompañado de formación para los propios docentes ya que, en ocasiones, tampoco escriben como se espera de ellos. En cualquier caso, nada tendrá éxito si no hay un cambio en la percepción de la sociedad y se empieza a valorar la importancia de escribir bien’ concluye.