Las tortugas marinas son criaturas solitarias que permanecen sumergidas la mayoría del tiempo que viven en el mar. Raramente se relacionan entre ellas, excepto en un momento clave, la temporada de apareamiento, cuando se reúnen en tropel.
Es muy complejo seguirlas en mar abierto, así que aún hay muchas incógnitas sobre su comportamiento. Sin embargo, décadas de investigación, incluyendo observaciones en el mar, nos permiten conocer algo mejor su intimidad. Utilizando drones, se han descubierto sorprendentes detalles de su apareamiento y anidación.
Varios machos y una única playa para toda la vida
El cortejo entre tortugas ocurre en las zonas de apareamiento, durante un periodo “receptivo” que dura de 7 a 10 días en el caso de las hembras y alrededor de un mes en los machos.
El cortejo es explosivo. Las hembras pueden aparearse con varios machos y almacenar el esperma durante meses. Conservar esperma de varios machos garantiza una alta diversidad genética en la población. Tras el encuentro, sólo las hembras regresan a la playa para anidar; los machos casi nunca vuelven a tierra una vez abandonan la arena costera en la que nacieron.
Nidos a la sombra de los árboles
La fidelidad de las tortugas marinas hembras es inquebrantable a lo largo de toda su vida, pero no son fieles, precisamente, a un macho de su especie, sino al lugar donde pusieron por primera vez sus huevos.
La mayoría de las tortugas regresa a la misma playa donde nacieron o a playas aledañas cuando alcanzan la edad reproductiva (alrededor de los 20 años). Pero su fidelidad va más allá: no sólo aparecen en la misma playa, sino que a menudo emergen en el mismo transecto (área de muestreo) donde anidaron la última vez.
El lugar elegido varía entre especies. Por ejemplo, las tortugas bobas en Florida eligen el lugar basándose en la temperatura de la arena; las tortugas laúd de la Guayana francesa basan su elección en la linea de marea alta. En el caso de las tortugas verdes del Pacífico norte de Costa Rica, eligen a menudo áreas sombreadas bajo arboles o arbustos.
Elegir una playa más caliente o más templada
Las hembras anidan entre 2 y 7 veces por temporada y el tamaño medio de una puesta suele variar entre 80 y 120 huevos, dependiendo de la especie. Los nidos son oquedades en profundidad, y, como son flexibles, no se rompen cuando caen. Esa flexibilidad también permite que la hembra que los gesta y el nido puedan soportar mayor cantidad de huevos.
El desarrollo de los huevos depende directamente de factores ambientales como la temperatura, así que en nuestro estudio, nos planteamos si seleccionar un lugar u otro para la colocación del nido por parte de las madres podría influir directamente en las condiciones ambientales de desarrollo de la descendencia y en su supervivencia.
En el caso de las tortugas marinas el sexo de las crías depende de la temperatura a la que se encuentra el nido durante el desarrollo de los huevos. El sexo se establece durante el periodo termosensitivo. Durante este tiempo, la temperatura ambiental desencadena la producción de una hormona que determinará que sean hembras o machos.
El resultado es que altas temperaturas suponen mayor numero de hembras, mientras que bajas temperaturas resultaran en mayor número de machos. Así, la selección activa del sitio exacto de anidación podría potencialmente resultar en una selección indirecta de la proporción de sexos de la descendencia, si las hembras anidadoras tendieran a anidar en áreas de características térmicas particulares.
Así fue cómo descubrimos la importancia de su fidelidad
La organización The Leatherback Trust se dedica a la investigación para la conservación de tortugas marinas en la costa pacífica de Costa Rica. Colaboré con ellos para mi trabajo de fin de máster en colaboración con la UCM.
Realizábamos patrullas nocturnas para encontrar tortugas anidando. Las marcábamos y registrábamos información de los nidos, como su posición y el número de huevos puestos, además de introducir medidores de temperatura dentro del nido para poder monitorear el cambio de temperatura durante el desarrollo de los embriones.
El estudio se centró en las tortugas verdes. Utilizamos datos recogidos a lo largo de 10 años, analizamos los patrones de anidación y cómo estos influyen en la temperatura de los nidos y, por tanto, en la proporción de sexos de las crías. Así fue cómo descubrimos que su fidelidad al área de anidación afecta notablemente al sexo de las crías.
Las tortugas ponen todos sus nidos a una distancia de no más de 195 m unos de otros. También observamos que tienden a poner sus nidos más cerca unos de otros a medida que avanzaba la temporada, lo que surgiere que cuando encuentran un lugar óptimo, vuelven a él.
La mayoría anidó en zonas de vegetación (81%) y, de estas, el 78% lo hicieron bajo la sombra de un árbol. En estos nidos, a la sombra de los árboles, el porcentaje de machos es mayor. Sin embargo, durante nueve de los diez años de trabajo, nacieron más hembras que machos. Solo hubo un año en el que el número de machos fue mayor.
Una nueva vida
La excavación para salir del nido es un auténtico trabajo en equipo para una tortuga, que puede llevar varios días. Los neonatos suelen salir del nido por la noche o durante una tormenta, cuando la temperatura es más fresca. Si no logran llegar rápido, muchas crías morirán por deshidratación o serán atrapadas por depredadores como los cangrejos o las aves marinas.
Una vez en el agua, nadarán varios kilómetros, alejándose de la orilla, donde quedarán atrapadas por corrientes o parches de sargazo que las transportarán durante años, hasta que regresen a aguas costeras.
Existen múltiples obstáculos para las pequeñas tortugas en mar abierto. Los tiburones, los grandes peces y algunas aves son ejemplos de sus depredadores. También pueden morir por ingesta de basura marina o atrapadas en manchas de gasolina.
Las trampas son tan numerosas para las crías que sólo una de cada 1 000 llegará a la edad adulta. Pero esa tortuga, la superviviente, si es un hembra, algún día regresará a la playa en la que nació. Su fidelidad es inquebrantable.
Lucía Heredero Saura es investigadora por la Universidad Complutense de Madrid.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.