El envejecimiento de la población se ha convertido en una tendencia demográfica de las sociedades contemporáneas que trae consigo importantes desafíos sociales y de salud, así como nuevas oportunidades para construir una sociedad más equitativa e inclusiva.
Idoia Camacho-Markina y María Teresa Santos Diez, profesoras de la Universidad del País Vasco acaban de publicar un artículo en el que analizan una serie estudios internacionales sobre la representación de los adultos mayores en la prensa, la radio y la televisión. Su conclusión fue clara: los medios los muestran poco, y cuando lo hacen suelen presentar narrativas negativas o estereotipadas.
Ya he cumplido 72 años y sigo en activo, así que cuando abro los periódicos cada mañana y descubro que el retrato que se hace de la gente de mi edad (y mucho menores) es el de personas frágiles, dependientes y carentes de voz propia. Esa es la realidad que enfrentan las personas mayores que aparecen en los medios de comunicación.

(Foto: sobreestoyaquello.com)
Según los datos más recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que en 2030 una de cada seis personas en el mundo tendrá 60 años o más, lo que refleja un cambio demográfico sustancial. Para entonces, el número de personas en este grupo de edad habrá aumentado significativamente en comparación con los niveles de 2020. Las proyecciones indican que para 2050, el número de personas de 60 años o más se duplicará, alcanzando los 2 100 millones. Además, se prevé que la población de 80 años o más se triplique entre 2020 y 2050, alcanzando aproximadamente los 426 millones.
En contextos occidentales, las personas mayores se enfrentan con frecuencia a percepciones sociales negativas relacionadas con el envejecimiento. A pesar de que histórica y culturalmente se consideraba a las personas mayores como fuentes de sabiduría, autoridad y cohesión familiar, las representaciones contemporáneas las asocian predominantemente con la dependencia, la fragilidad, la inutilidad o la lentitud. Estos imaginarios colectivos se ven reforzados por las narrativas culturales predominantes en los medios de comunicación, que enfatizan la juventud, la belleza física y la productividad.
La discriminación por edad, conocida como «edadismo», se ha convertido en una de las formas de exclusión más aceptadas y normalizadas socialmente en la actualidad, junto con el racismo y el sexismo. En un estudio de 2018 que utilizaba una base de datos de medios de 1 100 millones de palabras que denuncia la alarmante prevalencia negativa de los adultos mayores en los medios de comunicación anglosajones se dio respuesta a la petición que 194 estados miembros de la OMS pedían que dicha organización desarrollara una campaña global para combatir la discriminación por edad, citando su alarmante ubicuidad, amenaza insidiosa para la salud y prevalencia en los medios de comunicación.
Haciéndose eco de ese estudio, en su Plan de Acción elaborado en 2024 con motivo del Decenio del Envejecimiento Saludable, la OMS afirma que el edadismo afecta negativamente la salud, el funcionamiento y la longevidad de las personas, a la vez que crea barreras sistémicas en sectores como la educación, el empleo, la salud y la asistencia social, lo que conduce a la marginación de las personas mayores al limitar su acceso a los servicios y subestimar sus contribuciones.

(Foto: sobreestoyaquello.com)
En este sentido, la representación de las personas mayores en los medios de comunicación es particularmente significativa, dado que el discurso mediático moldea las percepciones sociales, legitima narrativas específicas y refuerza estereotipos establecidos. Diversas investigaciones recopiladas por la Fundación HelpAge Internacional España han demostrado que los medios tienden a presentar el envejecimiento de forma negativa, centrándose en la enfermedad, la dependencia y la carga económica o familiar.
Las personas mayores aparecen en los medios mucho menos de lo que correspondería a su peso demográfico, y cuando aparecen es habitual que otras voces hablen por ellas en lugar de ofrecerles un espacio directo para expresarse. Esa ausencia de protagonismo refuerza su invisibilidad en la sociedad. Además, y siempre según esos análisis, las noticias tienden a presentarlas como una carga familiar o bien las reducen a la imagen del abuelo entrañable, pero pasivo, sin capacidad de decisión.
El resultado es el edadismo o estigmatización de la vejez, que identifica esta etapa de la vida con un colectivo homogéneo que no refleja la diversidad real de experiencias que tienen los individuos que lo constituyen.
Pero, aunque en los medios abundan los estereotipos negativos, en ocasiones también promueven una visión de las personas mayores excesivamente positiva: la del “envejecimiento exitoso” basado en mantenerse eternamente joven, activo y productivo. Aunque pueda parecer un retrato positivo, este tipo de relatos genera nuevas presiones, porque si no encajas en ese modelo ideal quedas excluido. La vejez se convierte así en un examen constante donde solo aprueban quienes logran ocultar los signos del paso del tiempo.
El lenguaje construye realidades. Y, en el caso de la vejez, muchas palabras siguen cargadas de connotaciones negativas. Los estudios analizados muestran que los términos empleados con frecuencia en la prensa –“dependientes” o “ancianos”– consolidan visiones excluyentes. Expresiones como “pensionistas”, “yayos” y “abuelos” reducen a las personas mayores a una sola faceta, borrando su individualidad.
Si las palabras importan, las imágenes también. Aunque no abundan las investigaciones que analicen cómo se ilustran las noticias sobre personas mayores, los estudios disponibles apuntan a un patrón repetido: fotografías de bastones y andadores, manos arrugadas o grupos de gente sin rostro definido. Estas imágenes refuerzan la idea de fragilidad y dependencia. Rara vez muestran a adultos mayores como sujetos plenos de derechos y no reflejan la diversidad de trayectorias vitales existentes en entornos laborales o en posiciones de liderazgo, a pesar de que muchos de ellos forman parte activa de la vida social, económica y cultural.
El envejecimiento de la población es una de las transformaciones sociales más significativas del siglo XXI, con implicaciones en casi todos los ámbitos. Las Naciones Unidas han designado el 1 de octubre como el Día Internacional de las Personas de Edad. Es un llamamiento a la acción colectiva para reconocer las contribuciones de las personas mayores y construir un futuro más inclusivo.
Este llamamiento tiene en los medios de comunicación un aliado clave. Porque los medios no solo informan, también construyen realidad. Deciden qué temas entran en la agenda pública, qué voces se escuchan y cuáles permanecen en silencio.
Representar mal la vejez tiene consecuencias directas en la autoestima, la salud y la participación social de las personas mayores. Cuando la única narrativa disponible las describe como frágiles, improductivas o fuera de lugar, se corre el riesgo de que esas visiones se interioricen y se conviertan en profecías autocumplidas.
A la vez, los estereotipos mediáticos influyen en cómo el resto de la sociedad se relaciona con ellas, desde políticas públicas que no atienden a sus necesidades hasta actitudes cotidianas de condescendencia o exclusión.
Diversos organismos internacionales y asociaciones de periodistas han elaborado guías que ofrecen recomendaciones para revertir el edadismo mediático, cuyos cuatro ejes principales son utilizar un lenguaje respetuoso y evitar términos y expresiones estigmatizantes; incluir la voz directa de las personas mayores como fuentes informativas, no solo como testimonios emocionales; mostrar su diversidad: hay mayores activos, frágiles, profesionales, voluntarios, cuidadores y líderes comunitarios y, finalmente, como una imagen vale más que mil palabras, los medios deberían utilizar imágenes que los muestren en roles variados y en contextos positivos.
Es urgente que el periodismo asuma su responsabilidad. Así como ya nadie cuestiona la necesidad de un tratamiento responsable en las noticias de la violencia de género o del racismo, la vejez también merece un relato justo, plural y libre de prejuicios.
Los medios tienen la capacidad, y el deber, de contar esas historias diversas en toda su complejidad. Porque cuando la vejez se narra con respeto, no solo se combate el edadismo, también se construye una sociedad más inclusiva para todos, en cualquier etapa de la vida.