Una de las creencias aborígenes sobre las que se sustenta el tiempo del sueño es que todos los hombres, mujeres y niños están vinculados a una parte de la naturaleza sea viva o inerte que fue creada en el principio de los tiempos por los animales y los “seres”. Esta mitología les otorgaba un cargo fundamental, el de proteger esa parte de la naturaleza con la que se identificaban para, al morir, ser una parte de ella y así formar parte de un ciclo sostenido en el tiempo.
Desde la revolución industrial hasta nuestros días nuestra relación con la naturaleza se ha visto tan quebrantada que todo el discurso que se vertebra en torno a ella, considera a los humanos un ente desligado, en lugar de una parte dependiente. Las cotas de sequía alcanzadas el pasado verano, la nube espesa de contaminación sobre muchas ciudades del país y algunas especies al borde de la extinción como el visón europeo son pura sintomatología de un grave problema. El trabajo de numerosos científicos constituye una voz perfecta sobre la que articular planes de conservación y políticas medioambientales ambiciosas y realistas. Sin embargo, el fracaso es predecible si como sociedad no damos un paso al frente. En numerosas ocasiones se utiliza como argumento disuasorio que renunciar a la tecnología es volver a la edad de piedra. Pero no se trata de eso. Se trata de utilizar todos nuestros medios con criterio y generosidad. Planteémonos una serie de preguntas: ¿necesitamos coger el coche sin excepción todas las veces que lo hacemos? ¿resulta indispensable la calefacción a todas horas porque no tenemos suficiente abrigo? ¿necesitamos cargar el móvil todas esas veces al día? La habitabilidad de este planeta reside en nuestra capacidad de gestión y modificar ciertas conductas puede hacernos ver que el ritmo de vida al que estamos sometidos no sólo castiga al planeta sino también a nosotros mismos.
Desde las Juventudes Socialistas de Alcalá proponemos un reto de 365 días en nuestra cuenta de twitter (@JSAlcalaH) conocer nuestro propio impacto sobre la Tierra para después meditar cómo podemos reducirlo. Creemos firmemente que otra huella es posible, que podemos vivir en un lugar más limpio sin reducir nuestra calidad de vida y que el mayor triunfo como sociedad es contribuir a que nuestra casa en el universo siga siendo habitable durante miles de años más. Nosotras no somos integrantes de ese tiempo del sueño aborigen pero sí lo admiramos y por eso, queremos ser parte del despertar de este letargo en el que nos hemos sumido como sociedad.
Marina Piedrahita, estudiante de biología y Secretaria de Medioambiente de las JSAH.