Por Consuelo Giménez Pardo (*)
Hablamos de la Tos ferina (Pertussis) porque es una enfermedad que ha reemergido como un problema mundial al afectar a niños de América del Norte y Oeste de Europa, a pesar de la amplia cobertura vacunacional (94-99%) de los países desarrollados. Las causas de esta reemergencia son variadas y tienen que ver, entre otras, con la pérdida de inmunidad con el paso del tiempo pero también con la circulación de cepas del agente etiológico, Bordetella pertussis, con modificaciones genéticas.
Se trata de una enfermedad bacteriana, vieja conocida, que se presenta ante nosotros con una cara diferente que es necesario aprender a reconocer. Altamente contagiosa, se transmite a través de aerosoles o secreciones respiratorias de un enfermo, presenta un patrón endémico a nivel mundial con brotes epidémicos cada 3-4 años. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) hay 60 millones de casos en el mundo y se producen 355.000 muertes cada año.
La clínica se manifiesta con tos, no asmática, de más de 14 días de duración de predominio nocturno y dificultad respiratoria, si bien hay muchos microorganismos que producen cuadros similares, lo que la hace difícil de distinguir.
Hablamos mucho de la Tos ferina porque, aunque afecta a todos los grupos de edad, es muy grave en los primeros meses de vida (niños menores de tres meses) incrementándose el riesgo de muerte en niños de 0-6 semanas, demasiado jóvenes para ser vacunados.
Hemos de tener en cuenta que la morbi-mortalidad es diferente en los países desarrollados que en aquellos en vías de desarrollo. De hecho en estos últimos es mayor al tener una alta densidad de población infantil de la cual casi el 20% no completa el ciclo de inmunización previsto durante el primer año de vida.
Aplicable a esta patología, pero relacionado con otras muchas, está el desconocimiento y la falta de información, la baja sospecha clínica, la existencia de sistemas de vigilancia epidemiológica y de sistema de salud débiles, la falta de disponibilidad de técnicas de laboratorio adecuadas y la dificultad de administrar vacunas en muchos lugares del planeta.
Sin embargo, en los países desarrollados uno de los problemas es la pérdida de percepción del riesgo, a lo que se une el desconocimiento y las corrientes periódicas de movimientos antivacunas que ponen en peligro la vida de sus hijos y la de las personas que conviven con ellos.
Las acciones preventivas se dirigen a proteger a los lactantes mediante vacunación de las gestantes, entre la semana 27 y 36, así como a vacunar a las personas que conviven con el recién nacido mediante dosis de recuerdo. Los adolescentes y adultos jóvenes, que actúan como reservorio y fuente de infección, son el otro grupo al que se dirige la prevención. Aquí también se producen casos bien porque, como indicábamos al inicio, su inmunidad (natural o adquirida) ha ido disminuyendo con el paso del tiempo, bien porque se produce infradiagnóstico.
Misión de los gobiernos es estar atentos a las indicaciones de los sistemas de vigilancia epidemiológica y estar siempre coordinados con los sistemas de salud con el fin de gestionar de manera eficiente las necesidades, en este caso sanitarias, de las poblaciones que dependen de ellos.
Por todo ello hablamos últimamente de la Tos ferina.
(*) Dra. Consuelo Giménez Pardo Profesora Titular del Departamento de Biomedicina y Biotecnología de la UAH Secretaria Académica de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la UAH Coordinadora de Cooperación para el Desarrollo de la UAH.