Por Saúl Quijada
Con diez álbumes de estudio en su mochila personal, Quique González es ese músico admirado por todos los compañeros de profesión que ha ido abriéndose camino en la música con el único acompañamiento de la guitarra y un cuaderno de canciones. “Cuando todos queríamos sonar como los Rolling, Quique ya sonaba a Quique desde el primer disco. Tiene una personalidad arrolladora”, apuntaba Leiva en un libro dedicado al músico madrileño.
Uno de los discos más emblemáticos escritos por Quique es “Salitre 48”, la viga principal donde se sostiene todo lo que ha venido después. De hecho, muchos de los temas que se incluye en él siguen coreándose como himnos en los directos. “Salitre”, “La ciudad del viento”, “Rompeolas” o “De haberlo sabido” son algunos de los ejemplos. Las buenas canciones son impermeables al paso de los años. “Crece la hierba”, también incluida en el disco, guarda una relación importante con Alcalá. El tema es el único del álbum en el que la batería es real, no una programación de caja de ritmos. El encargado de la grabación fue Enzo Filippone, uno de los baterías con más recorrido de nuestro país y que ha girado con artistas de renombre, y lo hizo en un estudio de Alcalá de Henares. Aquella tarde le acompañaban José Nortes y Carlos Raya, dos personas importantes a la hora de entender el universo musical de Quique González.
“Crece la hierba” es ese medio tiempo que engancha desde la primera escucha, gracias a una cadencia perfectamente marcada y combinada con una letra certera y sin rodeos. “Me acuerdo perfectamente cómo escribí la canción. Fue al lado de mi casa, en el descampado de la Quinta de la Paloma, que ya no era un descampado. Era uno de esos días finales de febrero o principios de marzo en los que sale el sol y anuncia la primavera. Bajé con la guitarra al parque y empecé la canción con esa idea. Me sentía bien. Es de mis canciones favoritas, sin duda, creo que es una de las más emocionantes y de las más redondas”, escribe Quique en el libro de Chema Doménech “Salitre 48. En el disparadero”.
La sesión de batería en Alcalá no es el único lazo de Quique con la ciudad. En una de sus primeras giras hizo parada en un garito alcalaíno, como nos cuenta Santi Fernández, batería de Los Secretos. “Hace años tocó en un pub irlandés que estaba en la Virgen de El Val y recuerdo que el sonido que tenían no era muy bueno. Como en aquella época compartíamos el mismo mánager me pidió que le echase una mano porque no tenía ni monitor para escucharse. Al principio fue un poco caótico, pero el recuerdo que tengo es que fue un show muy emocionante para todos los que estuvimos allí”. A día de hoy en los conciertos, Quique sigue recuperando algunas canciones de “Salitre 48” en busca de emociones perdidas y sueños que se quedaron esparcidos en el trayecto. Al fin y al cabo, siempre quedará algo de nosotros en las canciones.