Iluminaciones en la sombra
A finales de los años sesenta del pasado siglo, la editorial Salvat, con la apoyatura de una potente ayuda institucional, lanzó al raquítico mercado librero de la época, una espectacular colección de libros de bolsillo: precio módico (25 pesetas), cien volúmenes y aparición semanal; se dio en llamar Biblioteca Básica. La tía Tula de Miguel de Unamuno, primer título de la serie, alcanzó entonces un número de ejemplares inimaginable para un país supuestamente tan iletrado. Muchas familias se convirtieron en coleccionistas compulsivos de unos volúmenes que posiblemente nunca llegarían a leer. En la boiserie del salón, junto al mueble bar y el inevitable televisor (la serie se denominó RTV); se lograron emparentar a Sánchez Ferlosio con Giménez Caballero, enriquecidos con aclaratorios prólogos firmados desde José María Pemán a Juan Benet, aparte de otros muchos autores de relieve e ideologías contradictorias. Al rebufo de aquel insólito éxito, el sello editor se empeñó en estirar la cuerda y años más tarde lanzó al mercado otro experimento parecido al que denominó Biblioteca General; pero al parecer las cifras de venta ya no fueron las mismas, a pesar del idéntico formato, la aparición semanal, en esta ocasión sin prólogos y solo cinco pesetas más caros.
Saul Bellow
Precisamente fue en uno de aquellos libros donde descubrí a Saul Bellow. Hasta entonces mis autores favoritos de allá habían sido Saroyan, Steinbeck y Faulkner, pero al parecer la sugestiva narrativa norteamericana contemporánea siguió evolucionando y tenía en Saul Bellow uno de sus máximos representantes. A mediados del pasado siglo, El guardián entre el centeno de J. D. Salinger (Alianza Ed.) y Las aventuras de Augie March de Saul Bellow (Ed. Cátedra), constituyeron dos de los títulos más emblemáticos y de culto, singularmente idóneos para la adolescencia de aquel país, frustrada en su soledad. Las memorias de Mosby y otros relatos de Saul Bellow formó parte, con el número 60, de la nueva colección de Salvat.

Cubiertas de dos colecciones que trataron de iniciar en la lectura a un pueblo supuestamente tan iletrado.
Los manuscritos de Gonzaga
Así se titulaba el relato que más me sorprendió de la recién descubierta sugerente narrativa de un autor que hasta entonces desconocía. Una enigmática y atractiva historia que se desarrolla en la España de postguerra y tiene como protagonista a Clerence Feller, estudiante de literatura española en la Universidad de Minnesota que llega a Madrid a la búsqueda de un centenar de poemas sospechosamente extraviados del malogrado escritor Manuel Gonzaga, asesinado en Marruecos. Considerado como uno de los más originales poetas españoles modernos; de la categoría de Juan Ramón, Lorca o Machado. En este juego literario, en esta historia detestivesca, una vez más la sombra cervantina es alargada, hasta el punto que su autor –en un guiño malicioso– envía al protagonista hasta Alcalá de Henares tras cierta pista falsa. «En Alcalá –escribe Bellow– sólo se veían muros soñolientos, apergaminados árboles y piedras…» El relato posee un final sorprendente.
Bellow vs. Salinger
Descubrimos que frente al paranoico hermetismo de Salinger, obsesionado hasta el desquiciamiento por permanecer como personaje oculto, con Bellow ocurría todo lo contrario, fue un hombre público y comprometido con las izquierdas desde una arriesgada posición trotskista. Curiosa la anécdota de su frustrado desplazamiento hasta Coayacán (México) para entrevistar al Leon Trotski el mismo día que le hundieron un piolet en el cráneo. Sus controvertidas declaraciones siempre levantaron ampollas pero, a pesar de todo, fue indiscutiblemente admirado y alcanzó el Premio Nobel en 1976. Philip Roth –tan poco dado a los cumplidos– llegó a afirmar que: «Saul Bellow, junto con William Faulkner conforman la piedra angular de la literatura norteamericana del siglo XX».

Saul Bellow en un vagón del Metro neoyorkino.
Carta de España (1948)
Hace veinte años, en 2005, coincidiendo con el año de su muerte, la editorial Galaxia Gutenberg publicó en España Todo cuenta. Del pasado remoto al futuro incierto, recopilación de ensayos, artículos, conferencias y hasta apuntes de viajes que Bellow escribió entre 1948 y 1994. El autor de Herzog (Ed. Destino) no fue testigo directo de nuestra Guerra Civil, como Hemingway o John Dos Passos. Era algo más joven que aquellos. En 1936-1939 aún estudiaba Antropología y Sociología en la Universidad de Chicago. Pero años después tomó parte activa en la Segunda Guerra Mundial para tratar de acabar con el peligroso nazismo emergente. Luego tuvo la osadía de realizar un viaje por la España franquista, penoso recorrido por una mísera posguerra de inusitada venganza. En las páginas de este libro se recoge la extensa crónica que con el título «Carta de España» publicó el 15 de febrero de 1948 en la revista izquierdista norteamericana Partisan Review. Bellow entró en España por la frontera de Hendaya, al igual que el estudiante protagonista de «Los manuscritos de Gonzaga» y también acaba en Alcalá de Henares, aunque no a la búsqueda infructuosa de unos manuscritos perdidos, sino para asistir en los Juzgados de la ciudad (hoy Museo Arqueológico) a un Consejo de Guerra contra diez trabajadores, tranviarios de Cuatro Caminos, acusados de distribuir el periódico comunista Mundo Obrero. Acompañado por un secretario de la embajada de Estados Unidos en Madrid, llega hasta la localidad cervantina en un deslumbrante “haiga” oficial al que soldados y Guardia Civil abren paso por las calles hasta alcanzar la gran sala de audiencias donde se celebra el juicio. «Alcalá –escribe para sus lectores– es una ciudad antigua en claro deterioro, cuna de Cervantes y, en el siglo XVI, famosa por su universidad». Bellow toma asiento en la parte de atrás, con las familias de los acusados y desde allí asiste a una dramática farsa más del régimen franquista, que logra transcribir con su eficaz estilo mordaz e implacable en cada uno de los párrafos de ésta crónica. «Varios republicanos –escribe– me han dicho que entre noviembre de 1946 y abril de 1947, han encarcelado a diez mil personas». Bellow relata cómo, uno por uno, los prisioneros van respondiendo al interrogatorio. La defensa no les pregunta, no se aportan pruebas, y no hay testigos. Cuando uno de los prisioneros se pone en pie para tratar de defenderse, el Presidente del tribunal grita: «¡Cállese! ¡Aquí no se habla de política! ¡Siéntese!»

Bellow narra en “Carta de España” con veracidad y maestría las cicatrices de un país derrotado.
Desoladora posguerra
Pero aquella «Carta de España» contiene algo más que la asistencia del autor a un consejo de guerra en Alcalá. Se trata del sobrecogedor apunte del viaje por un país desolado; observando y describiendo: «…gente humilde, triste, mugrienta y gastada por la vida…» Un relato que resulta mucho más desgarrador que el simple manual de un viajero por España. En 1845 el escritor inglés Richard Ford ya había publicado su Manual para viajeros por España y lectores en casa (Ed. Turner). Incluso tenemos el referente de don Jorgito el inglés en La biblia en España (Alianza Ed.). Ellos consiguieron colocar un espejo a lo largo de nuestros caminos y ciudades hace casi dos siglos, páginas en las que aun creemos vernos reflejados con mayor o menor fortuna. Saul Bellow nos retrata la miseria, pocos años después del fin de una guerra incivil, la represión, la tristeza y el desánimo de una población cuasi sonámbula. Logra narrar con veracidad y maestría las cicatrices de un país derrotado.