Por Luis Vargas (*)
Los europeos en general, hemos recibido con consternación el anuncio por parte de David Cameron de la convocatoria de un referéndum para que los británicos voten en las urnas su permanencia o salida de la Unión Europea. Creo que conviene hacer un poco de historia sobre el reciente europeísmo de Gran Bretaña.
El Reino Unido no formó parte del germen de Europa, (germen del que se mantuvo al margen de manera deliberad), no siendo hasta 1973 en la primera ampliación del entonces conocido como Mercado Común, cuando los Británicos decidieron apuntarse al carro del europeísmo.
Desde entonces su implicación con Europa ha supuesto en muchas ocasiones más un lastre que un impulso: Gran Bretaña no forma parte del euro – siempre ha puesto en duda la utilidad de la moneda común-, tampoco forma parte del Tratado de Schengen (que permite la libre circulación de personas) y ha obstaculizado cualquier tipo de acuerdo que le haya supuesto una mínima cesión de soberanía en beneficio de la Unión Europea.
Quizá lo más gravoso en la falta de europeísmo de los súbditos de Isabel II sea aquello por lo que menos se les ha criticado: Gran Bretaña tampoco participa de la P.A.C (política agraria común), política mucho más importante para Europa de lo que a priori podemos considerar, ya que ha sido precisamente esta política agraria (la P.A.C se come casi prácticamente el 70% del presupuesto de la Unión), la que ha permitido que buena parte de los estados que se han incorporado a la U.E, hayan desarrollado sus obsoletas economías, muchas veces basadas en la riqueza del campo, hacia un modelo económico de tipo industrial o tecnológico, implementando además los obsoletos sistemas agrarios para lograr un sistema agrario eficiente. Sin embargo la desvinculación británica de la P.A.C, no nos resulta en ningún modo gratuita porque los europeos compensamos a los británicos con el vergonzoso y lacerante «cheque británico», para evitar «las deudas históricas» que este sistema podría ocasionar.
Creo que ha quedado suficientemente acreditado que los Británicos no han dejado nunca de perder la oportunidad de hacer «el feo» a la vieja Europa, cada vez que Bruselas ha pedido una prueba de vida del espíritu europeísta, y ha sido el giro conservador de los británicos hacia el UKIP los que han empujado a David Cameron a convocar este referéndum. Me atrevo a aventurar que el resultado, además de impredecible será muy ajustado en uno u otro sentido.
Pero lo que resulta todavía más complejo de entender, es la influencia que la política exterior de los EE.UU ha tenido en la actitud Británica hacia Europa. A los europeos nos cuesta mucho entender porque Londres siempre tiene puestos los dos ojos en Washington y no en Bruselas, y la historia nos remite a múltiples ejemplos recientes (guerras de Irak sin ir más lejos) en los que Gran Bretaña ha obrado a ojos ciegos ante la petición norteamericana de colaboración, sin andarse tanto por las ramas como cuando la petición ha venido desde Bruselas.
Americanos y británicos han tejido entre ellos unos lazos muchísimo más estrechos de los que jamás puedan tejer Europa y Gran Bretaña. Este lazo ha sido histórico, y han sido contadas las ocasiones en la que los británicos no se han plegado a los intereses norteamericanos de cara a una política europea común. Británicos y norteamericanos son más que aliados, y su alianza es más fuerte que cualquier tipo de alianza europea. Estoy convencido de que los británicos tendrían muchísimos menos remilgos a la hora de votar su posible incorporación a los EE.UU como estado libre asociado, status muy similar al de Puerto Rico, si no fuera por su Commonwealth y su graciosa magestad la Reina de Inglaterra.
La política exterior de EE.UU ha utilizado a Gran Bretaña como su particular Caballo de Troya en Europa, manejando los hilos europeos muchas veces a su antojo, a través de la mediación británica.
Gran Bretaña siempre se ha comportado como un lastre para la Unión Europea, y creo que soy muy claro cuando, a diferencia de la mayoritaria opinión en Europa- opino que Europa no se acabará con el “Brexit”.
Sea cual sea el resultado del Referéndum del próximo 26 de Junio, sólo habrá un ganador, y ese será Europa. Porque si los británicos optan por su permanencia en Europa, Bruselas deberá exigir a los británicos una implicación clara y sin ambigüedades, muy diferente a la adoptada hasta ahora; pero si el resultado del referéndum es No a Europa, el lastre que hasta ahora ha supuesto para Europa el Reino Unido desaparecerá, dejando expedito un camino que con frecuencia los británicos han llenado de socavones.
(*) Luis Vargas Méndez es abogado