A la circularidad, a la recurrencia, de los años bisiestos, le acompaña en el juego político de Villalbilla una singularidad que sorprende a propios y extraños, bien es cierto que el asombro parece alcanzar más a los propios. La constelación de acontecimientos extraordinarios de las elecciones municipales en España cuenta con el suceso de la localidad vubilla como un hito que a fuerza de repetirse corre el riesgo con el que se adornan las costumbres.
La Plataforma Independiente Municipal, PIM por sus siglas en español, ha renovado su triunfo por cuarta vez consecutiva por mayoría absoluta, a lo que habría que añadir otras comparecencias anteriores marcadas por distintas mayorías desde la última década del siglo XX. El CIS, ocupado en temas de más dimensión pública, no haría mal en dedicarle una sesión especial para ilustrar el entendimiento de los mencionados propios y extraños. Este predominio de cifras a favor pareciera predicarse de pueblos de reducida versión demográfica, donde los hábitos del depósito de papeletas en las urnas siguen pautas familiares o de repetición de tendencias por la ausencia de creación política. No es el caso del pueblo del Este de la comunidad madrileña donde la población alcanza los 16.000 habitantes, en paridad con ejemplos como Meco, pero también San Lorenzo del Escorial, cada cual con su peculiaridad.
Villalbilla tiene siete núcleos de población, con unas atenciones específicas que la pueden hacer dueña de una excepción que la aleja de la facilidad de gestión. José Félix Tezanos, adscrito a unas mediciones de votos seriamente criticadas por la oposición tanto si es perjudicada por los pronósticos como si sucede lo contrario, ya está tardando por la necesaria dedicación a la noble villa de Villalbilla. La PIM, liderada por Antonio Barahona, jubilado y con más de siete décadas de vida, casi la mitad de la misma orientada a la gobernanza de la institución municipal, antiguo empleado de sector de la telecomunicación, aglutina equipos de dirección política con destinos casi matemáticos hacia la obtención de mayorías, con lo difícil que resulta, aun cuando surjan algunas defecciones o críticas internas insuficientes para impedir el clamor de las jornadas electorales. Los números de las fuerzas conservadoras en la liza electoral en comicios generales ocupan segmentos, mapas y gráficos, con una voracidad incontestable, pero cuando se convocan las fechas de manifestación municipal los resultados cantan jubilosamente. En esta ocasión, tocaba vencer la maquinaria del Partido Popular de Madrid, engrasada para la efeméride.
En la búsqueda de candidato idóneo, desde Génova, con la inestimable ayuda del hombre de la factoría PP, de apellido Enguita, naturalmente con asegurada retribución del presupuesto madrileño, nació el nombre de María Luisa Cordovilla, empresaria de educación infantil, sobre cuya singladura emprendedora hay alguna confusión en las firmas de información de sociedades. Esta representante cabeza de cartel del PP de Villalbilla, arraigada en el municipio desde 2009, según propia confesión, ha “ayusizado” todo lo que ha podido la campaña, todos los estamentos relacionados con el ejecutivo PIM han sido señalados como sospechoso. Bildu parece salvado de la quema, milagro. Su lema ha rezado “Despierta Villalbilla”, con olvido de todo lo sucedido entre 2007 y 2011, con el PP y el transfuguismo como ejercicio para la conquista del poder. Conclusión: quien estaba amodorrada era la candidata actual, ajena a ilegitimidades y perversiones.
Vuelta al tema que ocupa la atención. Este movimiento de gestión municipal resiste los embates de una corriente de combustión gigantesca que eleva a Ayuso por encima de sus oponentes. La exportación a Villalbilla de este ensayo de intoxicación ha resultado en fracaso precisamente por la existencia de un electorado que repercute su voluntad a PIM, ese fenómeno que debiera ser atendido por el CIS y su director José Félix Tezanos.
Un año bisiesto compensa con un día más las 5 horas, 48 minutos y 46 segundos que hay que sumar a los 365 días por año. La exactitud bisiesta acompaña a la política en Villalbilla.