Iluminaciones en la sombra
Tras el esfuerzo de traducir al alemán parte de la novela de Marcel Proust sobre la búsqueda del tiempo perdido, Walter Benjamin se sintió influido por el escritor francés y ante el inicio de la inquietante década de los años treinta en su país, trató de elaborar una sencilla introspección de sus primeros años en las páginas de Infancia en Berlín hacia 1900 (Ed. Alfaguara) siempre tomando como única referencia su ciudad natal. Un recorrido de sensaciones perdidas a comienzos de siglo, evocadas desde el exilio, ante el preludio de una tragedia que se intuía desgarradora: «Jamás podremos rescatar del todo lo que olvidamos.» afirmaba desencantado en uno de aquellos capítulos con los que intentaba reconstruir la ciudad feliz de su infancia. Sin embargo uno de los pensadores más lúcidos de la modernidad, empeñado en analizar y comprender época tan compleja como la suya, cayó abatido, derrotado o tal vez asesinado el 26 de septiembre de 1940 en la soledad de una habitación del Hotel Francia, allá en Portbou, pequeño pueblo español pegado a la frontera, cuando trataba de huir de las exterminadoras garras del Tercer Reich. Diecinueve meses antes –el 22 de febrero de 1939– don Antonio Machado agonizaba y moría en la Casa de Huépedes Bougnol-Quintana de Collioure, pequeño pueblo francés también cercano a la frontera, cuando iniciaba una penosa huida sin retorno ante la amenaza vengativa del bando vencedor.

Walter Benjamin en la Biblioteca Nacional de Francia, París 1939.
Una maleta sin manuscrito
En la mañana del 26 de septiembre de 1940 descubren el cuerpo de Walter Benjamin sobre la cama de la habitación número 3, en el Hotel Francia de Portbou. Tenía 48 años, venía huyendo de la Gestapo y supuestamente se había suicidado la noche anterior, ingiriendo una fuerte dosis de morfina. Junto a él quedó su maleta, en el interior se encontró la pequeña cantidad de dinero en francos y dólares con la que, al parecer, no solo se cubrieron los gastos del entierro, sino también los gastos de hospedaje según muestra la detallada factura que emitió la dirección del hotel donde se especifican, junto al importe de permanencia en la habitación, el cobro del consumo de cinco gaseosas con limón, cuatro llamadas telefónicas, más setenta y cinco pesetas por vestir al difunto, desinfectar la habitación, lavar el colchón y blanquear. Un total de 166 pesetas con 95 céntimos. En la documentación del juzgado aparece la detallada relación del resto de pertenencias: una maleta de piel, un reloj de oro, una pipa, un pasaporte expedido en Marsella, seis fotos de carnet, una radiografía, las gafas, revistas, diversas cartas, y unos cuantos papeles de contenido desconocido. Sus compañeros de huida siempre hablaron de que en aquella maleta que Benjamin vigilaba con gran celo, se guardaba también un último manuscrito. Nunca apareció. Durante mucho tiempo se mantuvo la hipótesis de que hubiese sido asesinado por agentes estalinistas, infiltrados en la España de Franco para acabar con la vida del filósofo alemán, analista del materialismo histórico y del misticismo judío. En documentos del Ayuntamiento local, algunos investigadores descubrieron –hace pocos años– el certificado de defunción, según el cual la muerte se produjo a causa de una hemorragia cerebral, seguramente una mentira piadosa para poderlo enterrar en el nicho de alquiler 563 de la zona católica de su cementerio. Al parecer permaneció allí hasta que en el verano de 1945 los restos fueron trasladados a la fosa común. En octubre de 1941, su amiga la filósofa Hannah Arendt visitó el lugar para rendirle un último homenaje, pero no encontró lápida alguna y nadie del pequeño pueblo fronterizo del Alto Ampurdán supo informarle sobre el dramático final del autor de Iluminaciones (Ed. Taurus).

Estación de Portbou, años cuarenta.
Negarse al regreso
En mayo de 1940, antes de que las tropas nazis entraran en París, Benjamin huyó hacia el sur. En Marsella se reencontraría con Hannah Arendt y Arthur Koestler que le aconsejaron embarcarse para Estados Unidos –vía Lisboa–. Tras muchas dificultades, consiguió el visado del consulado americano, pero la única manera de alcanzar Portugal suponía atravesar los Pirineos por algún paso clandestino y cruzar todo el territorio español, poco aconsejable ante la represiva posguerra que sufría. En Banyuls, pueblo del Rosellón francés, cercano a Collioure, su alcalde, antiguo socialista republicano, les indicó al pequeño grupo de exiliados, un sendero que conducía hasta Portbou burlando la frontera. En la mañana de 25 de septiembre llegaron a la población española y se presentaron en comisaría, situada en la conocida estación de ferrocarril. Sin embargo allí se les comunica la desesperanzada noticia de que el Mariscal Petain desde el Gobierno títere de Vichy acababa de emitir una orden por la que quedaban retenidos bajo vigilancia policial para ser entregados a la mañana siguiente a las autoridades francesas y su posterior deportación al gobierno alemán.

Memorial Walter Benjamin en Portbou.
Dirección única
Sin lugar a dudas fueron dos exilios en dirección contraria, ambos con trágico final en aquellos tiempos convulsos. Walter Benjamin en enero de 1928 publicó un libro que se tradujo en nuestro país en 1987 con el título Dirección única (Ed Alfaguara) Se trataba de una colección de aforismos referentes a la catastrófica situación que se cernía sobre Alemania y la rememoración de una infancia feliz. Un título con el que podríamos titular esas dos huidas de la barbarie hacia puntos cardinales distintos, pero con idéntica desesperanza. Antonio Machado sin maleta, perdió todas sus carpetas por el camino. Ni siquiera poseía un poco de dinero para poder sufragar su propio entierro. Ligero de equipaje para el último viaje, casi desnudo como los hijos de la mar. Hacia la mar se precipita el Memorial a Walter Benjamin en Portbou, obra del escultor Dani Karavan, inaugurado en mayo de 1994 junto al cementerio local, símbolo de cultura y de paz en homenaje a todos aquellos que marcharon al exilio buscando la libertad. Se reafirmaba Benjamin que: «Jamás podremos rescatar del todo lo que olvidamos». Nosotros nunca desearíamos olvidar aquellas dos huidas frustradas en un intento desesperado por alcanzar la libertad perdida para que ciertos capítulos nefastos de nuestra historia reciente no se vuelvan a repetir.