Por Consuelo Giménez Pardo (*)
La globalización hace que no haya fronteras en la transmisión de las enfermedades infecciosas, de hecho, hoy viajamos de una punta a otra del planeta en menos tiempo del que se tarda en incubarlas. Los seres humanos hacemos el resto, interviniendo en el cambio climático, invadiendo ecosistemas, creando urbanizaciones caóticas, acumulando personas hacinadas en ciudades inhabitables sin suministros adecuados de agua, sin recolección de basura ni alcantarillados apropiados. El mundo está interconectado, formamos parte de él y ante esta situación, que de momento no tiene visos de solución, nos tendremos que habituar a escuchar nombres de enfermedades que nos resultan exóticas.
La última la fiebre de Zika, causada por el virus Zika (ZIK), una enfermedad viral transmitida por mosquitos del género Aedes, el mismo que transmite Dengue y Chikungunya. Se trata de un virus que se aisló por primera vez en 1947 de un mono Rhesus en los bosques de Zika (Uganda) durante un estudio sobre la transmisión de la fiebre amarilla selvática.
A partir de ahí la infección en seres humanos se demostró por estudios serológicos en 1952 (Uganda y Tanzania) y por fin en 1968 se logró aislar el virus de muestras humanas en Nigeria.
Si recordamos los brotes más importantes, en el año 2007 tuvo lugar el primero de ellos en la Isla de Yap (Micronesia) en la que se notificaron 185 casos sospechosos, de los que 49 se confirmaron y 59 se consideraron probables.
Años más tarde, en el año 2013 se registró otro brote en la Polinesia Francesa, de alrededor de 10.000 casos de los cuales aproximadamente 70 casos fueron graves. En febrero de 2014, las autoridades de salud pública de Chile confirmaron un caso de transmisión autóctona de infección por virus Zika en la isla de Pascua y en mayo de 2015, se confirmó la expansión por la Américas (Brasil, Colombia), detectándose un aumento alarmante de los casos de microcefalia en Pernambuco (Brasil), un trastorno neurológico en el que la circunferencia occipitofrontal es menor de acuerdo a la que corresponde por edad, raza y sexo y que hace que los niños con este problema puedan presentar problemas de desarrollo.
A partir de aquí, en noviembre de 2015, El Salvador, Guatemala, México, Paraguay, Surinam y Venezuela confirmaron casos de transmisión autóctona y es en este mes cuando se relacionan los casos de virus con las malformaciones aparecidas, asociándolas a la infección de mujeres gestantes durante el primer trimestre del embarazo.
Tras 2-7 días después de la picadura del vector una de cada cuatro personas puede desarrollar síntomas, de carácter leve. La apariencia clínica es muchas veces similar a la del dengue y consiste en fiebre leve, sarpullido (principalmente maculo-papular), dolor de cabeza, dolor en las articulaciones, dolor muscular, malestar general y conjuntivitis no purulenta.
También hay que decir que produce sintomatología grave en un número bajo de personas en las que puede producir, aparte de la microcefalia, otros síndromes neurológicos como meningitis, meningoencefalitis y mielitis. No existe todavía una vacuna para este tipo de virus y las que están en estudio aún tardarán como mínimo tres años para estar disponibles en el mercado.
Tampoco existe un tratamiento antiviral específico para la infección por virus Zika. Se recomienda el tratamiento sintomático tras excluir enfermedades más graves tales como la malaria, el dengue o infecciones bacterianas. En este sentido es importante diferenciar la fiebre por virus Zika de otras como el dengue, debido al peor pronóstico clínico de esta. Incluso pueden darse casos de co-infección por virus Zika y dengue en el mismo paciente.
De esta manera el tratamiento consiste en reposo, hidratación y analgésicos frente a los dolores, aunque no se aconseja el uso de aspirina debido al riesgo de sangrado.
En cuanto a las medidas de prevención, son las habituales en las enfermedades que se transmiten por la picadura de un vector: cubrir las partes del cuerpo expuestas, uso de repelentes, dormir bajo mosquiteras y utilizar éstas en puertas y ventanas.
Pero hay que saber que Aedes spp es un mosquito que necesita poca agua para que las larvas que eclosionan de sus huevos sean capaces de sobrevivir, por eso el control de los recipientes: platos con agua que se ponen bajo las macetas, vasijas abiertas con agua, neumáticos, plantas tropicales importadas, pequeños charcos que se forman tras las lluvias en el terreno… pueden utilizarse como criaderos, por lo que es básico educar en estos temas, pero sobre todo evitar el hacinamiento y mejorar las condiciones higiénico-sanitarias y medio-ambientales de las poblaciones. Todo un reto para los gobiernos actuales y del futuro.
(*) Consuelo Giménez Pardo es profesora Titular del Departamento de Biomedicina y Biotecnología de la UAH, Secretaria Académica de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la UAH y Coordinadora de Cooperación para el Desarrollo de la UAH