28-A, paisaje antes de la batalla / Por Antonio Campuzano

28-A, paisaje antes de la batalla / Por Antonio Campuzano

28-A, paisaje antes de la batalla

A mes y medio de las elecciones del 28 abril dan muchas ganas de iniciar las reflexiones pre comicios con el recurso a la literatura del fútbol. Todos los titulares, todos los planteles, se encuentran “entre algodones”. El que mejor resiste la prueba analítica psicosomática parece ser el Partido Socialista, cuyo desempeño de futuro en las encuestas ha producido el milagro tantas veces esperado y preterido pero en la seguridad de que algún día aconteciese desde lo metafísico a lo tangible. El CIS de Tezanos y la encuesta de ABC han coincidido en los designios del PSOE en la cita de abril. El 33 por ciento es la cifra de la convergencia de los encuestadores oficiales con los proveedores del periódico monárquico. Esa cifra demandada a los pacientes por los médicos cuando sondeaban los niveles de respiración y expectoración ha venido a coincidir sin que hasta el momento se haya recurrido a las comparaciones literarias que utilizase Dante para describir el infierno con sus laberínticas escaleras. Abascal, el levítico hombre de VOX, con dos botones sin función en sus camisas, el hombre que cree con afirmación en el calentamiento global y que su inicio ha alumbrado en España, quería hace un mes hacer detener a José Félix Tezanos por lo que consideraba una obscenidad intratable públicamente, mucho peor que un agujero de ozono. Y era eso, dar un horizonte del 33 por ciento al partido del gobierno. Ha tenido que aportar quietud el diario ABC con su encargo para que lo de Abascal no fuese a más.

Podemos, la formación morada, constituye el primer problema desde la orientación de izquierdas para desvelar el futuro de abril. Cinco años después de aquel descubrimiento de injusticias, agravios y brechas entre seres de la misma especie humana, que capitalizó el embrión de lo que enseguida fue Podemos, las primeras grietas de aquella cohesión se han hecho presentes precisamente entre dos de los  principales fundadores, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Las consecuencias de esta discrepancia en medios y quizá fines pueden manifestarse en pérdida de votos, de confianza, de capacidad de influencia y en quebranto de la cuota de izquierdas. Los depositarios de estas flaquezas Podemos, naturalmente, y PSOE, que depende fundamentalmente del apoyo de Podemos para su estabilidad presente y futura.

Por su parte, el Partido Popular, con una dirección estrenada en el verano pasado, ha experimentado dos sucesos que pueden resultar capitales para su desarrollo más inmediato, el 28-A. El gobierno de Andalucía, obtenido mediante la participación de Ciudadanos y VOX, en excepcional manera de hacer política; y el acto de Colón, donde se escenificó un aquelarre contra PSOE y Pedro Sánchez, con el pretexto de Catalunya y la figura del relator. A todo ello, la particular “dirección de protección civil” de andar por casa a diario ha aparecido en cuerpo de providencia: se está hablando del juicio al “procés”, que se está celebrando desde hace un mes con una ejemplaridad y un tacto procedimental y de entorno que está abochornado a todos los intervinientes en la plaza de Colón. Lo que en Colón es una detonación de dinamita en la Plaza de las Salesas, a cien metros escasos, con Catalunya como eje, todo es sosiego y declamación al compás de la lira que marca el presidente Marchena. Va al Tribunal Supremo el presidente Rajoy y todo es ambiente de calma y avatares de Versalles con su paz. Acude el candidato Casado a la tribuna de Colón y  se junta el cielo con la tierra de manera indisoluble. Como dice Caballero Bonald, en “Examen de ingenios” (Seix Barral) de Cabrera Infante, pero esta vez con sonrisa de adolescente (la de Casado): “Levaba adosado en el entrecejo un descontento crónico”. El PP vive esa disociación tan perturbadora que consiste en saber que mediante Vox cuenta con el gobierno de Andalucía, que no es un mal comienzo para su primer regidor Casado, pero que ante la cita de abril ese mismo partido, Vox, lo que único que piensa es arrebatarle votos al mismo Partido Popular. Esa ambivalencia es una máquina de depredación consigo mismo que solo produce monstruosidades.

Lo de Ciudadanos es un cantar de lectura detenida. Ahora resulta que lo que representa Albert Rivera no es regeneración, sino, lo que se temían muchos, es supervivencia, es decir, cueste lo que cueste. Sus cambios sentimentales solo pueden proteger su inquietud, porque, de lo contrario, las dudas de utilización pública de sus movimientos podrían alterar su ecosistema, naturalmente en caso de haberlo. Al decir de los genetistas, “el cordón umbilical es el es cordón umbilical”, y partir de las Nuevas Generaciones del PP para lanzarse a la regeneración requiere de un entrenamiento y unas aptitudes a la que no todo el mundo puede aspirar. Rivera sufre porque el “sorpasso” es una palabra de difícil entonación y más compleja pronunciación. Lo de la abominación del PSOE hasta que solo Alfonso Guerra le marque alto con la mano derecha le procura esponjosidad de cuerpo y alma. Lo malo es la convivencia con la maternidad del PP. Ahí está el daño.

Vox es una alteración de los circuitos políticos que termina curándose no sin algunas luchas que degeneran en producción de cadáveres. Esto, a principios del silgo XX, hubiera terminado mal, con desórdenes y altercados todos ellos lamentables. Ahora, con un sistema democrático y de libertades, hay prescripción y analgésicos de todos los colores y sabores. No es fácil ni difícil. Tiene su tratamiento. El partido de Abascal, por sí solo, reúne en los pueblos lo mejor de cada casa, que en poblaciones pequeñas es mucho más fácil de distinguir. De ahí en adelante hasta la victoria final. El punto porcentual del 12, es decir, el 12 por ciento, marca las aspiraciones de los neo fascistas. Por encima de eso, el daño al PP está asegurado. Por debajo, es verdura de las eras, nutritivo pero escaso para tanta población. Franco, metafóricamente el PP, perdón por delante, y José Antonio Primo, metafóricamente Falange Española, no menos perdón: el general gallego afeaba al falangista “tan valiente, pidió morfina cuando fue llevado al paredón”. Lo cuenta Fabián Estapé, prolongación técnica de López Rodó, en “Sin acuse de recibo”, memorias del catedrático en Plaza&Janés.

Antonio Campuzano