Javier Egea y los poetas andaluces de ahora / Por Vicente Alberto Serrano

Javier Egea y los poetas andaluces de ahora  /  Por Vicente Alberto Serrano

Luces y sombras

Allá por los años cincuenta, durante el exilio en Buenos Aires, el poeta Rafael Alberti compuso la “Balada para los poetas andaluces de hoy”. En sus versos añoraba, desde la distancia, la tierra que le arrebataron; tal vez por eso se cuestionaba que aún sobreviviesen poetas en la España esquilmada por Franco: «¿Es que ya Andalucía se ha quedado sin nadie? / ¿Es que acaso en los montes andaluces no hay nadie? / ¿Que en los mares y campos andaluces no hay nadie?» Al tiempo que se lamentaba de que su poema no encontrara respuesta, que apenas se tratara de un eco ahogado en el océano: «¿No habrá ya quien responda a la voz del poeta? / ¿Quién mire al corazón sin muros del poeta? / ¿Tantas cosas han muerto que no hay más que el poeta?» A finales de la década de los sesenta, José Antonio Muñoz y Manolo Díaz se presentaron en el domicilio romano del poeta gaditano para tratar de convencerle que les autorizase a musicar aquellos lejanos versos de denuncia. Alberti accedió, con la única condición de que no apareciese la fecha del poema, alegando que a través de aquella balada trató de criticar la supuesta cobardía de ciertos poetas andaluces por no alzar su voz frente a las injusticias que se vivían en la España de la época. Suponía que veinte años después, ya habría aflorado una prometedora rebeldía con poemas nuevos. La canción fue grabada en su primera versión en 1970.

Portadas de Aguaviva para “Poetas andaluces”. En la foto del single se puede apreciar la alcalaína calle Empecinado y a la derecha el rótulo del bar “El torrejonero”.

Aguaviva en la calle Empecinado

Si observamos con detenimiento la foto que ilustra la cubierta del single, descubriremos al grupo Aguaviva bajando a la carrera por la alcalaína calle Empecinado. Incluso en el lateral derecho se puede apreciar el rótulo del desaparecido bar “El torrejonero”. Un mítico lugar para muchos de nosotros porque, apoyados en aquella barra, compartimos por entonces más de un chato de vino barato con una juventud perdida y ansiosa de libertades. No deja de ser curioso que algunos años después, José Antonio Muñoz, uno de los principales creadores del grupo y la contundente voz que se cuestionaba en aquel disco la existencia de nuevos poetas, fuese nombrado gerente de la Fundación Colegio del Rey por nuestro siempre admirado y recordado Curro Lope Huerta. Creo que los dos fueron culpables de ese Don Juan en Alcalá que aún prevalece repitiendo ripios archisabidos cada noviembre entre ruinas calcinadas.

A la busca de una respuesta

En 1975 Aguaviva recupera la balada de Rafael Alberti; la trocea en dos partes para reproducirla al comienzo de la caras A y B de un elepé que, con el título de Poetas andaluces de ahora, trataba de darle contestación a Alberti, reuniendo como respuesta los versos de ocho poetas andaluces de aquel momento. Tal vez no fuesen los más representativos, pero al menos era el intento de una voluntariosa apuesta musical. Entre los poetas seleccionados se encontraban José Heredia Maya, José Infante y Juan de Loxa… Antes de cada poema musicalizado, ellos con su propia voz realizaban una breve presentación. Casi cincuenta años después, tan sólo valoramos el disco como un testimonio nostálgico de rebeldía en tiempos raros. A pesar del esfuerzo y la maestría de un compositor como José Nieto, pocas canciones han resistido el inexorable paso de los años. Con cierta benevolencia podríamos salvar la fuerza y el vigor de algunos de sus temas, como por ejemplo la que recoge la letra del poeta gitano José Heredia Maya. Es que “Pon tu cuerpo a tierra” extraído de su poemario Penar Ocono (Ed. Universidad de Granada) todavía nos evoca un pasado repleto de esperanza contenida, cuando aun creíamos que la poesía era un arma cargada de futuro.

Javier Egea y Rafael Alberti brindando por los poetas de ahora en una taberna granaína.

El regreso

En la primavera del 77 regresaron del exilio María Teresa León y Rafael Alberti. Una pareja recuperada casi cuarenta años después de la derrotada contienda y la traumática diáspora. De aquel día en Barajas aún recuerdo la generosa sonrisa de María Teresa desparramada entre una masa exaltada que sin prestarle demasiada atención, celebraban –sobre todo– la recuperación de un combatiente poeta del 27: «¡Se ve, se siente, Alberti está presente!». Por tanto la de ella era como una sonrisa dulce, suave y conciliadora, pero que sin destinatario concreto. Inmediatamente –creemos– fue a partir de aquí cuando comenzó a desmoronarse hacia el olvido, su frágil memoria de la melancolía. Mientras tanto eufórico Rafael saludaba aquel 27 de abril, al pie del avión, sintiéndose protagonista de abrir una nueva, libre y optimista página de la historia de España: «Me fui con el puño cerrado y vuelvo con la mano abierta en señal de concordia».

Nunca vi Granada

En 1967 Paco Ibáñez grababa en París un segundo elepé. Con su característica y entrañable voz, una vez más, iba abriendo brecha a nuestra ignorancia amordazada. Tras Lorca y Góngora en el disco anterior, ahora nos acercaba una docena de poemas que desconocíamos y a unos cuantos poetas silenciados: Gabriel Celaya, Blas de Otero, Miguel Hernández y Rafael Alberti; acompañados de nuevo por Góngora, junto a la sátira descarnada y permanentemente actual de Quevedo. De aquella grabación siempre me sobrecogieron los exaltados versos de Miguel Hernández, invitando a rebelarse a los aceituneros altivos: andaluces de Jaén. Pero, sobre todo, el melancólico lamento de Alberti, porque nunca fue a Granada, donde habían asesinado a su mejor amigo en una madrugada siniestra y cobarde de agosto del 36. «Entraré en Granada» amenazaba el poeta en el último verso de la balada. Y me consta que se presentó en Granada. Y en 1989, en Fuentevaqueros, el pueblo natal de Lorca, lo hermanaron con el poeta. Aunque mucho antes, seguro que conoció a algunos poetas andaluces de ahora, entre ellos a Javier Egea Quisquete. Aunque, por cierto, ninguno de sus poemas apareció en el disco con el que Aguaviva quiso responder al poeta que regresó del exilio. Somos conscientes que Javier fue ninguneado sistemáticamente en muchas de las “autorizadas” antologías que, por aquellos años, se empeñaban en definir un canon para marcar los supuestos valores de la lírica andaluza. Sin embargo, como documento inefable, existe una foto en la que aparecen Javier Egea y Rafael Alberti, en el interior de alguna taberna granaína, brindando por el futuro de todos y cada uno de los poetas andaluces de ahora.

Dos cubiertas de libros de Javier Egea “Quisquete”.

Javier Egea

Nació en Granada en 1952 y murió en 1999, el mismo año que su admirado Rafael Alberti. Como comentábamos, Quisquete fue casi siempre calculadamente ninguneado. Tras su trágica desaparición, la hipócrita crítica comenzó a considerarlo como uno de los poetas mas importantes de los años ochenta. Yo recuerdo que una noche me lo presentó Juan de Loxa en “El Elefante” que era como conocíamos entonces la mítica taberna Casa Enrique, tan cerquita de “El Suizo” de Puerta Real. Entre chato y chato de vino de Albondón, tímidamente trataba de expresarle mi admiración, citando aquel poema titulado “19 de mayo” que se contenía en su libro A boca de parir (Ed. Universidad de Granada). Apenas si dedicó atención a tan pedante referencia, como si no fuese él autor de aquellos versos; con el alegre desparpajo que le caracterizaba, siguió despachando chistes a un minúsculo auditorio de incondicionales. Después creo que coincidimos media docena de veces más en algunas de las oscuras tabernas que ambos solíamos frecuentar. Se acordaba incluso de mi nombre. Me enteré de su trágico final desde la distancia y fue entonces cuando traté de regresar a sus poemas con un absurdo afán de recuperar el recuerdo de aquellas noches de vino tinto. Hace pocos años, una tarde, precisamente en la librería Alberti de Madrid, Juan de Loxa me regaló A pesar de sus ojos (Ed. Esdrújula), una antología poética de Javier Egea, seleccionada y prologada por Jairo García Jaramillo. Cuando ahora trasteo por las páginas de esta antología, me reafirmo que en los montes, mares y campos andaluces siguieron existiendo poetas. Uno de ellos: Quisquete, hasta le dedicó versos a su admirado Rafael Alberti. Por ejemplo aquellas “Espumas de la escollera”: «Puerto de Santa María, / si Garcilaso volviera / yo sé que preguntaría / por su joven escudero / que quiso ser marinero / y se quedó en tierra un día.»