Una de cíborgs: ¿Oficial o carnicero? / Por Manuel Peinado

Una de cíborgs: ¿Oficial o carnicero? / Por Manuel Peinado

Hubo un tiempo en que me cautivaron los ensayos y las novelas de ciencia ficción. En ese tiempo me enteré de lo que era un cíborg [del acrónimo en inglés cyborg: de cyber, ‘cibernético’, y organism, ‘organismo’], es decir, un ser compuesto de elementos orgánicos y dispositivos electrónicos creado con la intención de mejorar las capacidades de la parte orgánica mediante el uso de tecnología cibernética.

El concepto del híbrido hombre-máquina ha sido ampliamente utilizado como recurso literario desde hace casi doscientos años. En la parodia The Man That Was Used Up (1839), Edgar Allan Poe describió al brigadier John A. B. C. Smith (trasunto del vicepresidente Richard M. Johnson) como un héroe de guerra con un cuerpo compuesto de múltiples prótesis. Aunque no se identifique al personaje, Poe despliega su ingenio para producir un relato sumamente divertido en el que el tal Smith es reconstruido a partir de una masa informe y pasa a convertirse en el individuo más atractivo que el narrador nunca hubiese contemplado.

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En la novela El hombre que puede vivir en el agua (1910), el escritor francés Jean de la Hire presentó a Nyctalope, para algunos el primer superhéroe y también el primer cíborg literario. Por su parte, en The Comet Doom (1928), el estadounidense Edmon Hamilton describió a unos exploradores espaciales cuyos cuerpos combinan partes orgánicas y mecánicas. Hamilton también es conocido por el peculiar cerebro viviente y parlante, siempre flotando en un receptáculo transparente, que acompaña al superhéroe Capitán Futuro (1939). Hamilton utilizó el término cíborg de forma explícita en el cuento After a Judgmente Day (1962) para referirse a «las copias mecánicas de humanos» llamadas «Charlies», explicando que «cíborgs es como se les había llamado, desde el primero [el primer Charlie] a inicios de la década de 1960 […] organismos cibernéticos».

Que Hamilton usara el término con fines literarios no es casual, porque el concepto había saltado a la luz pública –y con no poco revuelo mediático- dos años antes, en 1960, cuando Manfred E. Clynes (director científico del Laboratorio de simulación dinámica del Rockland State Hospital, en Nueva York) y Nathan S. Kline (un psiquiatra considerado una eminencia en el campo de la psicofarmacia), lo acuñaron para referirse a un ser humano tecnológicamente mejorado que podría sobrevivir en entornos extraterrestres. Llegaron a esa idea después de pensar sobre la necesidad de una relación más íntima entre los humanos y las máquinas en un momento en que empezaba a trazarse la nueva frontera representada por la exploración espacial.

El término apareció por primera vez en forma impresa cuando The New York Times informó sobre una ponencia presentada por Clynes y Kline en un congreso sobre vuelos espaciales. La definición decía: «Un cíborg es esencialmente un sistema hombre-máquina en el cual los mecanismos de control de la porción humana son modificados externamente por medicamentos o dispositivos de regulación para que pueda vivir en un entorno diferente al normal».

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Esqueleto «cibernético» encontrado en Italia. Obsérvese la orientación del brazo derecho, la posición de la hebilla en forma de D y la del cuchillo. A diferencia de la mayoría de los enterramientos, el brazo derecho del individuo estaba doblado sobre la pelvis en correspondencia con la prótesis. Fuente.

Aunque me apresuro a decir que ni el capitán Garfio ni los piratas con pata de palo pueden considerarse ciborgs, habida cuenta de que los artefactos que portan entran en el protésico campo de la ortopedia y no de la cibernética, no cabe duda de que el reciente hallazgo en el norte de Italia de un esqueleto de un hombre medieval manco bien pudiera tomarse por un antecedente de la íntima conjunción de un ser humano con un artefacto que va más allá de una simple prótesis.

Los antropólogos que han publicado el hallazgo en el Journal of Antropological Sciences se han quedado estupefactos. La osamenta muestra que la mano le había sido amputada en vida, pero lo que resulta verdaderamente enigmático es que en la tumba había también una hoja corta, parecida a un cuchillo, que pudo haberle servido como prótesis precibernética. La tumba data del siglo VIII y la edad del hombre, cuando pasó a mejor vida, era de entre 40 y 50 años. Hasta el momento se supone que se trataba de un guerrero, como lo eran por entonces todos los lombardos, pueblo al que pertenecía.

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Fractura curada del antebrazo derecho. Vista anterior (A) con detalle de los osteofitos (B, C), unas protuberancias óseas con forma de espolones, que reflejan la presencia de una enfermedad degenerativa y calcificación ósea. Fuente.

En un primer análisis del esqueleto, los especialistas confirmaron que la carencia de la mano no se debía a una malformación, sino que fue el resultado de una amputación obligada tras haber sufrido un traumatismo severo. Ciertas callosidades encontradas en el hueso del muñón son típicas de todo aquel que ha usado una prótesis durante mucho tiempo. Además, en los huesos del hombro se encontraron erosiones también características de las personas que se ven obligadas a mantener una postura poco natural debido a una extremidad apuntada.

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Detalles de dentadura, cuyos dientes muestran unas incisiones lineales que podrían haber sido producidas por la mordedura continua de un correaje.Fuente.

Especulando un poco, los daños que el cíborg medieval tenía en su dentadura permiten suponer que utilizaba sus dientes no sólo para masticar, sino para sujetar con fuerza algunas cosas. Eso, a su vez, y sigo especulando de la mano de los antropólogos, lleva a pensar que podría tratarse del correaje que sujetaba una prótesis a su brazo. A todo lo anterior se suman los restos de piel hallados en la cuchilla-prótesis que se encontró en su tumba.

Lo que resulta misterioso es el uso que pudo darle al cuchillo que se encontró encima del esqueleto. Los antropólogos más belicosos piensan que pudo servirle como arma secundaria en las batallas, en caso de que fuese un guerrero, aunque otros, más cautos, admiten que quizá el lombardo fuera solo un simple carnicero.

En todo caso, lo más curioso de todo este caso es que el hombre sobreviviera a una amputación en una época en la que no había antibióticos y pululaban las infecciones. Que llegara a viejo en tales condiciones es un gran misterio.

©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca