No hay dudas de que la gran revolución de los últimos años es el feminismo. Alrededor del mundo, este movimiento ha conseguido un sinnúmero de derechos y continua inmerso en una pelea ferverosa por otros que todavía se deben alcanzar.
Asistimos también a un período en el que se plantea la revisión del canon literario y se busca recuperar a las voces femeninas que, en un contexto eminentemente patriarcal, fueron acalladas, así como dar lugar a las voces femeninas contemporáneas. Entonces ¿de qué hablamos cuando decimos que las poetas mujeres fueron silenciadas?
Falta de referentes
Cuando hablamos de la palabra silenciada nos referimos a que las antologías generales, que van a marcar a cada una de las generaciones poéticas, prácticamente no incluyen representantes femeninas. Evidentemente, la ausencia de mujeres trae aparejadas numerosas consecuencias y una de las más graves radica en su traslación al ámbito educativo.
Remedios Sánchez García ha estudiado este fenómeno. Al revisar los manuales escolares, nota que a la hora de explicar los distintos movimientos poéticos todos los representantes son hombres. Dado que los manuales constituyen, en la mayoría de las ocasiones, la única mirada sobre la literatura que, junto con la guía docente, tienen los adolescentes, el borrado de las figuras femeninas se perpetúa generación a generación. Por todo esto, el desafío de poner en evidencia los nombres femeninos que marcaron la poesía española es esencial. Ahora bien ¿cuáles son los nombres que deberíamos reivindicar?
Otro canon literario
En el romanticismo, la mujer comienza a tener el derecho a educarse y podemos ver una producción creciente de voces femeninas. En este auge de la literatura femenina no podemos obviar los nombres de Rosalía de Castro, Carolina Coronado y Gertrudis Gómez de Avellaneda.
Cabe señalar que en este período la poesía de mujeres solo podía tratar “temas femeninos” como el rol de madre, las labores del hogar o la naturaleza. En esta línea, muchas poetas fueron desprestigiadas por sus contemporáneos, tal como se puede ver en el último libro de Marta Ferrari, Amazonas de las letras.
La obra de Castro, Coronado y Gómez de Avellaneda es especialmente interesante porque se aparta, en mayor o en menor medida, del modelo impuesto y cuestiona la existencia de temas “femeninos” a la hora de escribir poesía.
Llega 1927
En la generación del 27, destacan “Las sin sombrero”, no solo por su excelente producción literaria sino también por su lucha por los derechos de las mujeres. En la poesía, algunos de los nombres imprescindibles son los de Concha Méndez, Josefina de la Torre, Rosa Chacel, Ernestina de Champourcín y posteriormente Josefina Romo, Josefina Pla y Margarita Ferreras.
La producción de estas autoras, que nada tiene que envidiarle a las de sus compañeros de generación, no fue tenida en consideración para la confección de las antologías generales a cargo de Gerardo Diego. En la primera edición de Poesía española que se publica en 1932 no se incorpora a ninguna mujer. Mientras que, en la segunda publicación, producida dos años después, se incluye a Ernestina de Champourcín y Josefina de la Torre, venciendo la resistencia de otros de los miembros masculinos del grupo.
Este grupo de mujeres ha recibido especial atención en los últimos años, ya que distintos miembros del campo intelectual han reivindicado la obra de estas autoras. Una de las iniciativas con más impacto ha sido la de Tània Balló, quien produjo dos libros y un documental sobre este grupo de mujeres poetas.
La guerra y la posguerra
La guerra civil y, sobre todo, la posterior llegada del franquismo supone un retroceso en los derechos para las mujeres alcanzados en la República y sumerge nuevamente a la mujer en el ámbito doméstico. Se recupera el rol de “ángel del hogar” y se la asigna el papel de madre, custodia de la raza, de la cultura patriarcal y del sentimiento nacionalista.
En los años cuarenta se produce un renacer de la poesía femenina, con representantes como Elena Martín Vivaldi, Susana March y fundamentalmente Carmen Conde y Ángela Figuera, quienes proponen una poética que revisa y cuestiona la cultura patriarcal.
Otra voz femenina que no podemos dejar de tener en cuenta es la de Gloria Fuertes quien, en su poesía, aúna la conflictiva realidad social con amor, humor e ironía.
Poetas en la democracia
La muerte de Franco modifica notablemente el panorama político y social de España en general, y el de las mujeres en particular. Ante la llegada de la democracia, la mujer retorna paulatinamente al ámbito público y abandona el rol meramente doméstico.
La década de los ochenta es un excelente momento para la poesía de mujeres: por un lado, se pone en valor la literatura escrita por mujeres en períodos anteriores: se editan poemarios de las Sinsombrero y de poetas nacidas en los cuarenta.
Además, se crean revistas literarias dedicadas especialmente a la literatura femenina, se fundan casas editoriales y hay un aumento notable en la producción de poemarios escritos por mujeres. También comienzan a proliferar las antologías de género, en las que se reúnen a jóvenes poetas.
Las poetas que comienzan a escribir en este período resaltan por abordar de temas que, hasta el momento, habían estado prácticamente ausentes de la poesía femenina. La mujer abandona el rol de musa de la poesía amorosa y comienza a exponer sus propios sentimientos, lo que lleva a la aparición del erotismo.
Destacan, dentro de esta generación, Ana Rossetti, Olvido García Valdés, Almudena Guzmán, Aurora Luque, Ángeles Mora, Inmaculada Mengíbar, Isla Correyero y Josefa Parra.
En las últimas manifestaciones de la poesía femenina, las redes sociales han tenido un rol esencial en su difusión. En este período, debemos resaltar los nombres de Elena Medel, Elvira Sastre, Luna Miguel y Loreto Sesma.
Como vemos, aún queda mucho trabajo por hacer en el ámbito de la poesía femenina. Habrá que trabajar de manera sostenida para que las poetas logren el lugar que merecen, es decir, que consigan una inserción plena en el canon escolar y un sitio en el canon de la poesía española.
Aún hoy, algunas voces siguen marcando diferencias entre la poesía producida por mujeres y la escrita por hombres. Nuestro deber será editarlas, escribir sobre sus obras poéticas y principalmente, leerlas para que estas diferencias queden ya, de una vez por todas, en el olvido.
Micaela Moya es investigadora predoctoral de la Universidad de Salamanca- Doctorado en Español: estudios avanzados en Lengua y Literatura por la Universidad de Salamanca.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.