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Albert Rivera y la circuncisión del vacío / Por Antonio Campuzano

Albert Rivera y la circuncisión del vacío  /  Por Antonio Campuzano

Se ha detenido la suerte. Thomas Piketty, en el gigante El capital en el siglo XXI (Fondo de Cultura Económica, 2014), se pregunta “dónde empiezan el esfuerzo y el mérito, dónde se detiene la suerte?”. Incluso en ese detenimiento de la inclinación del azar favorable ha habido ventaja.

Albert Rivera ha explotado profesionalmente, como ante lo hizo como representante de opciones políticas, pero lo ha hecho en medio de la crisis de Ucrania y de las pasadas elecciones en Castilla y León, que han amortiguado su caída desde las terrazas de la mediocridad. El 28 de abril de 2019, Ciudadanos consiguió 57 escaños. En menos de tres años, ese arsenal de resultados ha sido aventado por las corrientes de la microhistoria, en la que ha tenido mucho que ver este mismo Rivera refugiado en la puerta giratoria que te lleva de un salón a otro sin necesidad de pisar charcos.

Ángel Ossorio y Gallardo, abogado y político de la restauración borbónica, ministro con Antonio Maura, fue encarcelado por el general Primo de Rivera al llegar éste al poder. El político democristiano había denunciado el contrato telefónico concedido a los americanos de ITT que tenía, entre otros anexos, la también contratación como abogado de José Antonio Primo de Rivera, joven vástago del dictador, con apenas veintiún años de edad. Así lo cuenta Paul Preston en sus obras. El caso de José Antonio Primo representaría una especie de privilegio del poder ejercido en primerísima persona por su padre, jefe del directorio militar. Así elegido el ejemplo, se sintoniza por aproximación al caso de Albert Rivera, quien sin atesorar merecimientos, como en el caso de Primo de Rivera, accedería a la firma notoria del despacho de abogados por causas ajenas al desempeño de su profesión. Ahora se ha conocido que el resultado de su contribución al estudio jurídico no ha sido satisfactorio para la dirección del mismo hasta tal punto que el umbral económico que marca el final de la negociación es de mil euros, por encima de los cuales no habría negociación y sí pleito en los tribunales. El descontento del despacho parece ser colosal.

Entonces se llega a la conclusión que, si bien Rivera alcanzó nieles de popularidad estimables en su expectativa política hasta representar un espacio de futuro para la ruptura del bipartidismo, lo cierto es que en menos de ocho meses del año 2019 pasó de capitanear una fuerza, CS, de 57 diputados, a hacerlo con una diezmada fortaleza de 10 diputados. El divorcio entre el electorado y Rivera adoptó los caracteres de express y del amor se pasó a la desconfianza con una velocidad de vértigo. Para muchas opiniones quedó al descubierto su desmentido de fuerza polivalente y neutral al neutralizar su aproximación y apoyo al vencedor de aquellas elecciones del 28-A para dar paso a nuevas elecciones. La tercera fuerza era una farsa que solo escondía su apego a la polarización y su alegría y alborozo cuando se subía a la plataforma de la foto de Colón. Luego vino el adoquín de la campaña de noviembre de 2019, pero la consistencia del símbolo de feldespato no casaba con la pérdida electoral ya fraguada y que culminaría en el batacazo previo a su dimisión para encomendarse al fulgor de otras disciplinas. En el plano personal, su encomienda a la relación sentimental despertó alguna simpatía en el capítulo de la farándula, que en España siempre tiene cantera. Y en el profesional, que él mismo se afanó en convertir en metapolítico, acabó en fichaje sonoro en el contrato ahora rescindido.

Tanto el paso de lo público a lo privado como el final de esta etapa se encargan de acreditar que las proclamaciones de Rivera de hace unos años se compadecen apenas con las realidades ahora manejadas hasta tal punto que se impone una acción de gracias del electorado agraviado. Menos mal que las metáforas del adoquín no han cuajado en ministros ni subsecretarios. Rivera se enfrenta ahora a la tarea de remontar desde la nada.

Como dice el mexicano Juan Villoro del escritor argentino Juan José Saer, en De eso se trata (Anagrama, 2008), que “sus personajes están circuncidados de vacío”.