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Albert Rivera y los «compañeros de armas» / Por Antonio Campuzano

Albert Rivera y los «compañeros de armas» / Por Antonio Campuzano

De todas las lecturas que se pueden hacer de cuanto rodea a la moción de censura, quizá la más reveladora de todas resulte la desenvoltura extrema con la que manifiesta y desembaraza el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, quien ejerce de secante sobre dos líneas, la de la realidad de la cuantificación y la de la aspiración ente esperanzadora y llena de conmoción, incluidas ambas, la esperanza y la emoción voluptuosa, en el terreno de la expectativa. En este caso , expectativa electoral.

La seguridad en sí mismo de Rivera le mantiene alejado de los números y esto en política provoca disgustos a los que se han de añadir las lamentaciones posteriores. Ciudadanos, por boca de su principal representante, ni puede ni debe olvidar que sus cifras en escaños no superan los 32 diputados y en la conquista de la estabilidad gubernamental cuenta con menos posibilidades de ayudar en su procura que, por ejemplo, el PSOE, que mantiene sus 84 diputados.

Rivera recuerda a Luc, el personaje de Emmanuel Carrère, en su recreación de la vida del monstruo Jean Claude Romand, en la obra «El adversario», a quien el autor atribuye una «incapacidad absoluta de ver las cosas desde un punto de vista distinto del suyo». Desde la minoría actual claramente molesta con la proyección del porvenir, Rivera declama con la misma firmeza con que lo hacen los pontífices, aquellos que pontifican.

Si la segunda fuerza en votos y escaños, el PSOE, ante una condena contundente con hábitos delictivos con epicentro en el partido en el gobierno, no ejerce una labor de oposición con presentación de moción censuradora de lo actuado, la acusación de inacción de esa oposición sería lo mínimo que la opinión pública habría de generar.

El menosprecio de la alternativa personalizada en Pedro Sánchez por parte de Rivera alcanza en esta crisis espacios insólitos, siquiera en imaginaciones perseguidas por la fiebre. No solo no apoya la moción, sino que difiere tanto de la misma que distrae la emoción hacia Pedro Sánchez de tal modo que sustenta la idoneidad del cambio de jefe de gobierno hacia figuras históricas del PSOE con la némesis que aletea palmariamente contra el presentador de la moción.

Las complacencia de los nacionalistas, si bien solo en episodio de suma de votos favorables a la moción, para remover a un gobierno lastrado por la ausencia de decencia pública, añade distancia comprensiva hacia las siglas socialistas, ya de por sí señaladas por el atavismo de muchos correligionarios del partido de Rivera.

La «larga terapia de afectos mutuos» de enunciado marca Chaves Nogales, tan lejos del momento presente. Albert Rivera, tanto si prospera la moción como lo contrario, queda retratado en estos delicados momentos como un aspirante a un aumento de actas de diputado empeñado en la arquitectura de un enorme edificio de Estado con muy pocas asignaturas fehacientemente aprobadas.

El periodista Carlos Luis Álvarez «Cándido» sostenía que Don Miguel Primo de Rivera se refería a Napoleón como «compañero de armas». No otra cosa le sucede a Albert Rivera.