Pedro P. Hinojos: «Alcalá tiene mucho futuro justamente porque tiene mucho pasado»

Pedro P. Hinojos: «Alcalá tiene mucho futuro justamente porque tiene mucho pasado»

Por Óscar Sáez / @oscarsaez

Pedro Pérez Hinojos fue uno de los testigos directos de uno de los acontecimientos más importantes de la historia reciente de Alcalá de Henares: la declaración de Ciudad Patrimonio de la Humanidad el 2 de diciembre de 1998. Desde las páginas de Diario de Alcalá, que promovió un manifiesto ciudadano al que se adhirieron decenas de colectivos y vecinos, nos contó hace dos décadas cómo se gestó la candidatura, cómo se vivieron los días previos, detalló los pormenores de la elección de Alcalá y las expectativas que generó el nombramiento de la Unesco. Algunos se han cumplido y otros se han quedado por el camino. Además de ser uno de los mejores periodistas que tiene Alcalá de Henares, del que hemos aprendido decenas de periodistas de esta ciudad, Pedro Pérez Hinojos rebosa humanidad. Su sabiduría es patrimonio de todos y sus crónicas forman parte de la historia viva de la ciudad.

– ¿Cómo recuerda ese 2 de diciembre de 1998?

-Conservo un recuerdo muy bonito, porque tuve la doble suerte de vivirlo como vecino y como periodista. Recibir un reconocimiento internacional de esta envergadura es lo máximo a lo que puede aspirar una ciudad. Y contarlo es la mejor noticia que puede soñar con dar un profesional de un medio local. En este último sentido, fue un día de trabajo muy duro y muy emocionante también, pues supuso el broche a casi dos años de seguimiento del tema y de implicarnos a fondo, pues mi periódico se comprometió mucho con la movilización cívica para obtener la declaración. También fue una jornada de contrastes porque, a pesar de ser probablemente el día más importante de la historia de Alcalá, transcurrió como un día corriente. Y no solo en la calle, donde los paisanos vivían la jornada como otra cualquiera. En la misma Sala de Comisión de Gobierno del Ayuntamiento, donde se había reunido la Corporación Municipal junto a algunos funcionarios para escuchar el veredicto de la Unesco, dos concejales intercambiaban lotería de Navidad y a pocos metros se emocionaba hasta las lágrimas el Cronista Paco García Gutiérrez, mientras el alcalde anunciaba que Alcalá ya era Patrimonio de la Humanidad. Ese contraste se me quedó grabado y creo que define muy bien cómo se vivió ese día.

– ¿Cómo se fraguó la candidatura?

– Fue un empeño del rector Manuel Gala y su equipo. Se buscaba poner la guinda a quince años de recuperación de los viejos edificios de la Universidad y a hacer justicia con una ciudad que, aunque machacada a partir de 1836, aún conserva el espíritu de la Ciudad de Dios, del Saber y de Cervantes y las Letras. Y por una vez la Cisneriana y el Ayuntamiento fueron de la mano. El Gobierno local y todos los grupos políticos hicieron piña y se fueron sorteando obstáculos y quemando etapas en una carrera que comenzó en 1997. Se elaboró un expediente minucioso; se reunieron firmas de apoyo de las entidades y asociaciones locales en torno a un Manifiesto impulsado por Diario de Alcalá; se lograron los apoyos políticos necesarios en la Comunidad de Madrid; el Gobierno central escogió la propuesta de Alcalá para elevarla a la Unesco, y uno de sus inspectores, el ya célebre monsieur Repellin, dio su visto bueno tras una estancia en la ciudad de varios días para comprobar in situ que el expediente que habían enviado la Universidad y el Ayuntamiento no era una farsa.

– ¿Cuál fue la clave para que Alcalá obtuviera la declaración?

-Pienso que hubo varias. La principal estuvo en la astucia del rector Gala y en la inteligencia del alcalde y de toda la Corporación para unirse y sumarse a una idea tan descabellada como brillante. Otra fue el expediente que se elaboró y que apelaba al legado inmaterial y a la proyección en América de una forma de afrontar el conocimiento, lo que convertía a Alcalá en una ciudad clave para la cultura española en el mundo. Gala solía decir por aquel entonces que “lo más grande de Alcalá es su decadencia”. Y tenía toda la razón. No se podían vender monumentos y grandes obras de arte, porque la mayoría habían desaparecido. Pero quedaba su alma. Y una última clave fue la movilización ciudadana. El ‘jurado’ de la Unesco le dio mucho valor a aquel Manifiesto, con decenas de colectivos e instituciones económicas, sociales, culturales, vecinales y deportivas apoyando el proyecto. Y eso que por entonces ni se soñaba con la existencia de las redes sociales, que hubiera multiplicado los apoyos. Pero en honor a la verdad la mayoría de la ciudadanía permanecía ajena a toda aquella movilización y a aquella aventura. Es el eterno problema del desarraigo de Alcalá.

 

– ¿Cómo ha cambiado Alcalá de Henares desde entonces?

-Ha cambiado mucho. Y a mejor. Solo faltaría. Para empezar, la ciudad tiene 40.000 habitantes más y ha visto crecer nuevos barrios más allá de las vías del tren, como El Ensanche, los dos Espartales y La Garena. Y ha ganado equipamientos como el Parador de Turismo, el Museo Arqueológico o el Corral de Comedias que son punteros en el país. Obviamente también ha perdido. Sobre todo la industria; lo que quedaba de ella. Aunque echando la vista atrás y recordando todas las ilusiones y todos los proyectos que se desataron hace 20 años con el título de Patrimonio, creo que Alcalá debería haber cambiado más; el salto tendría que haber sido mucho mayor, ser más perceptible. Planes como el del enterramiento de las vías, la integración del río en el casco urbano, la peatonalización del centro histórico, la construcción de nuevas estaciones de bus y tren o la transformación de los Cuarteles, Sementales o la Huerta del Obispo en grandes espacios públicos, entonces eran prioritarios, aún están pendientes y revolucionarían el paisaje y la vida en la ciudad.

Gala solía decir por aquel entonces que “lo más grande de Alcalá es su decadencia”. Y tenía toda la razón.

– ¿Ha aprovechado la ciudad el espíritu y el orgullo que nos otorgó esa declaración?

– No lo bastante. Ya he mencionado antes esa rémora crónica que arrastra la ciudad desde hace décadas: el desarraigo, la falta de identidad, el escaso compromiso cívico. Si hay una herramienta que ayude a erradicar esa indiferencia, esa es la declaración universal. Pero hay que hacer un esfuerzo pedagógico por aprovecharla y sacarle todo su rendimiento. El Ayuntamiento lo ha intentado en estos veinte años, pero ni ha sido suficiente esa labor, ni ha existido una línea clara y coordinada. Aunque también hay que reclamarle a los vecinos que espabilen, que abran los ojos, que se preocupen, que exijan y que entiendan que no viven en una ciudad cualquiera. Con todos los respetos, un Parque Europa pueden tenerlo Torrejón, Móstoles o Alcobendas. Pero la plaza de San Diego, el Paraninfo, el Corral de Comedias, la calle Mayor, la cúpula de las Bernardas o el foro de Complutum son únicos y solo se encuentran en Alcalá.

El Ayuntamiento lo ha intentado en estos veinte años, pero ni ha sido suficiente esa labor, ni ha existido una línea clara y coordinada

– ¿Se han mojado las administraciones públicas?

– No y ese es el gran fracaso de nuestra Ciudad Patrimonio. El objetivo número uno de la comisión Universidad-Ayuntamiento nada más lograrse el título de la Unesco era involucrar a la Comunidad de Madrid y al Gobierno de la nación en la protección, rehabilitación y promoción de la ciudad a través de un Consorcio y de un Patronato que asegurase inversiones y amparo institucional a largo plazo. Así lo hacía Santiago y lo hicieron luego Toledo y Cuenca. Veinte años después estamos en el mismo sitio. Se constituyó un Consorcio, pero el Estado no se integró, así que quedó bloqueado. Y tanto la Asamblea de Madrid como las Cortes dieron su respaldo e instaron al Gobierno a constituir un Real Patronato. Pero de eso han pasado casi diez años. Tanto el PSOE como el PP en el Gobierno central han dado la espalda a Alcalá. Y ese apoyo es crucial para dar el gran salto. Y la clase política local debería tenerlo claro y convertirlo en una cuestión de ciudad prioritaria y sin fisuras. El título de la Unesco no compromete solo a la ciudad, sino que obliga a todo el Estado en el cuidado y difusión de su patrimonio. Y así han de hacérselo saber machaconamente nuestros munícipes a sus ‘mayores’ en la Asamblea de Madrid, en el Congreso y en La Moncloa.

– ¿Qué le queda por hacer a la ciudad para sacar todo el potencial?

– Desde el punto de vista material, la implicación de las Administraciones de la que hablábamos hace un momento es esencial. Ahí están las soluciones a muchos de nuestros problemas. También hay que pedir un cambio de onda en el Ayuntamiento y la Universidad. Al primero, que trabaje con consenso y con mirada larga y ambiciosa y que se reorganice para que primen las inversiones en la ciudad y para los vecinos y no en su propia maquinaria. Y a la segunda, que se abre más a la ciudad y a la ciudadanía, con más y mejor extensión cultural y con más usos sociales de sus edificios. Y por supuesto el paisanaje tiene que dar más de sí. Yo creo que hay dos sectores de población que son estratégicos. Por una parte, los escolares, nuestros niños y jóvenes. Ignoran casi todo de Alcalá y es necesario empaparlos en sus actividades culturales, en sus museos y en sus tradiciones. No solo son el futuro, nuestros mejores embajadores; también son el presente, porque arrastran a toda la familia. Y por otra parte están los vecindarios de los nuevos barrios. Yo vivo en uno de ellos y entristece ver cómo se vive completamente al margen a la ciudad. No sé cómo se puede lograr que en esas barriadas absolutamente impersonales se haga sentir que forman parte de una gran ciudad. Pero sé que es fundamental que se note en su paisaje y que se cuente con sus vecinos.

Los escolares, nuestros niños y jóvenes, ignoran casi todo de Alcalá y es necesario empaparlos en sus actividades culturales, en sus museos y en sus tradiciones

– ¿Cómo se imagina Alcalá de Henares dentro de 20 años?

– Mejor, simplemente mejor. Soy optimista. No me queda otra. Aunque soy un alcalaíno de aluvión, he vivido y trabajado lo bastante aquí como para aprender que esta ciudad es muy resistente. Que ha sufrido muchos avatares, como toda ciudad histórica, que no siempre ha estado bien administrada y que sus hijos no lo han tratado como se merecía en muchos momentos. Pero aquí sigue, en pie, aguantando y lista para despegar. Hace un par de años me fabriqué un blog, que llamé Complutopía, y todas mis entradas están inspiradas en esa idea; la de que Alcalá tiene mucho futuro justamente porque tiene mucho pasado.