Alcalá Zamora en Priego  / Por Vicente Alberto Serrano

Alcalá Zamora en Priego   /   Por Vicente Alberto Serrano

Luces y sombras

En 1935 el hispanista inglés Gerald Brenan decide abandonar La Alpujarra, al sur de Granada, donde residía desde 1919 para establecerse en Churriana, un pueblo cercano a Málaga. Allí les sorprenderá el inicio de la sangrienta Guerra Civil. Él y su mujer, la escritora norteamericana Gamel Woolsey, serán testigos del horror que las tropas sediciosas infieren a la indefensa población civil en su huida hacia Almería, conocida como “La desbandá”. Ante aquel espanto incomprensible, optan por embarcar para Inglaterra. Años más tarde, en 1943, Brenan publica El laberinto español (Col. Austral) uno de los estudios más lúcidos sobre los antecedentes sociales y políticos que derivaron en el conflicto del 36. Gamel Woolsey escribe Málaga en llamas (Ed. Temas de hoy, con prólogo de Rosa Regàs) desolador testimonio de una tragedia que conmocionó al mundo. Como es lógico, ambos libros estuvieron censurados en España hasta la muerte de Franco.

La faz de España

Trece años más tarde, en 1949, el matrimonio Brenan regresa al sur. Recorren Extremadura, Castilla la Nueva y Andalucía, en un intento por comprobar los efectos de la derrota republicana. Las impresiones de aquel viaje quedarán reflejadas en La faz de España (Ed. Península), un libro de viajes prohibido en nuestro país, publicado en 1952 por la editorial argentina Losada y recuperado hace unos años por la editorial Península. En sus páginas Gerald Brenan se esfuerza por retratar el carácter español, descubre y describe paisajes y monumentos al tiempo que rebusca las señas de identidad en un pueblo aún amordazado. Visita Granada para investigar, infructuosamente, sobre el asesinato de Lorca. Sólo consigue recopilar pistas falsas. Se adentra en la provincia de Córdoba siguiendo las huellas literarias de don Juan Valera, admira la sencilla belleza de Cabra, la ciudad natal del autor de Pepita Jiménez (Alianza Ed.) ciudad natal y se sobrecoge con la miseria que impera en la cercana ciudad de Lucena.

Fachada de la casa natal de Niceto Alcalá Zamora.

Priego de Córdoba

Una mañana el matrimonio amanece en Priego y tras desayunar unos exquisitos tejeringos, atraviesan la sinuosa calle Río (entonces llamada Héroes de Toledo) hasta alcanzar la famosa Fuente del Rey, los viajeros se recrean con admiración en la descripción de aquel sorprendente conjunto de mármol y agua. Los lugareños le comentan orgullosos la prosperidad de un pueblo que ha logrado resurgir de las cenizas de la guerra gracias a la implantación de más de treinta humildes fábricas de paños, la ausencia de latifundios y la feracidad de las cuidadas parcelas de regadío que se aprecian desde el Adarve, ese paseo de más de quinientos metros que como una gran balconada muestra la campiña cordobesa en toda su belleza. De nuevo en la calle Río, admira el esplendor teatral de lujo, misterio y drama que encierran el arte barroco andaluz en iglesias y palacetes. Con toda seguridad una y otra vez pasarían junto al número 33, una casona de sobria fachada encalada, planta baja y dos pisos, con un portón de entrada enmarcado por unas jambas que son todo un guiño a la arquitectura local. No logran adivinar que aquella fue la casa natal de don Niceto Alcalá Zamora, muerto ese mismo año en el exilio bonaerense. En 1936 destrozaron a martillazos la placa que señalaba el lugar y desde entonces la población había extendido sobre el personaje un velo de olvido, cuando no de desprecio, sobre el que fuera el primer Presidente de una República democráticamente constituida. Resulta paradójico que aquel viajero inglés que analizó con extrema lucidez los orígenes de la Guerra Civil en El laberinto español, se marchase de Priego sin reseñar en las páginas de su nuevo libro que en la  calle del Río había nacido uno de los protagonistas del sueño republicano. Con toda seguridad a Brenan lo hubiese ocurrido lo mismo si por aquellos años hubiese paseado por la alcalaína calle de la Imagen.

La casa natal

En 1977, coincidiendo con el centenario de su nacimiento, el Ayuntamiento  de Priego restituyó la placa en la casa del número 33 de la calle Río, que fue cedida generosamente por sus herederos a la ciudad. En 1993 se constituye en ella el ‘Patronato Niceto Alcalá-Zamora y Torres’, que tiene como finalidad: «recoger y poner a disposición de los investigadores toda la documentación de archivo, hemerográfica, bibliográfica, etc. referente a la figura de Alcalá-Zamora, y promover el estudio de su figura, así como el periodo de la Segunda República. Siendo pues sus objetivos totalmente culturales, alejados de toda intencionalidad política y tendencia de partidos». A lo largo de estos años se ha creado un museo permanente sobre el Presidente y su época y la recopilación de su obra escrita y discursos han conformado en diversos tomos la publicación de sus Obras Completas. Se han celebrado conferencias, encuentros, cursos, seminarios, jornadas y congresos. Visitar la cuidada Casa-Museo inevitablemente me retrotrae a la escenografía literaria de don Juan Valera, que es tanto como evocar otras casas familiares que conocí durante mi infancia en Cabra y Lucena. En la ciudad de Priego nacieron algunos miembros de la familia Ceballos, entre ellos Gracita y el entrañable Helio; allí murió mi amigo el poeta Pedro Atienza. En la actualidad no alcanza los treinta mil habitantes y por supuesto carece de Universidad o de otra entidad cultural de prestigio, sin embargo ha conseguido rehabilitar a su hijo más preclaro y destacar a través de su figura, la imagen de aquella clase política, de derechas o de izquierdas, que ante todo pretendieron alcanzar una República regeneradora.

La figura en bronce del que fuera primer Presidente de la Segunda República, preside desde ahora la fachada de su casa natal (Foto: Cordópolis).

Un merecido homenaje

Hoy leo en las páginas de Cordópolis un articulo firmado por Jaime Linares Jiménez, del que deseo mostraros esta foto y destacar algunos párrafos: «En plena Semana Santa y con motivo de la reciente finalización de la importante obra de la calle Río, una de las calles más transitadas y relevantes del pueblo, Priego de Córdoba ha decidido homenajearle, trasladando la estatua realizada por Antonio Serrano Ávila de la Plaza de la Constitución a este vial, justo enfrente de la casa que le vio crecer y que ahora es museo de su figura.» El artículo finaliza con unas  emotivas palabras que deberían servirnos de revulsivo: «Hoy por hoy, Niceto Alcalá Zamora puede descansar sentado delante de la casa a la que jamás pudo volver y ser testigo de una España muy distinta a la que trataba de cambiar. Su pueblo, con esta estatua, homenajea a un emblema para Andalucía y la ciudad de Priego y señala la importancia de no olvidar a aquellos que apostaron por el futuro en tiempos de oscuridad.» Como dijera Shakespeare en boca de Hamlet: «El resto es silencio».