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Almudena Grandes: la voz de la memoria, la voz del humanismo / Por Francisco Peña

Almudena Grandes: la voz de la memoria, la voz del humanismo / Por Francisco Peña

Ha fallecido Almudena Grandes. Todos nos sentimos huérfanos. España también se siente un poco huérfana.

La semana pasada escribí un correo a Luis García Montero, su marido, para enviarle un ejemplar de mi libro “Cervantes en Alcalá”, que él conocía. Había prometido una colaboración pero su situación familiar, como me comentó, le impidió redactarla. Ya sabíamos de la gravedad de la enfermedad de Almudena. Por eso, en la dedicatoria de mi libro para ambos, mis palabras buscaban con anhelo la esperanza de la curación de Almudena, como la Leonor de Machado en el olmo seco.  Pero como Leonor, no ha sido posible.

Almudena Grandes saltó a las páginas de los periódicos tras el éxito de Las edades de Lulú, premio «La sonrisa vertical», pero su magna obra son las seis novelas de los Episodios de una guerra interminable. Obsesionada por la losa de silencio que ha caído sobre los españoles para anular la memoria de la brutal guerra civil y de la no menos brutal posguerra, Almudena se propuso, como Galdós, mostrar en sus novelas el reciente pasado de la triste historia de España sin ningún espíritu revanchista. Solo la inspiraba iluminar la ignorancia y el desconocimiento de la reciente historia de España.

Como profesor de la Universidad de Mayores, he visto con inmensa pena, cómo mis alumnos -muchos licenciados en diferentes ramas- jamás habían estudiado a Lorca, a Machado, a Aleixandre y a tanto otros anulados por la implacable censura del franquismo. Y los políticos de la República se habían convertido poco menos que en diablos con cuernos y rabo bajo la insistente proclama del franquismo. Basta con leer las opiniones vertidas sobre el insigne Manuel Azaña.

El franquismo fue una dictadura prototípica debido a su certera aplicación progresiva del terror; se sembraba toda esa represión desde el gobierno para que nadie se moviera ni quisiera cambiar las cosas, dijo Almudena Grandes. Su palabra es un grito de libertad abierta a todos desde el conocimiento. Solo el que sabe puede ser libre. Y ese es su objetivo prioritario. Lo repitió varias veces: «LO QUE ME HIZO SER VERDADERAMENTE DE IZQUIERDAS FUE LEER». Antes que escribir; Almudena nunca dejó de leer.

Y eso es lo que nos toca hacer ahora a nosotros. Siempre he pensado que la mejor novela publicada en España en los últimos 50 años es EL CORAZÓN HELADO. Si alguien quiere saber de verdad cómo se vivió la terrible posguerra en España, no puede dejar de leerla. Es una magnífica novela donde los personajes definen su personalidad a través de los acontecimientos históricos. Historia y ficción forma una simbiosis perfecta, un maravilloso tándem para hacer de la lectura un placer y de la historia una excelente revisión. Nadie que se precie puede hablar de las consecuencias de la guerra y la posguerra en las vidas cotidianas sin haber leído El corazón helado.

Y hablo de esta porque, desde mi punto de vista es la mejor, pero podría hablar de Los pacientes del doctor García, para comprender cómo el franquismo apoyó a los criminales de Hitler a salir indemnes de sus asesinatos. O El lector de Julio Verne, o La madre de Frankenstein… todas ellas construyen un entramado humano y sincero sobre una increíble realidad que ha aplastado al pueblo español durante más de cuarenta años y que las novelas de Almudena nos descubren de una forma amena y con una prosa verdaderamente maravillosa.

Y todo empezó, como contaba ella, cuando su padre, en lugar de un juguete le regaló un libro. Ella prefería el juguete pero luego comenzó a leer el libro y se dio cuenta de que en él estaban todos los juguetes del mundo: era La odisea.

Su compromiso, su humanismo, su libertad, su mirada tierna sobre los supervivientes, su amistad franca, su capacidad para crear todos los juguetes del mundo salió de la lectura.

Descanse en paz.