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Aquella República de abril, un sueño roto / Por Vicente Alberto Serrano

Aquella República de abril, un sueño roto  /  Por Vicente Alberto Serrano

Desde La Oveja Negra

Se cumple en estos días el noventa aniversario de aquel 14 de abril de 1931. En plena primavera madrileña, una muchedumbre frenética de alegría y de triunfo, ocupó pacíficamente el centro de la capital para celebrar la llegada de la República. Las elecciones municipales, celebradas dos días antes, habían sido ganadas por los políticos caciquiles en la mayoría de las poblaciones rurales, pero en las grandes ciudades y en núcleos de población de histórica y combativa tradición democrática, se impusieron las actas republicanas y fue así como el país entero, la clase política y el propio rey tuvieron que aceptar el resultado de unas urnas que condenaban la monarquía. En esta ocasión no ocurrió como en el siglo XIX, cuando la Primera República fue instaurada por los monárquicos a falta de un rey; ahora la presencia de este era repudiada, precisamente por el desgaste de la corona, involucrada hasta en sucios intereses en el Rif, asistiendo impasible a la sangría humana que supusieron las guerras de Marruecos. Un desastre que tuvo de acompañamiento, como imprescindibles compañeros de viaje, a los privilegiados miembros de una oligarquía enriquecida por la neutralidad en la Gran Guerra y por lógica, furibundos enemigos de cualquier tipo de democratización de la política y de la sociedad. Como director de orquesta, bastante desafinada por cierto, ya habían contado, hasta el año anterior, con la vulgar presencia de Primo de Rivera; la batuta del dictador se había caracterizado fundamentalmente por conseguir acordes poco agraciados e incompatibles con cualquier expresión de la inteligencia o la imaginación.

Dos imágenes

Entre las escenas gratificantes de un país entero tirado a las calles aquel 14 de abril de 1931, rodeados de banderas rojas, lilas y amarillas, reclamando una esperanza de futuro, y aquella otra sobrecogedora imagen, de finales de marzo de 1939, con las tropas republicanas derrotadas subiendo la cuesta de una calle de Collioure; ya sin banderas, sino con las únicas armas de la tristeza reflejada en sus rostros, caminando hacia la nada en una hilera que parece infinita, embutidos en viejas mantas y ligeros de equipaje. Entre esas dos imágenes tan solo median ocho años, posiblemente los más intensos de nuestra historia contemporánea. «La Segunda República –tal como afirma Nigel Townson– todavía está pendiente de muchos análisis, no sólo por haber sido un primer ensayo de democracia en España con profundas consecuencias sociales, sino por haber marcado un punto de inflexión en la historia española del siglo XX». Tras décadas de calculado olvido, la República sigue reclamando una atención más detallada, muchos más análisis con rigor y profundidad para entender lo que supuso aquel sueño frustrado. Superados los pactos y compromisos de silencio que se pagaron para reimplantar la democracia en España tras la muerte de Franco, debemos abrir las ventanas de par en par para que nos reconforte el aire fresco, para que conozcamos qué supuso el republicanismo como expresión del liberalismo democrático, descubrir la carga de esperanza e ilusión que supo transmitir a las diversas clases sociales y el esfuerzo que se llevó a cabo para desarrollar una cultura de rasgos propios y originales, con ejemplos como las Misiones Pedagógicas o La Barraca. En suma valorar la verdadera función e importancia de un proyecto político concienzudamente desdibujado por los intereses y prejuicios políticos, provenientes tanto de la derecha como de la izquierda.

Cuatro historias de la República

Sin lugar a dudas una parte esencial, pero sobre todo viva, de esa historia, la escribieron los periodistas. La editorial Destino de Barcelona recuperó en 2003 cuatro magníficos ejemplos en un volumen que supera el millar de páginas. Se trata en este caso de cuatro periodistas avezados, escritores instruidos y cosmopolitas, testigos de excepción de la irrupción de la República y como la sintieron y analizaron desde sus muy personales puntos de vista. Una extensa recopilación de artículos publicados entre los años 1931 a 1936 y escritos por Josep Pla, el periodista y escritor ampurdanés; el sevillano Manuel Chaves Nogales, redactor del semanario Ahora; el gallego Julio Camba, corresponsal de ABC en Londres hasta ese momento y Gaziel, seudónimo de Agustí Calvet, director de La Vanguardia de Barcelona.

Madrid, el advenimiento de la República

Es el título de la obra de Josep Pla, en la que recopila sus impresiones desde el mismo día del 14 de abril en que el autor irrumpe en Madrid, ciudad por la que no muestra muchas simpatías, como ya había demostrado en otra obra anterior Madrid, 1921. Un dietario (Alianza Ed.). En esta ocasión recoge conversaciones de café, anécdotas y vivencias e incluso análisis de los políticos del momento: Alcalá Zamora, Azaña, Besteiro, Prieto, Lerroux…, siempre desde esa mirada tan característica en él, socarrona y de amargo humor ante los intensos cambios que se están produciendo.

Haciendo de República

Tal vez un texto poco conocido del gran humorista y periodista que fue Julio Camba. Cuando se produce el cambio político Camba abandona su corresponsalía de ABC en Londres para presenciar los acontecimientos en directo y sobre todo con la esperanza de conseguir un beneficioso puesto diplomático en la nueva República. Su frustración se convierte en una hiriente crítica sobre los trapicheos de gobernantes –según él– incompetentes.

 

La República sin Repúblicanos. Comentarios Libres

Así tituló Gaziel su recopilación de artículos sobre la República y sus protagonistas. Admirador de Azaña y defensor del Estatuto de Autonomía, teme sin embargo que los acontecimientos se precipiten y que la presión de trabajadores ignorantes y campesinos revolucionarios, unidos a los anarquistas, amenacen con destruir la república de orden con la que sueña.

Los enemigos de la República

Manuel Chaves Nogales supone la aportación más interesante al volumen. Periodista sevillano, conocido por su magistral biografía del torero Juan Belmonte, pero sobre todo por su colección de relatos A sangre y fuego (Ed. Espasa-Calpe), la mejor aportación literaria, desde mi punto de vista, a la extensa narrativa sobre la Guerra Civil. A través de la colección de artículos escritos para el semanario Ahora, Chaves Nogales ahonda en mostrar la pobreza del campesinado andaluz, trata de descubrir toda la verdad sobre el levantamiento de Asturias in situ, defiende abiertamente la República y denuncia a sus enemigos. Frente a los demás, es el único que hace especial hincapié en los éxitos logrados: la reforma militar, la educación, la política cultural, la separación iglesia y estado… Recoge además extensas entrevistas con Azaña, Lerroux, Largo Caballero, Fernando de los Ríos, Marcelino Domingo, Alcalá Zamora y Francesc Macià.

Un sueño roto

Cuatro historias de la República (Ed. Destino) supone en sí mismo un generoso friso por donde deambular para descubrir las infinitas, pero civilizadas, facetas de opinión a las que dio lugar la llegada de un esperanzador cambio que lamentablemente terminaría desbaratado entre la sempiterna barbarie de una guerra.