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Azaña, cronología perdida en el olvido / Por Vicente Alberto Serrano

Azaña, cronología perdida en el olvido  / Por Vicente Alberto Serrano

Desde La Oveja Negra

Manuel Azaña Díaz nació el 10 de enero de 1880 en Alcalá de Henares y murió el 3 de noviembre de 1940 en Montauban.

En 1980 se cumplía su centenario; había nacido en el número tres de la alcalaína calle de la Imagen. Por aquel tiempo, gracias a la mediación del concejal de Educación y Cultura Sergio Coello, el primer ayuntamiento democrático, presidido por el recientemente fallecido Carlos Valenzuela, quiso conmemorar la memoria del ‘desconocido’, cuando no denigrado, escritor y político. Se colocó una placa de piedra artificial en la fachada de la casa natal y la corporación en pleno fue recibida en el salón principal –con toda cortesía y amabilidad– por las sobrinas de don Manuel: Concha, Pepita y Enriqueta. En el mismo lugar que a comienzos de los años cuarenta cuando ellas –las sobrinas– regresaron del exilio, se encontraron a las señoras bienpensantes de la ciudad rezando el rosario bajo la presencia de un enorme retrato de José Antonio (me lo contó doña Concha). La casa había sido convertida en la sede de Falange.

Azaña reivindicado para la ciudad

El alcalde prometió a aquellas mujeres que la figura de Manuel Azaña sería reivindicada para la ciudad, rescatándolo del ostracismo, o más bien del desprecio, al que había sido sometido. Sin embargo, a partir de ese momento se llevó a cabo una peculiar y previsible reivindicación por parte de algunos de sus paisanos: la insistente obsesión por destrozar la placa conmemorativa de la fachada en la ignorancia tenaz de un odio inculcado desde años atrás. No era de extrañar, acabada la guerra en la provincia de Toledo al pueblo de Azaña decidieron sustituirle el nombre por el de Numancia de la Sagra, en honor a la región que pertenecía y al regimiento Numancia que liberó a su población de las hordas rojas. Los mismos golpistas victoriosos, que para denigrar aun más su figura, encargaron a Joaquín Arrarás que elaborase unas Memorias íntimas de Azaña con fragmentos de sus Diarios robados en Ginebra. El autor de la controvertida Historia de la Segunda República, llegó a afirmar que trabajó aquellos textos con la misma precaución del químico que opera con venenos.

De La velada en Benicarló”a un Congreso Azaña en Alcalá

A finales de 1980, en el año del centenario, José Luis Gómez codirector del Centro Dramático Nacional, estrenó en el Teatro Bellas Artes de Madrid, La velada en Benicarló; una magnífica versión teatral de José Antonio Gabriel y Galán. El reparto estaba integrado por José Bódalo, Agustín González, Fernando Delgado, Juan José Otegui, María Jesús Sirvent y Carlos Lucena, entre otros. El éxito fue tal que la función se alargó hasta el año siguiente y el 23 F les sorprendió representando el conmovedor Diálogo sobre la Guerra de España, mientras a pocos pasos de allí, en el Congreso, un tricornio representaba una patética opereta, empeñado en derribar la democracia a tiros. Hubo también esfuerzos olvidados, algunos años más tarde los periodistas Andreu Claret y Carlos Elordi consiguieron organizar un Congreso Azaña en la Universidad de Alcalá, en el que lograron reunir a los más destacados especialistas en el tema. Desde Juan Marichal a Franco Meregalli. Unas interesantísimas ponencias que a pesar de las promesas de la Corporación Municipal, nunca se llegaron a publicar.

Pablo Serrano y Pepe Noja

En 1987, Arsenio Lope Huerta, por entonces alcalde de la ciudad, logró convencer a Pablo Serrano para que realizase el monumento de Azaña en su ciudad natal, en el paraje que había formado parte de la escenografía de la novela inacabada Fresdeval. Apenas el escultor aragonés pudo dejar algunos esbozos del proyecto. Murió repentinamente. Pepe Noja asumió el encargo. No deja de ser emblemático que hoy, en las arcadas de los Nuevos Ministerios se erijan dos esculturas de soberbia y parecida factura, dedicadas a dos ministros de la Segunda Republica: Indalecio Prieto y Francisco Largo Caballero. La primera es obra de Pablo Serrano, la otra de Pepe Noja. Hace algunos días al parecer los nostálgicos de la dictadura trasladaron su agresividad desde la alcalaína calle de la Imagen al madrileño Paseo de la Castellana.

Así que pasen diez años

En 1990, diez años más tarde, se conmemoró el cincuenta aniversario de la muerte de Manuel Azaña en el exilio. Murió en Montauban con sesenta años. Su última foto, al igual que la de Antonio Machado son conmovedoras. Representan dos ancianos. Por entonces era Ministro de Cultura en nuestro país Jorge Semprún, quien le encargó a José María Marco el comisariado de una Exposición Azaña en el Palacio de Cristal del Retiro. En paralelo e intercambiando material expositivo, la Fundación Colegio del Rey, regida entonces por Ángel González, organizó otra importante exposición en la Capilla del Oidor, con el título de Azaña, Memoria Gráfica 1880-1940. La muestra se basaba fundamentalmente en grandes paneles con las reproducciones del reportaje gráfico que el fotógrafo Aguayo llevó a cabo en la última visita que Manuel Azaña hizo a su pueblo en noviembre de 1937. Algunos de los visitantes se reconocieron en las fotografías, entre los críos que saludaban al Presidente. Emocionados corrieron la voz y durante algún tiempo muchos de los anónimos protagonistas de aquellas escenas pedían copias de las fotografías. En su Cuaderno de la Pobleta, tres días más tarde anotará Azaña las impresiones de la fugaz visita: «Entramos en Alcalá […]El pueblecito me parece más triste, más pobre, abandonado como nunca lo estuvo. […] Entre el gentío, descubro algunas caras conocidas, ya bajo la máscara de la vejez, que me sonríen y a las que me es imposible darles un nombre. […] Al fondo, por encima de las cabezas de la gente menuda, una señora grave no me quita ojo. Creerá que está viendo al monstruo, a quien seguramente conoció de pequeño. […] El público se arremolina, vocifera, nos corta el paso. Mujeres del pueblo suben al estribo del coche, golpean en los cristales. Y una, muy dramática, llorosa, se desgañita: «Le he llevado en brazos… Sí… En la calle de la Imagen… Le he llevado en brazos… ¡Pobre! Mucho tiempo ha pasado».

En Montauban

También durante aquel cincuenta aniversario de su muerte, hace ya treinta años, en Montauban, la Universidad de Toulouse organizó un Congreso Internacional coordinado por Jean-Pierre Amalric y Gérard Chastagnaret. Presidido por Jorge Semprún y con las intervenciones de Antonio Elorza, Manuel Aragón, Enrique Moral, Michael Alpert, Juan Marichal, Joseph Pérez, Manuel Tuñón de Lara y Santos Juliá, entre otros. Esas ponencias sí que fueron publicadas por la Casa de Velazquez con el título Manuel Azaña et son temps. Televisión Española también aprobó el ambicioso proyecto de José Fernández Cormenzana para realizar una serie documental en cinco capítulos con el título de Azaña, un soñador sin ventura. La serie efectivamente se realizó aunque terminó siendo emitida a altas horas de la madrugada.

Manuel Azaña Díaz (1880-1940)

Este inquietante año se han cumplido ciento cuarenta años del nacimiento en Alcalá de Henares y, en estos días, ochenta de su muerte en el exilio, en una habitación de la primera planta del Hotel du Midi de Montauban. A muchos de nosotros nos hubiese gustado hoy –de una vez por todas– la definitiva reivindicación de su vida y de su obra. Pero estamos sumidos en una desconcertante y trágica pandemia. Conocemos a fondo los esfuerzos del Foro del Henares durante la última década por mantener presente su legado cada otoño, en la ciudad que le vio nacer. También la labor que realiza Jean-Pierre Amalric en la ciudad francesa donde fue a morir y está enterrado. El escepticismo nos hace pensar que tal vez habrá que esperar al centenario de su muerte para que la ciudad de Alcalá recupere con toda dignidad su figura. Seguramente muchos de nosotros no llegaremos a verlo, por eso recurrimos al recuerdo para no perder del todo algunos hitos de una cronología perdida en el olvido.