Bildu, los presupuestos y el sintrom / Por Antonio Campuzano

Bildu, los presupuestos y el sintrom / Por Antonio Campuzano

Los Presupuestos Generales del Estado pasan por ser la principal herramienta de naturaleza económica de que dispone un gobierno para sellar su impronta en el manejo de los recursos de una comunidad, un país, una nación.

Cuando no se dan las condiciones de estabilidad parlamentaria para aprobar con la utilidad de la aritmética de votos existe la posibilidad de la prórroga de este vademécum de números y clasificaciones, aunque ello signifique guiarse de un manual elaborado por otra administración y en otro tiempo muy alejado de la composición política de fuerzas que poco tiene que ver con el actual escalafón. De tal modo que los presupuestos cocinados por Cristóbal Montoro, titular de Economía del presidente Rajoy, se siguen sirviendo en las mesas de los colmados regentados por el gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

A esta perversión de los modos y maneras del ejercicio público de la economía le convendría, según muchas opiniones, algún tipo de automatismo que acabase con esta anomalía. Pero no está inventado todavía. Por lo tanto, las fuerzas de gobierno luchan denodadamente por atraer los apoyos de otras fuerzas aproximadamente afines a esa orientación presupuestaria.  Las diferencias en estrategia política se fundamentan como es natural en la proyección de esas asimetrías en una disparidad a la hora de repartir el dinero público. Por lo tanto es más razonable que los partidos políticos más cercanos, al menos en algo, a las fuerzas que conforman la labor de gobierno sean los más adecuados para el apoyo y la presión favorable.

En España, PP disfruta del primer puesto en la línea de la oposición, seguido de Vox, y ya muy lejos de Ciudadanos, adelgazada su fuerza electoralmente por un fuerte terremoto que apartó del ensueño a la formación para descansar en la realidad. Pero al margen de las indiscutibles diferencias entre estos representantes del grupo conservador, que harían con los números presupuestarios muy distintas combinaciones para primar algunos aspectos sobre otros, la batalla no se libra ahora en los frentes de los capítulos de gastos e ingresos. Ahora la conflagración, especialmente los miércoles en la sesión de control al gobierno, se establece en la determinación pragmática, metafísica y moral, de los socios del gobierno en las deliberaciones y apoyo de esos presupuestos.

Por ejemplo, el análisis de Bildu, fuerza de extracción vasca con antecedentes en muchos casos en la defensa histórica de Eta y le legitimación de su acción terrorista como medio de expresión política, algo que no tiene convalidación democrática en los sistemas de homologación en la actuación pública. Pero hay un problema, por lo menos,  en el ejercicio analítico de Bildu por parte de la oposición al gobierno. Bildu existe tras 2011, año en que Eta anuncia su disolución, que se ha demostrado franca puesto que no ha habido más atentados contra la vida de las personas, quizá algún acto de vandalismo en el universo penal de las faltas, no en el de los delitos. Y Bildu tiene cinco actas de diputados obtenidas en buena lid electoral, es decir sometida a la normativa electoral en pie y mano de igualdad. Tanto como decir, en palabras de Giangiacomo Feltrinelli en 1969, cuando le preguntaron por el Partido Comunista Italiano, como lo recuerda su hijo Carlo en el libro Senior Service: “La situación objetiva está más avanzada que la situación subjetiva”.

Los 277.621 votos de Bildu, intercambiables por cinco escaños, participan del juego de partidos de la escena del Congreso de los Diputados y forman parte de la mecánica de votos y escaños. Si constitucionalmente se permite participar en la liza electoral a Bildu, lo que venga después obtiene la misma legitimación. El intento de empujar a Bildu a los territorios previos a 2011 es una impostura cronológica y también moral, precisamente el espacio, el moral, en el que los partidos contrarios a Bildu parecen disponer de un monopolio inatacable. En definitiva, que Bildu vive en la buena nueva de la desaparición de la acción criminal, pero ese contento no es creíble por aquellos que no convalidan los presupuestos , si bien se plantean en una ocasión excepcional como la marcada por la epidemia planetaria.

La cifras presupuestarias, constitucionalmente, deberían ser moneda común para todos, también Bildu. Pero Cuca Gamarra, Inés Arrimadas y Santiago Abascal, están de acuerdo en que existe un anatema para Bildu, aquel que entona Roca Chacel en la obra Barrio de Maravillas, “el sabor de la sangre es gordo”.

El sintrom, ese anticoagulante tan habitual en las clases pasivas, necesita de superficie de crecimiento en el Congreso, porque la convivencia y los Presupuestos tienden a ser necesarios.