Denominamos turismo al movimiento de las personas a sitios que se encuentran fuera de su lugar de residencia habitual, tanto por motivos personales como profesionales. Se trata sin duda de todo un fenómeno social, cultural y económico.
Pero esta actividad es también uno de los principales productores de gases de efecto invernadero del mundo (como el CO₂ y otros gases como el óxido nítrico o el dióxido de nitrógeno) y los millones de desplazamientos que implica viajar dejan una importante huella de carbono. Se estima que el turismo representa el 5 % de las emisiones globales, de las que el 4 % son generadas por el transporte de los turistas, como el uso del avión, y el 1 % restante son generadas por los alojamientos.
Los impactos negativos del turismo sobre las sociedades y el medio ambiente hacen que el cambio gradual del modelo turístico hacia formas más sostenibles se haya convertido en una necesidad real. En los próximos años se espera una mayor planificación territorial sostenible.
Se debe tomar el turismo como una oportunidad de conservación y protección de los ecosistemas de la Tierra, debido a la creciente demanda de destinos turísticos naturales. Además, se deben implantar estrategias para la protección de los recursos y la reducción de las emisiones contaminantes, que garanticen una mejor compatibilidad medioambiental del turismo y de las actividades relacionadas con el mismo a todos los niveles.
Por eso se desarrolla el concepto de turismo sostenible, como un tipo de turismo que tiene en cuenta los efectos presentes y futuros que esta actividad tiene en la economía, la sociedad y el medio ambiente. De esta forma se atienden las necesidades de los visitantes, el sector, la naturaleza y las comunidades receptoras.
El turismo sostenible
Los pilares de este modelo son la integridad ambiental, la justicia social y el desarrollo económico. Debemos adoptar una actitud responsable frente al turismo, asumiendo las responsabilidades y los impactos de nuestras acciones.
En este sentido, podemos asumir los compromisos que implica el desarrollo sostenible: usar y consumir recursos renovables en cantidades que no superen su ritmo de renovación, generar una cantidad de emisiones inferior a la capacidad del medio ambiente de asumirlas, respetar a las comunidades, asegurar que las actividades económicas son viables a largo plazo y que los beneficios se distribuyen equitativamente entre los diferentes actores.
Existen diferentes aspectos que se ven mejorados si se fomentan prácticas que garanticen un turismo sostenible.
Buenas prácticas de un turista sostenible
Algunas de esas prácticas que pueden llevarse a cabo, tanto por parte de los visitantes como de las administraciones en el lugar de destino, para que los desplazamientos sean más sostenibles son las siguientes:
– Respeto. Informarnos sobre la cultura, la política y la economía de las comunidades que vamos a visitar para poder respetar sus tradiciones.
– Consumo local. Debemos invertir en la medida que nos sea posible en empresas que conserven el patrimonio y los valores, por ejemplo, comprando productos locales.
– Educación ambiental. Los turistas necesitan una buena educación ambiental para poder proteger la flora y la fauna correctamente en sus desplazamientos. Debemos tener en cuenta que cuantos más turistas visiten una zona, mayor será el consumo de recursos en la misma. Por ello, se deben mejorar los beneficios del turismo de biodiversidad y limitar los impactos ambientales negativos asociados. Además, se puede aprovechar parte de los ingresos que genera el turismo para concienciar del valor que nos ofrece la biodiversidad del planeta.
– Todo el año. Para poder disfrutar de un destino de viaje sostenible, una buena práctica es la desestacionalización. Consiste en trasladar parte del turismo de verano a otras épocas del año como puede ser el invierno, invirtiendo esfuerzo promocional en conseguirlo. De esta manera, la cantidad de turistas será la misma, pero espaciada en el tiempo. Es posible que las limitaciones al turismo sean necesarias en destinos masificados, si se pretende hacer que esta actividad sea económicamente viable y, además, sostenible.
– Ecoturismo. Una buena alternativa es elegir opciones de turismo sostenible, como el cicloturismo, una forma ágil y cómoda de conocer el entorno sin apenas causar impacto en el medio natural. El avistamiento de aves también está en auge, considerado una forma de ecoturismo que consiste en la observación de las diversas formas, tamaños y colores de las aves, el reconocimiento de las especies por su plumaje o por su canto y el conocimiento de los hábitats y los paisajes.
– Transporte público. Siempre que sea posible, conviene utilizar sistemas públicos de transporte colectivo o compartido. El vehículo privado también es una fuente de gases de efecto invernadero, por ello, si se utiliza, debemos conducir de forma eficiente y aprovechar al máximo su número de ocupantes. Además, existen actualmente medios de transporte que están adoptando medidas más respetuosas con el medio ambiente, como los catamaranes eléctricos que funcionan solo con energía solar.
– Menos Residuos y más reciclaje. También debemos tener en cuenta la cantidad de residuos que genera el turismo. Ya sea un turismo de playa, montaña, etc., no arrojaremos residuos al medio. Como viajeros tenemos la responsabilidad de generar la menor cantidad de residuos posible y reciclar lo máximo que podamos.
Una forma de compensar por nuestros viajes
Finalmente, como ciudadanos que viajamos y generamos inevitablemente un impacto en el medio, podemos “compensar”, en cierta manera, las emisiones emitidas participando en actividades de voluntariado ambiental. Esta compensación se puede conseguir a través de voluntariados con labores de reforestación, así como de recuperación de espacios naturales o incluso voluntariados de sensibilización en los que ayudar a transmitir la importancia de un turismo cada vez más sostenible.
Artículo escrito en colaboración con Antonio Guerrero y Débora Anton, gestores de la Oficina Ambiental de la Universidad Miguel Hernández de Elche.
Fuensanta Garcia-Orenes, Directora del Área Ambiental UMH. Profesora de Edafología, Dpto. Agroquímica y Medio ambiente, Universidad Miguel Hernández
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.