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¿Cómo elegir el calzado adecuado para cada niño? / Por María de los Ángeles Serrano Moreno

¿Cómo elegir el calzado adecuado para cada niño? / Por María de los Ángeles Serrano Moreno

¡Volvemos al colegio! Con esta vuelta surgen de nuevo dudas e incertidumbres. Por eso, hoy vamos a centrarnos en aclarar todo lo relacionado en torno al calzado de los más pequeños. ¿Qué características tiene que reunir para evitar lesiones en los pies y no interferir en el desarrollo fisiológico o típico de la estructura? ¿Qué pasa con el desarrollo del arco interno? Así como su función, cómo elegir la talla correcta y cuándo deben cambiarse por otros.

Antes de nada, es importante saber que la mitad de la longitud total que alcanzará el pie del niño cuando llegue a la edad adulta se producirá en torno a los 12 y 18 meses de edad. Además, la mitad de la estatura del adulto se alcanza a los 2 años, y la mitad de la longitud de los miembros inferiores entre los 3 y 4 años. Por lo tanto, el crecimiento tan rápido que experimenta el pie de un niño requiere cambios frecuentes de calzado, por lo que, hay que estar pendientes, ya que los niños no refieren dolor o molestias cuando el calzado se les va quedando pequeño.

Durante la gestación, a las 4 semanas, aparece un primordio o prolongación de donde se desarrollará la extremidad inferior y a partir de él el pie, alrededor de la séptima semana de vida del feto. La conformación de la estructura del pie, que influirá en su función dinámica durante la marcha, la carrera o los saltos, se va adquiriendo conforme avanza la edad del niño. Los lactantes presentan un pie plano, podríamos llamar «fisiológico», ya que se encuentra dentro del desarrollo típico propio de período de edad en el que se encuentra. El aspecto aplanado del pie se debe a una combinación de gran cantidad de panículo adiposo en el tejido celular subcutáneo de la almohadilla grasa plantar, que oculta el arco interno del pie, y la laxitud articular que le confiere un exceso de flexibilidad, lo que hace que colapse o descienda el arco interno. Por ello, muchos padres recurren a calzado cuyas plantillas interiores presentan un soporte en el arco interno para favorecer su aparición, sin ser necesario, ya que se ha referido en la literatura científica su ineficacia, siendo otros motivos los implicados en la dificultad de su adquisición. Otro motivo de consulta es si los zapatos deben presentar otras piezas como el tacón de Thomas para compensar la postura del pie. Actualmente, esto ya no es necesario, ya que es preferible prescribir soportes plantares (plantillas) con aditamentos encaminados a la compensación de la función alterada. Dichos soportes plantares siempre deben ir prescritos por personal sanitario capacitado para ello.

Por otro lado, existen estudios que establecen una asociación entre el número de horas diarias de uso del calzado y el desarrollo del arco interno, siendo mejor menos horas de uso promedio al día. Por lo que los niños pueden caminar descalzos o con calcetines en casa. Para evitar roces con objetos o muebles, y traumatismo en dedos y uñas, o posibles accidentes, deberían usar zapatillas infantiles.

Es necesario recordar que no se debe calzar con zapatos a los niños hasta que no comiencen a caminar, ya que la suela, aún siendo flexible, dificulta el movimiento tan amplio que presenta el pie e impide que el niño pueda tocarse los pies y explorar su propia sensibilidad.  A este respecto, existen estudios que justifican dicha medida por encontrar evidencia positiva para el desarrollo cognitivo del niño. Por otro lado, el reflejo de Babinsky está presente en condiciones normales en los recién nacidos hasta los 12 meses, aparece al rozar del borde externo de los pies hasta los dedos, por lo que no sería tampoco conveniente que el niño lleve una suela en dicho período, aunque sea muy flexible. Sería más adecuado un calcetín como protección frente al frío o roce y dejarlo desnudo cuando las condiciones lo permitan.

Se debe evitar hacer un uso muy repetido y continuado de calzado tipo bota o abotinado. Lo más adecuado es que el calzado termine por debajo de los maléolos para dejar libertad de movimiento a la articulación del tobillo, dejando este tipo de calzado para días de frío o lluvia. También se debe evitar el uso de chanclas y zuecos por no llevar sujeción en el talón.

¿Está utilizando tu hijo el número de calzado adecuado?

Para saber si el número de calzado que está usando el niño no es menor que su talla actual, en muchos calzados infantiles encontramos una plantilla extraíble donde podemos testar la longitud de los pies. En la zona trasera presentan una línea a unos dos milímetros desde el borde posterior, donde se colocará el borde del talón, y otra zona en la parte distal, con una zona marcada donde debe hacer tope el final de los dedos. Normalmente, dicho tope se sitúa a unos dos centímetros del borde distal de la plantilla. Cuando quede medio centímetro para la punta de los dedos (generalmente, del dedo más largo del pie) se debería cambiar el calzado por una talla mayor. Debe realizarse esta comprobación cada dos meses.

El zapato más adecuado para el calce en la infancia debería reunir las siguientes características:

– Ser transpirable, para mantener seco el pie y disminuir la incidencia de picor por maceración, rojeces y rozaduras por fricción, y probabilidad de aparición de infecciones por hongos y bacterias. A este respecto, muchos calzados tienen plantillas especiales antibacterianas. Así mismo, se deberá cambiar de calcetines siempre que sea posible.

– Puntera reforzada, para evitar impactos en uñas y dedos, ya que esta zona es más susceptible de sufrir debido a la intensa actividad de los niños por el trote, saltos, carreras, etc. En verano, la sandalia también puede llevar puntera para evitar la introducción de cuerpos extraños en el calzado y, de igual manera, traumatismos en uñas y dedos.

– Tiradores traseros, para facilitar la puesta del calzado. Y sistemas de sujeción del antepié mediante velcro o cordones, para permitir un mejor ajuste.

– Contrafuerte posterior para una mayor sujeción del talón y suela rígida, si el niño usa soporte plantar (plantillas), aunque no siempre es necesario. Cuando no se lleve tratamiento ortopodológico las suelas del zapato serán flexibles.

– Suela antideslizante para disminuir el riesgo de caídas.

Además, recomendamos visitar a un especialista en podología para garantizar la salud en los pies de tus hijos.

María de los Ángeles Serrano Moreno es podóloga en Centro Médico Complutense (Grupo Virtus).