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Cómo prevenir y atenuar las secuelas del tratamiento del cáncer / Por María Torres Lacomba

Cómo prevenir y atenuar las secuelas del tratamiento del cáncer / Por María Torres Lacomba

El cáncer constituye, tanto en términos de morbimortalidad como de impacto social, uno de los principales problemas de salud mundial. Se trata de un grave problema sanitario cuya importancia se ha acrecentado en los últimos años.

Las estimaciones del Global Cancer Observatory 2020, indican que en 2020 se produjeron 19,3 millones de nuevos casos de cáncer en todo el mundo. Además, prevén que esta cifra aumente hasta 29,5 millones al año en 2040.

Entre los cánceres más frecuentes se encuentran el cáncer de mama femenino con 2,3 millones de nuevos casos anuales (representa el 11,7 % de los diagnósticos de cáncer en el mundo), el cáncer pulmón (11,4 %), el cáncer de colon y recto (10,0 %), el cáncer próstata (7,3 %) y el cáncer de estómago (5,6 %).

Pero no todo son malas noticias. Las tasas de supervivencia están aumentando gracias a los avances en el diagnóstico y en los tratamientos quirúrgico y médico.

Además, dado que el cáncer se considera una enfermedad crónica, las pretensiones sobre el tratamiento del cáncer ya no se centran únicamente en la supervivencia, sino también en la mejoría del estado funcional y de la calidad de vida. Por eso, el manejo de las secuelas que producen los tratamientos que exige la cura contra el cáncer ha adquirido mayor relevancia.

Shutterstock / ESB Professional

Secuelas de los tratamientos del cáncer

En general, los problemas más frecuentes derivados del cáncer y sus tratamientos (desde la perspectiva funcional) son las limitaciones en las actividades de la vida diaria.

Por ejemplo, afecta a la marcha y la movilidad por diversos efectos secundarios de los tratamientos, como la cirugía, la quimioterapia, la radioterapia, la terapia biológica y la hormonoterapia.

Dependiendo del órgano implicado en la enfermedad, los problemas funcionales se concretan. El dolor y la fatiga son las secuelas más comunes a cualquier tipo de cáncer.

Sirva como ejemplo uno de los cánceres femeninos más frecuentes: el cáncer de mama. Los distintos estudios hallados en la literatura científica sobre la calidad de vida de estas mujeres muestran una disminución del área de funcionamiento físico. En este caso, destacan los síntomas en el brazo, el dolor y la fatiga por su relevancia. Por eso, para prevenir y manejar estos problemas, la fisioterapia, el ejercicio terapéutico y la educación terapéutica son clave.

El dolor tras los tratamientos del cáncer de mama

El dolor persistente en las extremidades superiores es una complicación potencial que afecta a entre el 25 % y el 60 % de las pacientes. Este fluctúa considerablemente con el tiempo y se asocia con una reducción del estado funcional, el bienestar y la calidad de vida.

Una reciente revisión sistemática concluyó que el citado dolor persistente sigue siendo un problema clínico generalizado y complejo que oscila entre el 29,8 % y el 21,8 % según sea posquirúrgico, posradioterapia o por combinaciones de tratamientos.

El dolor tras los tratamientos del cáncer de mama puede provenir de diferentes fuentes primarias. Se pueden ver afectados, por ejemplo, los tejidos periféricos vasculares, miofasciales y nerviosos del tórax y de la extremidad superior.

El grupo Fisioterapia en los Procesos de Salud de la Mujer (FPSM) de la Universidad de Alcalá acaba de finalizar un estudio preliminar en 283 mujeres tratadas de cáncer de mama. En el seguimiento de 24 meses realizado, el 58,9 % padecieron dolor en algún momento del proceso.

El dolor provenía de distintas fuentes y se presentó en diferentes momentos del proceso. El 48,9 % de las mujeres presentaron dolor durante las 5 primeras semanas tras la cirugía compatible con trombosis linfáticas superficiales. Posteriormente, durante el tratamiento de radioterapia y quimioterapia, el 52,3 % presentó dolor de origen miofascial y el 53,8 % dolor de origen neuropático.

Prevención y manejo del dolor con fisioterapia

Estos hallazgos permiten abordar su prevención y manejo atendiendo a la fuente primaria de dolor. Para ello, es necesario que el fisioterapeuta identifique la fuente primaria de dolor y trate, paute y adapte el ejercicio terapéutico a lo hallado.

Por ejemplo, si el dolor proviene del tejido nervioso, se pautan ejercicios activos del miembro superior de acuerdo con el nervio implicado (nervio mediano). Estos ejercicios terapéuticos se adaptan al grado de irritabilidad de la paciente. También se prescriben tras la cirugía para restaurar la movilidad y prevenir el dolor.

Para que el ejercicio terapéutico sea seguro y efectivo en pacientes con dolor persistente, conviene tener en cuenta que el fenómeno de analgesia inducida por el ejercicio puede no producirse y agravar los síntomas.

En este caso, diversos autores sugieren comenzar con ejercicio terapéutico inespecífico, como por ejemplo ejercicios aeróbicos para progresar hacia ejercicios terapéuticos específicos de la zona implicada.

Asimismo, se recomiendan la exposición gradual, la exposición in vivo, los ejercicios aeróbicos o los ejercicios de resistencia (como los isométricos). Por último, el ejercicio terapéutico debe ser individualizado, supervisado y progresivo, en función las capacidades de las pacientes.

La fatiga relacionada con los tratamientos del cáncer

La fatiga también es un problema común y frecuente en las personas con cáncer. Se trata de un síntoma que aparece tanto durante como después de los tratamientos. Es una sensación persistente de cansancio y agotamiento físico, emocional y cognitivo que, en ocasiones, aparece de forma repentina, no como resultado de una actividad o de un esfuerzo, y no se alivia con el descanso o el sueño.

La National Comprehensive Cancer Network (NCCN) recomienda en su serie de Guías clínicas en oncología la actividad física y el ejercicio terapéutico como principales estrategias no farmacológicas para manejar este problema.

Hay varios estudios científicos que avalan su eficacia durante y tras el tratamiento de la enfermedad. Mejora la función cardiorrespiratoria, el funcionamiento físico y los síntomas de la fatiga, así como la calidad de vida relacionada con la salud.

Por último, una reciente revisión sistemática indica que el ejercicio aeróbico, combinado con ejercicios de fuerza y resistencia de los principales grupos musculares, presenta mejores resultados que el ejercicio aeróbico aislado.

Educación terapéutica

Es importante que tanto el ejercicio terapéutico como la fisioterapia manual vayan acompañados de educación terapéutica que favorezca la adherencia a los ejercicios y a las pautas de higiene de vida recomendadas. Por ejemplo, manejo del estrés, planificación anticipada de las actividades y de horarios de descanso, identificación de los factores que influyen en su fatiga, etc.

Los factores que determinan la adherencia terapéutica son la preferencia del tipo de ejercicios y su dificultad, la percepción de mejoría, los conocimientos sobre el proceso y la relación fisioterapeuta-paciente (alianza terapéutica).

En definitiva, las secuelas funcionales más frecuentes y comunes tras los tratamientos del cáncer son el dolor y la fatiga. La fisioterapia, el ejercicio terapéutico y la educación terapéutica (que incluya, entre otros factores, los psicosociales) individualizados permiten su prevención y su correcto manejo.

Para ello, son necesarios equipos interdisciplinares que incluyan profesionales sanitarios como médicos oncólogos, psicólogos y fisioterapeutas. No obstante, aunque el ejercicio terapéutico en pacientes oncológicos es ampliamente recomendado en diversas guías clínicas, todavía es necesario investigar más. Aún no está claro cuál es el mejor tipo de ejercicio, la dosis y la frecuencia. El grupo de investigación FPSM lo incluye entre sus líneas de investigación, así como otros investigadores a lo largo del mundo. Nuestro reto es presentar resultados que colmen las lagunas todavía existentes para que los pacientes oncológicos se puedan beneficiar de ellos cuanto antes.The Conversation

María Torres Lacomba es fisioterapeuta, profesora titular y coordinadora del grupo de investigación de alto rendimiento «Fisioterapia en los Procesos de Salud de la Mujer (FPSM)». Universidad de Alcalá.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.