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Cuando Alcalá tuvo curadores y no, no eran médicos: curiosidades complutenses. Por Mª Jesús Vázquez Madruga

Cuando Alcalá tuvo curadores y no, no eran médicos: curiosidades complutenses. Por Mª Jesús Vázquez Madruga

La historiadora alcalaína vuelve a ofrecernos curiosidades de Alcalá de Henares

DE CURADORAS Y CURADORES

En otras épocas existía la figura del curador o de la curadora, podía ser varón o mujer indistintamente, según la ley.

En la Roma antigua el “curator” era un cargo administrativo que se dedicaba a gestionar el patrimonio público, por ejemplo, los acueductos, o la distribución de alimentos.

No es en este caso el sinónimo de sanador o sanadora, nada que ver, ni el de la antigua Roma. El curador, al menos durante la Edad Moderna, representaba a una persona para cuidar de su herencia, es decir, de que heredara lo que le correspondía.

Muchas veces, cuando uno de los progenitores fallecía, el otro era nombrado curador de los hijos, pero no siempre era así, porque podía ser alguien ajeno a la familia u otro familiar. En cualquier caso, el juez era quien hacía tal nombramiento. No hay que confundirlo con la figura del tutor que, a diferencia del curador, continúa existiendo.

He elegido dos ejemplos de entre la documentación de nuestro Archivo Municipal por la importancia de los apellidos alcalaínos protagonistas, apellidos que muchos reconocerán:

En 1672 el juez nombra a Rodrigo Magaña, curador de doña Ana de la Portilla y defiende la hacienda que ésta hereda de su madre, doña Eufrasia Arenal, frente a los acreedores de su padre, don Diego de la Portilla, fallecido en 1665. Por las fechas puede comprobarse que estas cosas llevaban su tiempo.

En 1694 el juez nombra curadora de sus hijos a doña Mariana Muñoz, que defiende la herencia de su hija Petronila a quien su tía, doña María Cortés, esposa de don Miguel Moez de Iturbide, le dejó 16.012 reales en unas casas en la calle de los Escribanos, hoy de Escritorios. (Esta calle se llamó de los Notarios, luego de Scriptorios y después de los Escribanos).

Por María Jesús Vázquez Madruga