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Curro y Jesús: dos cabalgan juntos / Por Vicente Alberto Serrano

Curro y Jesús: dos cabalgan juntos  /  Por Vicente Alberto Serrano

Desde La Oveja Negra

 

Vivimos y morimos muertes y vida de otros.

Sobre nuestras espaldas pesan mucho los muertos…

José Hierro (Tierra sin nosotros)

 

Hace años, cuando Curro y Jesús se presentaron en nuestro estudio de Madrid, traían ilusionados las fotos y el texto de aquella aventura que inevitablemente querían convertir en un libro. Hasta el título tenían claro: Río Henares abajo. Una aventura de la que en este mes de julio se han cumplido veinte años. Durante mucho tiempo habíamos compartido con ellos todo tipo de vivencias en nuestra ciudad con apellido de río. Tal vez por eso al contemplar aquellas fotos y revisar por encima parte de los textos, yo (que inevitablemente me crié en la mitología del cine) evoqué de inmediato otro título, el de una película lejana: Dos cabalgan juntos. Un western que aun recordaba, que tenía asociado a mi infancia y a las tardes de verano; aquel film de John Ford que Pepe Calleja nos ofreció troceado en el cine Grande: la mitad en el interior de la calurosa sala cubierta y el otra parte en la terraza de verano, justo en el momento que comenzaba a anochecer y creíamos que empezaba a refrescar. Era una peli de aventuras en el oeste americano. James Stewart y Richard Widmark salían al rescate de una cautiva de los indios comanches. Curro y Jesús no buscaban indios para masacrar, simplemente salieron al rescate del río de su juventud. Fue Heráclito, el filósofo griego, el que llegó a afirmar que nadie puede bañarse dos veces en un mismo río, porque aunque aparentemente el río es el mismo, sus elementos, su cauce, el agua que corre por él, discurren en continua transformación. Tal vez ese cambio sea la constante de la vida, de las pérdidas que vamos sufriendo. Evocamos entonces a Jorge Manrique y las vidas que van a dar a la mar, que es el morir. Sin embargo, ante la pérdida de dos amigos preferimos recurrir a las estrofas optimistas de una canción de Miguel Ríos para recordar su aventura: «Allí nada ha cambiado / Nuestro río sigue igual, / Con sus aguas tan claras / Que se pierden en el mar, / En el río aquel / Tu y yo y el amor / Que nació de los dos. / Nuestro amor en el río…»

Cubierta del libro “Río Henares abajo” (Ed. Mingaseda).

El filósofo griego y el cantante granadino

Heráclito tenía razón: imposible bañarse dos veces en el mismo río; aunque hoy ni siquiera resulta posible sumergirse ni una sola vez, por culpa del deterioro de sus aguas, sobre todo en aquel río de nuestro recuerdo. El optimismo de Miguel Ríos también nos resulta fallido: Allí todo ha cambiado, nuestro río no sigue igual, sus aguas ya no son claras y además nunca, nunca se han perdido en el mar. Siempre se han disuelto en el Jarama, a la altura de Mejorada del Campo.

Dos cabalgan juntos

El 2 de julio de 2001, Arsenio Lope Huerta Curro y Jesús Pajares decidieron iniciar una aventura, un viaje largo tiempo deseado: «Ver como nacía –son palabras de ellos– nuestro viejo padre Henares y acompañarle en su mocedad, en la campiña y en su madurez complutense, hasta afligirnos con él en su suicidio, mil veces repetido. Nos parecía el mejor homenaje que hacerle pudiéramos». El relato de aquella expedición reivindicativa hacia un pasado, cuya naturaleza  amenazaba con perecer, quisieron dedicárselo a sus nietos Diego y Tomás: «…en la esperanza de que conozcan un Henares mejor.» Durante cuatro días recorrieron el valle del Henares, intentando no alejarse en ningún momento del curso de “su” río. Desde Horna hasta Mejorada del Campo cubrieron, a veces con serias dificultades, 180 kilómetros a lomos de sendas bicicletas. Dos amigos cabalgaron juntos aquellos primeros días del verano de 2001. No buscaban comanches, tan solo relatar el paisaje en el que habían crecido; intentar compartirlo con sus lectores en la esperanza de que el progreso no lo machacara del todo. El soneto que el poeta Pedro Atienza les dedicó entonces con el título de “Tour fluvial”, resulta premonitorio en su terceto final: «…para acercarse al mundo como era./ Lope Huerta y Jesús lo consiguieron./ ¡Que descansen en paz en tu ribera!».

Curro y Jesús, a lomos de sus bicicletas, en la expedición por el Henares (Foto: Pilar Revilla).

La amenidad de Curro

Como un referente de lecturas lejanas mantenía en mi memoria los textos descarnados que Alfonso Grosso y Armando López Salinas descargaron en un libro de título parecido: Por el río abajo. Lo publicaron en 1966 en una editorial francesa, ante su prohibición por el régimen franquista. Aquella pareja de escritores comprometidos describieron la mísera pobreza de las gentes que poblaban las orillas del Guadalquivir, desde Sevilla hasta Sanlúcar. Un libro por tanto descarnado en su denuncia. Los textos de Río Henares abajo (Ed. Mingaseda) formulan algo muy distinto, recorren las orillas de otro río, menor, pero de íntimo referente para sus autores. La denuncia ya no es social, es sencillamente la queja al contemplar el progresivo deterioro de un entorno que les había servido como telón de fondo a sus afanes juveniles. La amenidad de la escritura a la que Curro nos tenía acostumbrados, consigue hacernos aquí partícipes de aquella aventura de dos personas tan queridas que durante cuatro días cabalgaron juntos a la busca de un tiempo perdido. Un “Tour fluvial” –como lo denominó Perico en su soneto– con algunas dificultades y ciertas frustraciones. Rutas desdibujadas cuando no sin acotar en los mapas, a veces prohibidas por intereses particulares o vetadas por industrias contaminantes, unidas al carácter difícil y complejo de algunos labradores encontrados a la vera del camino, bastante suspicaces ante preguntas incómodas. Destacable la tercera jornada, la más larga, que desemboca en parajes tan familiares desde tiempos lejanos: “La oruga”. Pero sobre todo esa etapa final que arranca desde territorio conocido y sugerente que se acerca a la isla del Colegio, «…dejando atrás –escriben– la presa de Cayo y el Muro, escenario de nuestros veraneos juveniles…» a lo que habría que añadir que sirvió como escenario de aquellos rústicos campeonatos de natación: “del Muro a la Presa”. Después La tabla pintora, la presa de los García, el puente Zulema, la presa de las Armas… Todo ello manteniendo como telón de fondo la sobria contundencia de los cerros: Ecce Homo, el Malvecino, el Gurugú, el Viso… Un retrato fiel de añoranzas.

Jesús y Curro al final de una de sus etapas, ante una escenografía muy entrañable (Foto: Pilar Revilla).

El rigor de Jesús

Como las películas que Pepe Calleja nos ofrecía troceadas en el cine Grande, el libro sobre el río Henares abajo, también se nos presenta partido en dos capítulos. Tras el ameno relato de Curro contando las incidencias de dos jinetes acompañando las corrientes del Henares, descubrimos el rigor y el amplio conocimiento de Jesús Pajares al describir con datos precisos lo que este río ha supuesto –a lo largo de la historia– para el necesario abastecimiento por convertir en regables sus importantes vegas y suministrar de agua potable a todas y cada una de las poblaciones de su cuenca. Jesús hasta nos señala minuciosamente el recorrido de los diversos afluentes del Henares, con las cifras precisas de su capacidad en Hm3 por año. Entre otros documentos, transcribe un Decreto de 23 de noviembre de 1940, del que me gustaría destacar un párrafo bastante significativo: «Tal es el caso de la ciudad de Alcalá de Henares, la que, con recursos económicos reducidos y una población civil relativamente pequeña, alberga un gran contingente de fuerzas de los ejércitos de Tierra y Aire, y una población penal de importancia, teniendo que resolver su problema de abastecimiento de agua con un coste muy elevado, siendo completamente imposible a su Ayuntamiento afrontarlo con los recursos económicos que dispone». Un párrafo bastante significativo para todos aquellos que disfrutamos de los baños en el Henares, allá por los años sesenta, mientras que –paradójicamente– sufríamos la escasez de agua en nuestros hogares durante tan largos y cálidos veranos. Páginas más adelante Jesús señala los esfuerzos de las Mancomunidades de Aguas del Sorbe y años después la Mancomunidad de Aguas del Bornova por resolver la potabilización y transporte de caudales de agua para su consumo.

Un homenaje

Regresar a estas páginas, releer esta aventura de dos amigos que cabalgaron juntos durante un verano de hace veinte años creo que es el mejor homenaje que podemos ofrecerles, ahora que los hemos perdido. Supongo que Heráclito tenía razón. Yo no pretendo bañarme dos veces en el mismo río, pero creo que puedo permitirme el lujo de recordar todas las veces que quiera aquella amenidad de Curro y el rigor y la sabiduría fluvial de Jesús. Los echo de menos.