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De las histéricas y las incapaces a la depresión / Por Lourdes Castellanos

“Conect@ con la vida” es el lema central del día Mundial de la salud mental que se celebra este 10 de octubre 2019.

Hablar de salud, tanto en términos de acceso a los servicios básicos universales, como en el estado de la misma y sus relaciones con las condiciones de vida y trabajo, es otro de los ámbitos donde las desigualdades sociales se manifiestan con mayor fuerza.

En la sociedad en la que vivimos las personas estamos en posiciones desiguales en función de características como nuestra edad o nuestro lugar de procedencia. En un sistema de organización basado en el género se sitúa a las mujeres, y a todas las características que tienen relación con lo femenino por debajo de los hombres y de lo masculino, generando desigualdades que van a dificultar la igualdad entre hombres y mujeres.

La incidencia de la enfermedad mental en las mujeres es mayor que en los hombres. Atendiendo al informe “Las Mujeres y la Salud: los datos de hoy, la agenda de mañana” (Organización Mundial de la Salud – OMS -, 2009) las mujeres tenemos peor calidad de vida que los hombres, todo atribuido a desigualdades de género como el empleo o los ingresos económicos, que limitan nuestra capacidad para protegernos y cuidarnos.

¿Cómo es que las mujeres tenemos mayores porcentajes de enfermedad mental?

Según afirma Tovar (2004) existe una tendencia a ver a la mujer como “más frágil”, a estar más afectada por tensiones emocionales, a percibir el dolor de diferente forma.

Julián et al. (2013) Constata que las mujeres que tienen mayor riesgo de mala salud mental acuden con mayor frecuencia a los servicios sanitarios y se les prescriben más psicofármacos.

Según la OMS el género determina de manera fundamental la salud mental y también las enfermedades mentales.

Los estereotipos pueden observarse en todos los ámbitos y actividades de la sociedad. El sexo/género marca diferencias, cómo también puede variar dependiendo de si la persona que atiende es médico o médica (Sánchez, 2003, citado en Vega et al 2004).

El hecho de que, a igual enfermedad e iguales síntomas, a las mujeres se nos medica más que a los hombres puede ser indicativo de que somos consideradas más débiles y menos capaces de soportar las adversidades.

Los cambios sociales y la aceleración de la vida han traído consigo la medicalización de la vida cotidiana. Al desarrollo médico y la ganancia de poder del sector farmacéutico ha generado que busquemos soluciones médicas a todo tipo de problemas. Se está patologizando el malestar femenino, presentándolo como desviación de la norma cuando es la adhesión a esas normas lo que nos genera malestar a las mujeres. (Markez, Póo, Romo, Meneses, Gil y Vega, 2004).

El aumento del estrés y la ansiedad que genera en las personas los estilos de vida frenéticos, la dificultad para conciliar la vida familiar y social, que nos sobrecarga a las mujeres, que ahora somos trabajadoras fuera de casa, trabajadoras dentro de casa, madres, parejas, esposas, se transforma en malestares, como dice Romo (2005) se convierten en “lesiones de la vida” que adoptan diferentes formas en la vida de las mujeres; una de ellas es la medicalización continua de problemas de salud relacionados con la situación de inferioridad del género femenino.

El deterioro de la sanidad también ha provocado que el personal facultativo tenga cada vez menos tiempo para dedicar a cada paciente, dificultando una adecuada aproximación terapéutica. Todo esto complementado con la aceleración de la vida, se puede traducir en una demanda de soluciones rápidas por parte de los y las pacientes, desembocando en que todo se soluciona con pastillas.

Somos las mujeres quienes acudimos a las consultas bien sea como pacientes, bien sea como acompañantes/cuidadoras, tanto de hijos e hijas como de las personas mayores de la familia. Somos las que nos enfrentamos al malestar y acudimos al profesional para seguir soportando.

Las mujeres también percibimos menos salarios, las tasas de empleo son menores, los trabajos son más precarios. Además, dedicamos muchas más horas al trabajo de cuidados y de reproducción. Sufrimos diferentes tipos de violencia como la sexual, o de género, que no se da en el caso de los hombres. Una vulnerabilidad que aumenta el riesgo de caer en la exclusión social. Y todo esto, si se cruza con variables como ser madre soltera o divorciada, pone de manifiesto el aumento del riesgo de sufrir depresión y ansiedad (citado en Villamil, 2010).

La realidad es que los desequilibrios, en función del género, sigue siendo una de las principales barreras para la igualdad de género teniendo un fuerte impacto sobre la salud y el bienestar femenino:

– El 19,5% de la población española tiene o ha tenido en la vida algún problema de salud mental, siendo esta cifra más alta en mujeres (22,9%).

– Ser mujer es un factor de riesgo para tener un problema de salud mental.

– 3 de cada 4 mujeres con problemas de salud mental han sufrido violencia en el ámbito familiar y/o en la pareja.

– El 80% de las mujeres con diagnóstico de salud mental que han vivido en pareja han sido víctimas de violencia en algún momento.

– Sólo por el hecho de SER MUJER a las mujeres con trastorno mental se les considera “histéricas”, “vagas”, “incapaces”, desaliñadas” o “malas madres”.

– El 70% de estas mujeres no tienen empleo.

– En España, el perfil de la persona que cuida a un familiar con un problema de salud mental es mujer de 64 años. Ejerce los cuidados durante una media de 21 años empleando 24 horas/semana de media.

Visibilizar y concienciar a la población en general son medidas necesarias y urgentes para eliminar el tabú de la enfermedad mental. Vivimos tiempos en el que gran parte de las personas que componen la sociedad van a desarrollar a lo largo de su vida algún tipo de trastorno mental. Seguir luchando contra la socialización de género a través de las escuelas puede ser el gran aliado para conseguir la igualdad real entre mujeres y hombres en todos los ámbitos de la vida.

Lourdes Castellanos es Trabajadora Social

Biografía:

Estudio “Drogas y género”. Consumo de hipnosedantes. Análisis histórico desde la perspectiva de género. Fundación Atenea. Junio 2018.

Confederación Salud Menral España, 2018.