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De Pijamas y otras letras de “moda”… / Por Natalia Moreno Díaz

Vaya por delante que yo, periodista de profesión, defenderé SIEMPRE, como lo he hecho toda la vida, la libertad de expresión y el “deja que la gente haga y diga lo que quiera mientras no haga daño”.  Pero no, he llegado a un punto de autocensura musical al que nunca creí llegar… y ha sido en el momento en que, a mi hija de 5 años, la he oído tararear “Nos vamos pa tu casa sin pijama”:

– ¿Perdona? ¿Dónde has oído esto?

– No se mami, la cantamos todas las amigas. (¿en el recreo?, ¿en el campamento del pueblo?, ¿en natación? ¿Dónde?)

POR SUPUESTO  sé que no entiende el significado, sé que no se va a ir con su amigo Raul “pa su casa”… pero mi cara de emoticono verde del Whatsapp ha sido la que me ha dado permiso para preguntarme en qué momento hemos pasado de escuchar en casa a Los Lunnis, Soy Ratón y toda la música ochentera que le pongo “porque mi niña tiene que escuchar música de verdad”, a los pijamas y los malumos, que, por cierto, tiene las letras mas machistas de la historia de la “música”. Sí sí, entre comillas, porque “Estoy enamorado de 4 babys, siempre me dan lo que quiero”, es a la música lo que la paella de chorizo a la gastronomía.

Sí, yo también he gritado y bailado como una posesa el “Toda, entera y tuya” de Malú, lo confieso, una noche (o dos) malas las tiene cualquiera. Pero hoy en día, las plataformas, redes, aplicaciones y el largo etcétera de agujeros negros virtuales que nos rodean hacen que nuestras hijas e hijos tengan acceso a un tipo de mensajes que, hace años, solo llegaba a través de la radio o de las largas noches de baile y líquidos varios del fin de semana.

Yo, que me doy golpecitos en el pecho por explicarle a mi hija que las princesas no existen y que los príncipes azules solo están en los dibujos; yo, que cuando me pide disfraces Disney (cuanto daño ha hecho) le compro el de Vaiana y el de Brave porque son las únicas valientes y luchadoras… tendré que empezar a explicar a mi hija en breve que NO, no tiene que ir a casa de nadie a la primera llamada ni “tiene que darle a nadie lo que quiera” y que es ella la que manda en su vida.

¿Exagerada? Quizá… pero dejemos de echarnos arena encima, al menos entre nosotras. Y es que a mi me nombran el Pijama y solo me acuerdo de esos calentitos, de felpa y si es con alguna pelotilla, mejor.

Como dice mi amiga Sandra, psicóloga y educadora, soy fiel creyente de que cada gota cuenta y de que las bases se forjan en la infancia. Todo queda, todo suma, pero, si no tenemos cuidado empezaremos a restar antes de tiempo. Los niños aprenden de lo que ven, escuchan y sienten. Hagamos que sientan la música de verdad, que les llene y les saque una sonrisa o una lágrima, no que les dicte formas de actuación.

Y, por último, pensemos, ¿la música es un reflejo de la sociedad que la escucha?.

Natalia Moreno Díaz es periodista