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Diente de león: la planta que buscan los chinos / Por Manuel Peinado

Diente de león: la planta que buscan los chinos  /  Por Manuel Peinado

Un tanto sorprendidos, unos vecinos complutenses me alertan acerca de la presencia de grupos de orientales (chinos, me dicen, aunque vaya usted a saber) que se afanan en los barbechos y descampados de la ciudad recolectando las hojas de no saben bien qué plantas. Algunos temen incluso que estas legiones de ávidos recolectores asiáticos terminen por esquilmar alguna valiosa especie endémica de nuestros lares.

No hay tal. La búsqueda no se centra en ninguna planta de especial rareza. Es más, me atrevería a decir que en el improbable caso de que alguien dedicase una página del Guinness a la planta más abundante del mundo, es muy posible que el diente de león, cuyas hojas recolectan ávidamente nuestros convecinos orientales, ocupara un lugar destacado en el podio. Su increíble capacidad para dispersar sus semillas a impulsos del viento y de colonizar nuevos espacios ha convertido a los dientes de león en inmigrantes naturalizados en cualquier lugar del mundo en el que puedan vivir las plantas.

Diente de León en flor.

Vayamos con ella. Empecemos por los nombres científico y común que recibe nuestra planta. El primero es Taraxacum officinale, que indica dos cosas. El nombre del género, Taraxacum, deriva a través del árabe de dos términos persas que significan «hierba amarga», mientras que el de la especie indica su uso medicinal (officinale), pues con ese nombre se califican muchas plantas de uso medicinal o culinario que antaño se guardaban en dependencias denominadas en latín officina, de donde proviene también la denominación moderna de “oficinas de farmacia”.

Uno de sus nombres comunes más frecuentes, “diente de león” (denominación que se repite en francés, dent de lion, y en su derivado inglés, dandelion), alude a sus hojas, que, dispuestas en una roseta basal, suelen presentar el limbo profundamente dividido en una especie de dientes desiguales dirigidos hacia la base que recuerdan a los del felino. No hay, que yo sepa, nombres que aludan a su raíz profunda carnosa y pivotante de la que mana una leche blanquecina cuando se corta y que se agarra al terreno con firmeza. Precisamente, esa raíz que permanece varios años en el suelo es la garantía de que la planta sobreviva por más hojas que le arranquen.

También se les conoce como “faroles”, por sus solitarios grupos de flores amarillas dispuestos, como los de margaritas y girasoles, en capítulos apretados que brotan a principios de primavera y que se abren y cierran siguiendo el ritmo del sol. Otros, que se fijan en sus pequeños frutos secos (aquenios) provistos de un largo pico que remata en un paracaídas blanco y sedoso (vilano), prefieren llamarlos abuelos, pues, apretujados todos juntos formando una esfera, recuerdan el aspecto canoso de un anciano.

Pese al amargor que delata el nombre del género, los dientes de león han sido ampliamente usados como verdura. Si se exceptúan los frutos, el resto de la planta se ha consumido de una u otra forma. Las hojas y los tallos que sostienen los capítulos, popularmente conocidos como canutos, ambos ricos en vitamina A, son la parte más apreciada y se consumía<n tradicionalmente crudos en ensalada, cocidos en tortillas y revueltos, salteados, hervidos o como relleno de empanadas. Cortando las hojas y dejándolas durante dos horas en agua fría se les va algo el amargor. Los capítulos florales cuando son jóvenes y prietos antes de abrir, pueden encurtirse como se hace con las alcaparras, y también pueden añadirse a la ensalada. No nos olvidemos tampoco de su raíz, que, al igual que la de achicoria, se ha preparado tostada y molida como sustituto (o adulterante) del café.

Además de su uso gastronómico, el diente de león se ha empleado copiosamente en medicina popular aprovechando las propiedades de la inulina, un componente que se almacena en la raíz como sustancia de reserva sustituyendo al almidón. Muchos alimentos como la achicoria (Cichorium intybus), el puerro o ajo porro (Allium ampeloprasum var. porrum) o las alcachofas (Cynara scolymus) contienen naturalmente cantidades importantes de inulina y por ello han sido conocidos desde la antigüedad como «estimulantes de la buena salud».

La inulina (no confundir con la hormona insulina) es el nombre procedente de la primera planta de la que se aisló en 1804, Inula helenium, con el que se designa a una familia de glúcidos (polisacáridos o azúcares), compuestos de cadenas moleculares de fructosa y no de glucosa (como el almidón), por lo que son apropiados para la dieta de los diabéticos.

Una vez ingerida, la inulina libera fructosa durante la digestión, aunque en pequeña proporción, puesto que el organismo humano carece de enzimas específicas para hidrolizarla. Como resultado, la inulina atraviesa la mayor parte del tracto digestivo prácticamente sin cambios (solo sufre un grado bajo de hidrólisis ácida en el estómago), y es únicamente en el colon, primera porción del intestino grueso, donde las bacterias intestinales comienzan a degradarla en grandes proporciones y a metabolizarla produciendo dióxido de carbono, hidrógeno y metano. Es por ello por lo que los alimentos que contienen inulina en grandes cantidades pueden provocar flatulencia y molestias intestinales, en especial en aquellas personas que no están acostumbradas a ingerirlos.

Grupo de capítulos fructificados de diente león con los aquenios en distintos grados de maduración. Germany, meadow of blowballs, Common dandelion (Taraxacum officinale)

Como la inulina atraviesa el estómago y el duodeno prácticamente sin sufrir cambios y alcanza el intestino delgado casi sin digerir, estimula el crecimiento de los beneficiosos microorganismos pobladores del intestino (el microbiota intestinal). En el intestino, la inulina tiene efectos está disponible para ser metabolizada por algunos de los microrganismos intestinales, como las bifidobacterias y los lactobacillos, cuyo crecimiento y desarrollo favorece, y de ahí su efecto bifidogénico y prebiótico.

La inulina es un integrante de la fibra alimentaria soluble. Al ser moderadamente soluble en agua, tiene además la propiedad de formar geles que retienen una gran cantidad de agua y resultan eficaces contra el estreñimiento. Los subproductos de metabolización de la inulina parece que aumentan el peristaltismo intestinal y facilitan la absorción del calcio, el magnesio y el fósforo, entre otros elementos minerales.

Aunque la digestión natural de la inulina no libera cantidades importantes de azúcar, puesto que el carbohidrato liberado es principalmente fructosa (cuyo metabolismo no está influido por la hormona insulina), y eso parece hacerla absolutamente aconsejable para los diabéticos, puede incrementar las concentraciones de glucosa en sangre debido a que dentro del hígado la gluconeogénesis la transforma en glucosa que se libera posteriormente a la sangre.

Las hojas frescas o su infusión se ingieren como reconstituyente y para favorecer las digestiones. Además, parece ser que estimula la secreción biliar y estomacal. No nos olvidemos tampoco de sus propiedades diuréticas: no es casual que algunos nombres comunes en varias lenguas hagan referencia a la orina (pissenlit, pixallits, meacama: en inglés piss-a-bed). Para beneficiarse de esas propiedades, las hojas suelen consumirse en tisana o bien se comen directamente; también la raíz puede emplearse con el mismo fin, pero es menos eficaz.

El diente de león en la medicina tradicional china (MTC)

En la MTC los dientes de león son plantas que pertenecen a la categoría ‘Hierbas que eliminan el calor y alivian la toxicidad’. Las hierbas de esta categoría se utilizan para eliminar afecciones inflamatorias e infecciosas, denominadas «calor interno» en la MTC. Por eso, la mayoría de las hierbas de esta categoría tendrán propiedades antibacterianas y antivirales. En la MTC uno tiene demasiado ‘calor interno’ en su cuerpo como resultado de una deficiencia de yin (que es de naturaleza fría) o, más comúnmente, un exceso de yang (caliente en la naturaleza). Las hierbas que eliminan el calor y alivian la toxicidad combaten el yang mientras que, al mismo tiempo, eliminan las toxinas infecciosas del cuerpo.

Los dientes de león también tienen un sabor amargo y dulce. La llamada teoría de las ‘cinco fases’ en la MTC establece que el sabor de los ingredientes es un determinante clave de su acción en el cuerpo. Los ingredientes amargos como los del diente de león tienden a tener una acción limpiadora en el cuerpo al eliminar el calor, secar la humedad y promover la eliminación a través de la micción o las deposiciones. Por otro lado, los ingredientes dulces tienden a ralentizar las reacciones agudas y desintoxicar el organismo.

Los gustos de los ingredientes en la MTC también determinan a qué órganos se dirigen. Como tales, se cree que los dientes de león se dirigen al estómago y al hígado. En la MTC, el estómago es responsable de recibir y madurar los alimentos y los líquidos ingeridos. También tiene la tarea de hacer descender los elementos digeridos hacia el intestino delgado. El hígado, por otro lado, a menudo se conoce como el «general» del cuerpo porque es el encargado de regular los movimientos de fluidos corporales y de desempeñar un papel de liderazgo en el equilibrio de nuestras emociones.

En definitiva, que a nuestros convecinos orientales no les faltan razones para deambular por cunetas, barbechos y solares.